miércoles, 8 de octubre de 2014

Un texto de mierda

Estoy sintiendo la fatiga de mis piernas. Cómo laten, cómo hormiguean los músculos, cómo la ducha me dejó suave la piel. Estoy sintiendo eso por no sentir otras cosas que apago bajo un agotamiento permanente. Sé que los dedos de los pies están ahí, sosteniendo la tela de la sábana. Percibo mi espina dorsal apoyada sobre el almohadón, con el gesto de mala postura que ya se me instaló eterno entre los hombros. Torcida, escribo esto. Cansada, pienso en cómo seguirlo. No sé ni si lo quiero terminar. Capaz no hay más cosas que decir aparte de explicar cómo mi respiración levanta apenas la laptop, en un vaivén de susurros que apuñalan las teclas y que acompaña imperceptible el motorcito Toshiba mientras aparecen símbolos en la pantalla. O por ahí está todo agazapado atrás de un posteo que no existe. Pero resulta que al final escribí un texto de mierda, mal inspirado en un silencio terco que se niega a transformarse en algo más comprometido.

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