domingo, 7 de noviembre de 2010
good evening madrid
Hay días no muy buenos. Hay días que sueño cosas y me despierto angustiada. hubo algún día en que lloré. Sin saber bien porqué. Pero salió como un caudal desbocado. Muchas veces no quiero escribir. No sé qué quiero. Creo que es encontrar mi lugar. No lo encontré todavía. Tengo techo pero no casa. Sólo de a ratos me siento en casa. En algún rincón del retiro, por ejemplo. No sé qué comer. Cocinar es tedioso, no por el hecho de cocinar, aunque hoy se me pegaron la mitad de los fideos a la olla. Lo tedioso es pensar qué comer. No se me ocurre cómo confeccionar una comida digna. Hoy mi cena fue yogur y helado y una pera. Es que no tengo emoción para cocinarme algo emocionante. Además, hoy pasé el triple de tiempo raspando la olla que comiendo los fideos. A partir del lunes voy a procurar comprar ensaladas. O más platos de esos que se tiran adentro de la olla y se hacen solos (casi como los fideos). O wraps y sándwiches, pero no quiero morir ahogada de pan. No quiero pensar en qué comer cada día. Me frustra. Y otra cosa que me frustra. Mi cama. El segundo día me senté en el borde, algo que es muy típico de hacer con las camas, más cuando no tengo silla en el cuarto. Y resulta que plaf. Se hundió. Se partió una tabla. Y no es por mi peso, que por más que sea excedido, no da para andar hundiendo camas. Resulta que a la zona de la pata que cedió le faltaban todos los tornillos menos uno. O sea, no armaron bien la cama. Esto no lo voy a asumir como mi culpa. Y ahora tengo una situación precaria de cama semisostenida con el único tornillo, con la tabla que va a los pies partida casi del todo. Porque fui a buscar una ferretería donde comprar más tornillos para disfrazar mejor el desastre (yo no voy a pagar por esto!), y resulta que estaban todas cerradas las del barrio. Y mañana domingo peor de cerrado todo. Así que voy a dormir intentando no moverme mucho hasta el lunes… y después clavarla o hacerle algo para que no ceda, y como ocupa casi todo el cuarto, es complejo el tema de andar haciendo carpintería interior acá. Y más sin martillos y destornilladores… lindo panorama. Cuestión que eso de mi cama me frustra. Y me frustra que no tengo luz de mesa de luz. Tengo que comprar una, quiero ir a ikea que aparentemente es el mundo de lo barato, pero claro, queda en la loma del orto básicamente. Así que quizás un día de estos me envalentone y vaya a la última estación del metro azul a encontrar el bendito ikea que supuestamente hay por ahí. Y comprar almohada (la que uso es prestada), y más sábanas y toallas, y por supuesto la lamparita más barata que haya para la mesa de luz. Y comprando esas pavadas seguro se me van millones de euros. Me frustra cómo se van los euros también. Demasiado rápido. Te cobran hasta la bolsa del súper. Ta, intento mentalizarme. A veces me digo “make the most of it”. Pensá en positivo. Todo va a mejorar. Blablabla. Esas cosas de los libros de autoayuda que nunca leí. Pero bueno, no me lo creo del todo. Hay momentos muy buenos, sí. Muchos. Ayer fui a ver un monólogo. Resulta que es un pibe joven que se llama luis piedrahita. Habla de de todo un poco, pero más bien de nada en particular. De las pilas, de las frutas, de dios y de los pivotes o bolardos que hay en la vereda. Hizo una mímica exacta de mi rodillazo contra un bolardo. O sea, se ve que es algo común, que le pasa a todo el mundo. Porque la sala estaba llena y todos se reían. Como si alguna vez les hubiera pasado. Y como ahora mi moretón está casi extinto, puedo recordarlo con gracia y pensar en mi golpe contra el bolardo o pivote como mi bautismo madrileño. Qué lo parió. Ya van 17 días acá. Lo del bolardo fue el día número dos. En cierta forma pasa volando el tiempo. En cierta forma se ve como algo realizable estar casi un año acá. Incluso el máster, que promete dificultad, se lleva bien. Descubrí el remedio para no dormirme en clase. Botellita de agua fría. Tomarla, frotármela en los ojos, abrirla y cerrarla. Bueno, a veces funciona. Con marketing no mucho… Pero las clases siguen siendo diez puntos. Los tipos la mueven. La driblean, la revientan, la llevan de taquito y la embocan en el ángulo. Y la mayoría de las veces no lo vimos venir. Quedamos todos anonadados ante las explicaciones. Y algunos hasta ponen en marcha el mecanismo cerebral del razonamiento, que venía bastante oxidado y quieto en todos estos meses. Se abren ventanas de ideas. Se aceitan los engranajes. Entiendo las cosas. Entiendo un poco a España. A los españoles. La mayoría son bastante fáciles de descifrar. Abiertos y simples. Majos. Pero casi ninguno sabe inglés. Y manejan como el culo. Y aman comer y beber más que a sí mismos. Pero no son gordos. Y fuman mucho. Eso me molesta. Será porque me acostumbré a la política de no smoking que hay en uruguay. Bendita sea esa política. Acá salís a bailar, a comer o a tomar algo y básicamente tenés que envolver la ropa en materiales anti radiación. Ah. Una de las cosas que me alivió el alma. Hoy lavé ropa. Dos tandas. Tengo casi toda mi ropa limpia! Algo soñado durante unos 15 días… Lo más soñado de todo es tenerla limpia Y ordenada en el armario. Increíble pero cierto. Y mañana tengo almuerzo familiar, que me ilusiona bastante. Un domingo no es un domingo sin un almuerzo familiar. Y espero que la familia de acá me acoja como la mía de allá. Creo que sí, porque hasta me vienen a buscar. Y aunque casi no los conozco (los vi una vez en mi vida, o dos a algunos), respirar aire a familia hace que muchas cosas se colmen de sentido. Lo único que quisiera es que no hubiera cayos a la madrileña para comer. Hablando de comida, probé cosas nuevas. Aparte del pulpo y los caracoles, el queso de cabra (loving it) y la tortilla, ya domino el bacalao, el salmorejo (una especie de sopa espesa o puré de tomate), los pinchos y la carne (sí, la de acá, que es casi cruda). Comí filetes de avestruz (no de ñandú, de avestruz) y buñuelos de chocolate (no valen la pena). Hablando de cosas dulces, en eso flaquean los ibéricos. La nata y la crema y esas cosas no son mi ideal de postre. Y lo que ellos dicen que es dulce de leche… ejem ejem, vayan a lapataia, observen y aprendan please. Me compré un helado de Carrefour que decía “dulce de leche” y abajo “caramelo”. Les parece que son sinónimos? No señor. Bueno, eso es todo por hoy. Me gustó haber escrito esto. El cuore se aliviana algo. Siento que me vuelco un poco hacia donde de a muchos ratos quisiera estar: mi casa. Como dice papá, como el uruguay, no hay. Te extraño pa.
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