lunes, 19 de noviembre de 2012

Preparar un café

A veces preparar un café no es solamente preparar un café. Porque aunque el ceremonial implique poco más que rasgar un sobre de cappuccino instantáneo, verterlo en una taza y ahogarlo en agua caliente, es mucho más que eso si hay otra taza y otro sobre y otro ruido de cucharita revolviendo el alma. Y un ventanal y una conversación que se extiende lo suficiente para que volver a las tareas todavía no se justifique. Porque la excusa es el contenido de esas tazas blancas, es lo que azuza a las palabras para que no dejen de humear, para que ese vínculo hecho de sorbos y aroma no se corte de golpe, para seguir bebiendo hasta que no quede nada, y el secreto se postergue hasta la tarde siguiente, o quizás nunca, o por ahí un ratito robado en la azotea, donde las palabras desaparecen con el viento de la rambla. Preparar un café no es solamente preparar un café. Es abrir una puerta durante diez minutos, y no querer cerrarla más. 

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