martes, 23 de octubre de 2012

Vagancia atemporal

No puede ser que por un poco de temporal, la gente ya decrete que nadie va a trabajar, que los bancos no abren, que las oficinas públicas permanecen cerradas y que los niños no tienen clase. Hay personas a las que sus jefes les dijeron que si llueve, ni aparezcan por sus oficinas. Hasta los shoppings, templos inviolables, decretaron que por seguridad reabrían a las 15 horas. Una vez, vaya y pase, pero si por cada tormenta vamos a crear un alarmismo que opaca al que acompaña la más dura temporada de huracanes de la Florida, creo que somos unos nabos, y que nuestra imagen de nación se ridiculiza a pasos agigantados. 

Parece que tuviéramos celos por no tener un Katrina propio, o un tsunami, o por lo menos un digno terremoto. Hacemos más ruido folklórico que el propio ciclón que se queda en temporal y ya en la tarde está saliendo una especie de sol que se burla de todas las precauciones. Una cuerda para cruzar la calle gana más protagonismo que Tinelli, y las fotos de LA DEVASTACIÓN arrasan las redes sociales. Somos un pueblo aburridísimo, evidentemente, para hacer tanta alharaca por todo esto, que en lugares como Haití daría risa. ¡Si ni siquiera tenemos nieve! 

No sé muy bien qué pensar, lo único que sé es que yo vine a trabajar normalmente como no demasiada gente, que fui al banco y había un cartelito en la puerta que decía "Cerrado por alerta meteorológica", y que el viento que hay es bastante, pero es normal. Nunca en la vida me suspendieron las clases por un fenómeno climático, y en este país, es algo que debería ser tan extraño como evitable. Si las escuelas se llueven, que arreglen las escuelas, en vez de decirles a los niños que no vayan. Creo que con tanto viento a algunos se les desacomodan las ideas, y siempre es más fácil guardarse en una cueva que ponerle el pecho a las balas, o al viento, o a la llovizna gris que ya se cansa de golpear los techos. 


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