una vez leí un cuento de una niña mendiga que miraba desde la calle, por una ventana, la navidad de otros. en la calle había nieve y hacía mucho frío, y la niña tenía una caja de fósforos (en el cuento decía cerillas), y los iba encendiendo de a uno para darse calor. se calentaba apenas con ese fuego de segundos, mirando a la familia festejar junto a la chimenea y comer juntos mientras ella tenía hambre y se le iban endureciendo los dedos. y la historia terminaba con la niña que moría congelada porque se le acabaron las cerillas, ahí, junto a la ventana feliz de la familia satisfecha.
a veces siento que soy la niña que enciende fósforos y que la familia que está adentro es la mía, pero no se dan cuenta de que me estoy helando en la vereda. a veces siento que mi familia es la que está afuera, en el frío, y yo no los puedo arrastrar adentro así que me tengo que conformar con refugiarme sola. y algunas, pocas, veces, por lo menos en los últimos años, siento que afuera no hay nadie y adentro estamos todos bien y celebrando unidos.
hoy enciendo fósforos sin parar, y no consigo calentarme.
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