domingo, 12 de enero de 2014

Fugaz

La veía pasar todos los días. Le gustaba mucho su forma de hablar y de moverse, sobre todo cuando usaba esa pollera larga roja. Tenía un aire etéreo pero a la vez palpable, insoportablemente físico, que le alborotaba el pecho. La miraba atravesar la puerta como quien pide un deseo al ver una estrella fugaz, archivándose el momento en lo más abismal de los anhelos. Hasta que se cansó de verla pasar y un día la siguió hasta el parking. Su idea era invitarla a salir, nada más, pero de alguna forma se encontró acorralándola cuando ella le dijo que no muchas gracias. La estaba apuñalando antes de poder detenerse. La miró fijo mientras se iba quedando inmóvil y se le manchaba el cuerpo de sangre. Le acarició ligeramente el pelo y sonrió al comprobar, una vez más, que el rojo siempre le quedaba bien.

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