Ejercicio a partir de "Historia de un amor" de Cristina Peri Rossi.
Para que yo pudiera amarte
tuvimos que amar a otros antes.
Tuvimos que amar distinto,
doler, llorar,
sanar a medias.
Tuvimos que rompernos 10 veces,
perder pelo, olvidar un poco.
Tuvimos que aprender cosas,
decidir lo que no, envejecer.
Para que yo pudiera amarte
tuvimos que saber vivir sin amarnos,
en el desorden
primero.
Para que yo pudiera besarte
Tuvimos que besar mucho, con hambre, con curiosidad.
Encontrar ritmos satisfactorios
en esa caterva de lenguas que nos precedió.
Dejarnos hurgar por bocas rabiosas, morder, oler,
chupar a conciencia labios de todo tipo,
para que nuestros besos sean estos que rajan la tierra,
para ser libres besando
para proponer sin miedo
con los ojos cerrados
con el tacto intacto
mientras construimos un diálogo húmedo
con la historia de todos los besos que nos trajeron hasta acá,
incluso los que no pudimos dar.
Para que yo pudiera tenerte
tuvimos que entender de libertad.
Tuvimos que conversar, oír, esperar,
descifrar lo que significa estar juntos
sin pretender pertenecernos
sin asumir nada
preguntando todo como si fuera la primera vez
o como debieran ser las primeras veces.
Tuvimos que dejar de exigir
y pedir con claridad,
acordar límites, hablar fuerte y firme.
Escribimos,
confiamos,
establecimos los que es importante en nuestra línea de tiempo,
en nuestro organigrama de deseos,
en nuestra agenda de momentos.
Para que yo pudiera encontrarte
tuve que disfrutar de que no estuvieras.
Tuve que armar mi casa sin nadie más,
dejar de escapar de mis ratos a solas,
decidir mi futuro mío,
mis próximos pasos.
Para que luego llegaras y me vieras segura,
entera, concentrada.
Para que amaras mi libertad tanto como la tuya
y recorrieras mi casa sintiéndote
no dueño,
sino bienvenido.
Para que pudiéramos decidir qué construir,
a prueba de catástrofes,
a prueba de despojos,
porque sabemos que vamos a sobrevivir a pesar de todo.
El desorden no nos asusta
pero el amor
tampoco.