sábado, 2 de octubre de 2010

refugiada

sí, estoy vaga para escribir. y qué? si fueras vos el que anda atrás de un trámite maldito, el que anda buscando casa en el exterior sin éxito, el que consigue pasajes, contrata seguros, piensa equipajes, llama a agentes de viajes, contacta universidades y en conclusión, se estresa terriblemente por solucionar mil millones de temas que damos por sentados día a día pero que es necesario pensar en ellos ante un viaje laaaaaaaargo, seguro que vos también estarías agotado y con dolor de cabeza y llorando porque los empleados públicos del ministerio de educación y cultura son ineptos y encima no van a trabajar.

así que no, no tengo ganas de escribir, a veces tengo ganas de mandar a todos a la mierda, a veces tengo ganas de gritar, a veces de asesinar seres humanos, a veces de salir corriendo y a veces de hacerme un ovillo y no moverme de la cama. de mi cama. mi cama que me causa contracturas pero que me acuna y envuelve, que tiene mi olor, mi calor y mi piyama a rayas abajo de la almohada. mi cama que está en mi cuarto, mi cueva, mi casa. mi cuarto marron y fucsia, con mi árbol en la pared, mi biblioteca colmada y mi escritorio que lo baña el sol cada mañana. mi cuarto con mi ventana que da a la ciudad, a los tejados, las torres y un horizonte enorme para ser tan urbano. mi ventana con mis cactuses bebés, y alguno monstruoso. mi cuarto con baño propio (oh te alabamos baño propio), ese gran privilegio que creo que me estropeó la generosidad bañística de por vida. y mi casa de colores, mi casa aérea y aireada, enorme casa llena de detalles y de alfombras y de cuadros y de cosas de madera talladas por mamá. mi casa con patitas de gato en los corredores y los sonidos clásicos: la heladera, la forma de abrir la puerta de papá, el sonido de la cartera de mamá, los inciensos insoportables de una hermana y la televisión a todo volumen de la otra. el frío de la cocina y el calor del piso de parquet. los libros por todas partes, los sillones que invitan y el espacio, un bien tan codiciado y que acá sobra. y el río de la plata que saluda casi que a todas las ventanas, asoma en sus miles de humores (hoy marrón y un poco ventoso, con esa espuma fea de las olas de pocitos), y el verde que no falta en el parque de en frente y se llena de domingueros con sus mates y sus motos.

no tenía ganas de escribir, pero mi casa siempre merece un homenaje. es que mi casa no es solo las paredes y el techo. mi casa es lo que tiene adentro, mi casa es los que la habitan. y sepan entender si me ronda un aura melancólica estos días, es que a dos semanas y horas de irme, la sensibilidad anda florecida y ya empiezo a extrañar.





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