lunes, 30 de septiembre de 2013

Moneda

Soy una moneda y llevo recorridos cientos de lugares. Alcancías, monederos, cajones, cierres, latas, ceniceros. Decido la suerte con mi capricho. Soy pequeña pero dura. Innegable. Soy el precio de un manojo de caramelos. Caí y rodé inevitablemente más de una vez. Soy una razón para agacharse. Soy deuda, multa, ahorro, jornal, apuesta. Soy medio boleto de ómnibus, o ni tanto. Soy recompensa, changa, mesada. Soy instrumento de raspadita. Fui contada en mil ocasiones. Me guardan quién sabe dónde. Me encierran en frascos. Me hacen sonar junto con otras. Salto permanentemente de mano en mano. Habito en las registradoras. Soy la carne del materialismo. Soy una moneda de diez, una forma cilíndrica y achatada de pagar por las cosas. Y sin embargo, en mi cuerpo metálico se acuñó ingenuamente una paradoja. La utopía de esas horas fortuitas en que me sostendrán sus dedos o su billetera o el bolsillo izquierdo de su pantalón, entre que paso de ser cambio de quiosco a propina de taxi. Sueño con esos dedos de él. Con pertenecerle. Porque, después de eso, no me importará caer por el hueco de un ascensor o la rejilla de una boca de tormenta. Porque en sus manos habré valido algo.    

domingo, 29 de septiembre de 2013

Gluglú


No me importaría estar abajo del agua hoy, sin oír y sólo viendo a través del cloro, sin sentir nada excepto el líquido alrededor. Sin que me importe más que lo que me importaba cuando tenía 12 años. Olvidándome de las cosas que duelen.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Rojo sangre y oro

No importa si la lluvia te pega de frente en los ojos o si ese frío húmedo te perfora de a poco la piel, porque estás corriendo en una cancha y siendo parte de un instante en el que eso se olvida, y sólo importa que la pelota blanca vaya a donde tiene que ir, a golpear con ímpetu las tablas del arco cuántas veces sea posible. No importa que el cuerpo reciba impactos o que avance la noche, mientras haya focos prendidos y el tiempo corra. No importa que se me resbale el palo o que nos falte el aire. Estamos ahí para ganar o para jugar como si lo mereciéramos. Para mojarnos y caer y robar la bocha y reventarla hacia adelante para que llegue lejos. Y el dos a cero ensopado tiene un sabor más dulce y las piernas duelen pero duelen lindo, así que todo es perfecto y sacrificado y grupal. Todo es honroso y sano. Debe haber pocas cosas que se comparen con la sensación de pertenencia a una victoria conjunta y bien lograda, bajo la llovizna fría de una nochecita de principios de primavera.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Él

Es inexplicable lo especial que te hace sentir que un gato atorrante y desamorado elija tu cama para echarse, estirar sus patitas de terciopelo, extender su cuerpo brillante y hundir la cabeza en la frazada en un gesto de inequívoco desdén, demostrando de una misteriosa e indiscutible manera que su presencia sedosa y gris no sólo tiene personalidad, también tiene alma. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Planes

Tenía que escribir dos notas de prensa pero estoy acá, relatando miserias. Describiendo cómo voy a salir de la agencia y subirme a un taxi en el fresco de esta noche atrevida de setiembre. Cómo voy a descansar mi cabeza en el respaldo del asiento y desear con mucha fuerza interior que el conductor decida no hablarme. Voy a dirgirme a un refugio donde mi cabeza va a recibir mimos hasta ponerle pausa a la rutina. Voy a  ser una ameba y querer dormirme ahí, y no, voy a tener que irme a mi calle a mi casa a mi cama después de una ducha tardía y una cena insípida. O no. O voy a salir de la agencia y me va a estar esperando la noche en forma de abrazo, con su blazer negro y sus ojos que viajan entre dimensiones. Me voy a subir a su auto azul y a descansarme en la compañía. En un bar amigo vamos a pedir pizza y whisky y gin con pomelo hasta que el cuerpo me quede flojo y la conversación aturdida. Hasta que la banda toque Johnny Cash y el mozo nos traiga la cuenta mal hecha, porque justamente es un bar amigo. Hasta pagar y salir y reír y detener la vida en la vereda, y rodear la espalda que abriga el saco y desarmarle despacito la boca. Que el auto nos lleve a la oscuridad antes de ir a casa, y ahí sí, la ducha tardía, necesaria, que invita al sueño a instalarse. Y ojalá que los planes se rompan siempre si la espontaneidad propone una idea mejor, eligiendo un final más alto para la coronación de un día imprevisible.      

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Lo que escasea

No es que falte tiempo; el tiempo siempre es el mismo. Lo que sobran son tareas, actividades, eventos, rutinas, requisitos, encuentros, trabajo, ritos, planes, responsabilidades. Es todo bueno pero a veces agobia y cansa y frustra. Siento que me ahogo dentro del mismo tanque de oxígeno. Demasiado y a la vez muy poco. Mientras tanto, la vida se escabulle como si nada importara y, en realidad, la mayoría de todo eso que se acumula es lo que hace que importe. Desagradecida y veloz, ella cruza a la aventura siguiente ante de que hayamos recorrido los jardines de esta. La corrompe el hecho de que el tiempo es uno y puede hacer con él lo que más le guste. La salva la certeza de que la voy a perseguir a donde quiera que vaya.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Make a wish

 Quiero que el mundo siempre le quede chico a nuestra amistad. 


 

 
 






 



domingo, 22 de septiembre de 2013

Pérdidas


Sigo descubriendo cosas que perdí en el robo de computadora de febrero. Y algunas duelen. Hay fotos, como esta, que nunca más voy a poder sacar. Me queda apenas un jpg de mala calidad de esa tarde espléndida. Por suerte existe la memoria.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Uno más uno

Al final, resulta que no hubo invierno. Después de un otoño sobresaltado vino una oleada de calidez que arropó a la tristeza. El caos se vistió de sencillez y cayeron las fichas en esas alcancías de la vida que acogen a las experiencias y las transforman en aprendizaje. Otras fichas nunca cayeron y probablemente no lo hagan, pero eso está previsto y el mundo puede seguir funcionando sin esas piezas desaparecidas en combate. El frío volvió generosos a los bolsillos y se apagó con un nudo de dedos y manos y brazos. La noche nunca fue lo suficientemente larga como para colmar las ilusiones. El viento deshilachó recuerdos. La piel siguió tibia y erizada. No hubo casi llanto. Tampoco sobraron palabras. La rutina se olvidó de su esencia y la compañía fue solidificándose. El miedo se perdió algunos ómnibus. El color del cielo nunca importó. Tampoco importó lo que había en la tele. Las pantallas vieron pasar el tiempo gélido desde su confortable azul, reflejando complicidad. No hubo invierno, al final. Porque el hielo estaba en otra parte y porque yo estaba acá, bajo una manta aterciopelada y un cosmos nuevo.  

lunes, 16 de septiembre de 2013

Con permiso

Permítame, caballero, depositar suavemente el contorno de mi boca en ese párpado, permanecer ahí por dos o tres segundos, visitar el otro con el mismo procedimiento, respirar hondo ese aire a calidez que lo rodea y atravesar con los dedos la superficie de su pelo.  

Usted, mientras tanto, duérmase. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

jueves, 12 de septiembre de 2013

Méritos


Espero nunca olvidarme
de lo sagrado que es
reconocer el trabajo de otros.



miércoles, 11 de septiembre de 2013

Somos raros

Yo antes pensaba que era rara porque escribía. Qué bueno es encontrarse con más gente rara y sentir que los raros son los demás. Qué bueno es leer cosas de otros que te hubiera gustado que fueran tuyas, por lo genuinas y ciertas y comprometidas. Qué bueno saberse cerca de personas que aman las palabras y las tratan con cuidado. Qué bueno descubrir que tu forma de vivir la literatura es compartida, y no por eso menos especial, más bien todo lo contrario. Qué bueno recorrer los textos de autores sin libros con su nombre pero que ponen vida en cada letra. Qué bueno encontrarme sonriendo porque alguien que escribe me lee. Porque me emocionan todos los lectores pero tengo un respeto enorme por los que de alguna manera también vuelcan pedacitos de sí mismos en páginas. Con su presencia, esa gente rara y hermosa me hace creer que esto tiene sentido.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Misterios

Lo malo de algunas historias, como las de misterio, es que son previsibles. Por la forma en que están construidas es fácil ver qué pieza va a ser importante más tarde. O al menos a mí me pasa eso, y me descubro adivinando el final en el primer tercio de la narración. Es lindo que todo cierre y a la vez no, porque si todo cierra entre sí, no hay más elementos que los que provee la propia historia para crear esas conclusiones perfectas, matemáticamente posibles dentro de una serie finita de combinaciones y, por lo tanto, previsibles. Y si no todo cierra y quedan vacíos y cabos sueltos, como lectores o espectadores nos sentimos defraudados y golpeados en la zona baja, que es básicamente la ignorancia. Porque no nos gusta que el autor nos salga con un final de la galera, algo desconocido y nuevo y descontextualizado de la historia, luego de que construyó toda una novela en una dirección determinada y creímos en una serie de probables cierres al final de ese camino. 

Así que no me gusta adivinar el final, y sin embargo me gusta porque eso significa que el relato obedece a leyes narrativas invisibles que en cierta forma lo legitiman. Las historias ordenadas, que presentan al lector un universo con honestidad, son generalmente las previsibles, porque el final se encuentra planteado y de alguna manera visible desde el momento en que se describió y delimitó ese mundo y se presentaron sus personajes. Agatha Christie, Henning Mankell, Sherlock Holmes, CSI -y casi todo el género detectivesco- son ejemplos muy claros de esta teoría personal -y por lo tanto, completamente pasible de ser derribada-. Así que ando ahí, en esa dualidad rara que significa creer en una forma transparente y organizada de contar las cosas, y decepcionarme por la misma transparencia de ese estilo de historia que, al desarrollarse siguiendo un orden de ingredientes, se delata inevitablemente ante el lector perspicaz o el conocedor de ese tipo de receta. 

Los libros que hablan de la vida, las biografías, o por ejemplo las novelas de Maeve Binchy, Jaime Bayly, García Márquez, o las series como Grey's Anatomy y Gilmore Girls, que no siguen esa receta perfecta y se limitan a contar hechos sin prometer la captura de un asesino al final o la resolución de un misterio, son por eso mismo más libres y probablemente más difíciles de escribir. Y por más que me gustan las historias criminales, creo que algún día quiero escribir un libro de estos, caótico y desbordado, con hilos trenzados y puntas sueltas, con personajes llenos de matices, con diálogos porque sí y descripciones por el simple hecho de detenerme a observar algo, con acciones sin objetivos claros y plagados de desvaríos, saltos y errores. Como la vida. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Aplastada

Esperaba mucho menos del domingo y resulta que me pasó por encima como un bulldozer sonriente. O capaz fue el plato gigante de espagueti con pomarola. O sino fue culpa de la mejor siesta del mundo. O por ahí fue percatarme de que estoy bien, y de que no me asusta volcarme de lleno en vos. Porque ya es inevitable. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Qué lindo

Está todo bien con las convicciones férreas e inamovibles pero qué lindo cuando te sacuden un dogmita autoimpuesto, lo ponen contra una pared, le lamen juguetones el cachete y sonriendo le dicen de cerca que puede ir yéndose a la mierda. Porque vos estabas segura de algo y a seguro hace rato que se lo llevaron preso, salió, violó la condicional y entró de nuevo, todo mientras vos ibas descubriendo que no hay verdades infalibles, menos sobre ti misma, que con el tiempo y la vida y las lágrimas vas aprendiendo cosas y siendo otra. Porque el amor no era tan así y vos no eras tan así y hoy no es tan como antes. Cada circunstancia es exclusiva y podés sacar ejemplos o trazar hipótesis pero guarda con abrazarse a un paradigma. Porque por suerte aparecen personas o sucesos o sensaciones que te tapan la boca y te dinamitan la fortaleza psicológica que armaste, y se sientan a verte barrer, mientras reís absorta, los pedazos abstractos de esa fe que le tenías a una ridiculez, mientras te acarician la longitud del cuello y te besan el alma. 

martes, 3 de septiembre de 2013

Otro

A veces escribo un texto corto. Simple. Una excusa. Un magda estuvo aquí vago, sin esmero. Y me voy.

Y no escribo estos textos más largos, desmembrados, sin pulir. Me voy al lugar seguro que representa el haber plasmado una idea sin cuerpo en un posteo que no va a reverberar en nadie, pero al menos existe. Me refugio en la mediocridad del ni muy muy ni tan tan. En el parrafito insulso. Y está bien. Nadie me obliga a ser Bayly o Carlos Fuentes todos los días. Nadie me exige la prosa fértil de un clásico o la adjetivación de una obra maestra. No me comparan con Borges ni con Vargas Llosa. No tengo la magia de Oliverio Girondo. No me está llamando un editor ni tengo que sacar un libro por año. No vivo de estas palabras. No son mi pan, son apenas mi vómito. Y está bien. Hoy son eso. Otro día serán mi pan. Quisiera yo. O capaz que no lo son y ni siquiera alcanzan a ser mi recuerdo. También está bien. Está menos bien, en mi ambiciosa concepción del éxito literario. Pero no importa porque al fin y al cabo ya va a estar todo escrito. Si alguien reacciona con eso, es posterior. Primero se escribe. Es de uno, es mío, es un producto solitario. Después recién se lee. O no se lee. Pero igual está escrito. Como este texto deshilachado y sin rumbo de medianoche. Oscuro porque sangra un poquito. Porque contiene miedos y sueños y lucha y avidez. Porque en su marco humilde y sombrío se esfuerza en ser algo más que agua plana. No digo una ola, pero sí una gota fuera de lugar. Un repiqueteo molesto. Un ruidito como el de la heladera, que no está pero está siempre porque de alguna manera se camufla en el silencio. Un motor de fondo, ambiguo y reflexivo. Nadie le exige serlo pero él quiere probar. Quiere intentar quedarse y vibrar, despacito, en algún recoveco ignoto de la mente de un lector. Así de ingenuo es mi vómito. 

A la gente le da cosa leer un texto comprometido. Generalmente prefieren la pavada, el comentario light, inofensivo y chato. Eso no les da miedo, y cada tanto me regodeo en él, porque tampoco hay porqué censurarlo. Lo que les da cosa a veces es comprometer su cabeza en una idea con cierta solidez argumental. En una postura definida. Pero después van y creen cada bobada que te querés morir. Pero si te conocen y te ven todos los días, o una vez por mes, o están emparentados contigo por alguna traza de adn, tiende a aflorarles un pudor morboso si ven que mostrás la carne en un texto. Y a mí me gusta mostrar la carne en un texto. Me valida las palabras, en cierta forma. No me da vergüenza. Por algo lo escribo. Me da más vergüenza que el blog se me esté llenando de pequeños inputs demasiado sobrios. De carencia de sangre. De vacío mental. De hielo. Sin alma sin furia sin goce. Muerto por dentro, aunque estético quizás, y hasta rescatable. Pero sin carne. Sin vísceras.

No sé. Mis manos sentían que tenían cosas para largar todavía, y se lanzaron medio tímidas a golpear teclas. Y salió esto. Y está bien. 

A media máquina

Pensás en volver a la rutina con fuerzas y energía y ganas y hambre y resulta que el cuerpo nunca descansó, la salud sigue quebrada y la cabeza no piensa en otra cosa que apagarse.

Fuck.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Selección
















Todavía sin tildar del todo

Volví, no sé si con la frente marchita, pero al menos despellejada por el sol. 


Sos lindo, México. Y salpicado y espléndido y quiero pero no puedo y bochornoso y zumbador y enceguecido. Me dejaste llevarme los colores que prometías. Gracias.