lunes, 21 de noviembre de 2011

etapas, tapas, y papas



Entregué el proyecto final del máster. Pero no sentí el orgullo que sentí cuando entregué la tesis, porque en estas 57 páginas no puse ni un décimo del trabajo y la pasión que puse en la cosa más monstruosa que hecho hasta ahora. Sin embargo, ahí está, esperando que alguien no lo lea y lo califique, porque aparentemente es como funciona el trámite acá.

Después nos fuimos a la cafetería, a tomar tintos de verano, aunque ya el calor que servía de contexto a esa bebida mitad vino y mitad fanta de limón ya hace un tiempo que desapareció. Pero bueno, nos pusieron papitas chip, charlamos un rato, nos mudamos al bar de al lado, el famoso Dublín, donde nos pusieron de todo un poco con los otros tintos que nos tomamos, y charlamos un rato más. Básicamente, más patatas fritas, patatas bravas, patatas con champignones, patatas con alioli, y cosas que no eran papas algunas también, aunque no demasiadas.

Y me entra como una nostalgia y a la vez, una especie de sentimiento de que necesito que todo se termine ya. Porque la época del máster pasó y hace bastante que ya no es lo mismo, y ya me dí cuenta, lamentablemente, que la mayoría de la gente estaba de paso. Probablemente yo también, y por eso me brote esa urgencia de no prolongar cosas que probablemente en la vida no se vayan a extender más de esta mesa compartida en el bar de hoy.

Y me entró un cansancio enorme, no sé si por el vino, o por haber madrugado para imprimir el trabajo en la oficina y ahorrarme cien impresiones a color, o por las circunstancias en general, o por los recuerdos. Por el simple hecho de visualizar quién era yo y dónde estaba hace un año, cuando probablemente veníamos por primera vez a este mismo bar y en ese entonces yo tomaba coca cola y no tenía muy claro quién me caía simpático. Agotamiento de todo lo que ha transcurrido, de este camino, a veces genial, a veces duro, últimamente un poco solitario, o más bien un poco resignado a ser solitario hasta la vuelta.

Me gustó mucho conocer a las personas que conocí, y sé que todos valen la pena de alguna forma. Lo que no sé es qué pena valgo yo para ellos. Pero creo que ya no me importa tanto lo que piensen la mayoría. Ya está. El camino madrileño se interrumpe por acá nomás, y se verá quiénes siguen apareciendo en los nuevos recorridos.

Una parte de mí está triste. Una parte de mí está satisfecha. Y otra parte no sabe ni qué le pasa, porque está fundida. Ahora sólo quiero dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario