domingo, 18 de marzo de 2012

los contras

En realidad no me gusta casi nada de vos.

Tenés un aire bien cocky de creído que se sabe medio lindo, opinás de todos los temas como si tu verdad fuera la única, te hacés el langa, el cra, con tu núcleo de pibas alrededor, tu harén de boludas que se desviven por aplaudirte las gracias (cual focas), o te creés machito alfa con los nabos del grupo, porque claro, casi ninguno tiene tu pinta. Es como que naciste para hacerte rogar y actuar de interesante, para tener minas a tus pies, o no tenerlas pero actuar como si las tuvieras, y caminás con ese paso de inmortal, de yo-me-las-sé-todas, esa fachada de niño bueno y correcto y esos ojos de galán que me tengo que considerar bendecida si resulta que se alinean los planetas y me dirigen una mirada, aunque sea para pedirme que te sirva coca cola. Capaz no sos un adonis pero estás bastante bueno, entonces claro, el mundo complota para abrirte un sinfín de puertas (esas puertas que los simples mortales vemos siempre con cartelito de "closed"), encima trabajás de algo re respetable, tenés tu propia casa, tenés labia, que no es menor, y un halo de misterio que rodea tu existencia, una existencia, claro está, llena de viajes y aventuras y experiencias de lo más exóticas, inaccesibles casi, excepto cuando te dignás a contarnos un poquito, sólo para que entendamos cabalmente que estás mucho más allá de cualquier cosa a la que podamos aspirar, y que el mismo hecho de que nos relates algo de tus fantásticos devenires en exclusividad equivale a un placer cuasi orgásmico.

Lo gracioso es que me dan ganas de reventarte la cabeza. De muchas y variadas formas. Ganarte las discusiones. Ponerme, de alguna manera, a tu olímpica altura. No sé si elevándome yo (lo dudo) o bajándote de un hondazo a tierra (¿o de un flechazo?), y descubriendo lo que hay debajo de esa máscara de perfección inalcanzable. En una de esas, un buen loco.

Lo gracioso es que dedique tanto tiempo a ennumerarme a mí misma la cantidad de razones por las que no es conveniente que me caigas en gracia. Y a forzar mi indiferencia.

En realidad no es gracioso...

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