domingo, 30 de junio de 2013

Me quedo

Me quedo con los síntomas alegres y no con el miedo porque unos dicen que sí y el otro está susurrando estupideces. Me quedo con la idea de que la noche es muchas noches y cuantos más despertares, mejor. Me quedo con el desayuno en calma y el parque al sol; otro parque, otro sol y esperanzas nuevas. Me quedo con las despedidas que nunca se acaban y las manos tibias a pesar de todo, porque además de calor, contagian seguridad y afecto. Me quedo con la ternura profunda y transparente de cada una de las palabras que recibo, con la sinceridad vulnerable y valiente, con la generosidad presente en cada sílaba. Me quedo con el recorrido mutuo de descubrimiento, salpicado de buenas sorpresas. Me quedo con la risa y la curiosidad que ahuyentan demonios. Me quedo con el abrazo obligatorio y lleno, con los planes craneados a medias, con la espontaneidad, con el ritmo acelerado de un corazón en la palma de mi mano. Me quedo con todo lo que haya y me quiero seguir quedando.

miércoles, 26 de junio de 2013

Fotos irrompibles

Escribo desde una desolación muy sórdida. Hoy me encontré con un blog llamado Project Unbreakable. Resulta que lo creó una chica de 19 años llamada Grace Brown, que es fotógrafa. Se trata de una colección gigantesca de imágenes de personas sosteniendo carteles con frases que dijeron quienes abusaron de ellas. Lo que asusta es la dimensión, porque realmente son muchas frases y muchas personas, y hay bastantes casos de más de una violación por víctima. Pero también asusta la cercanía. Porque muchos (demasiados) padres, tíos, abuelos, padrastros y hermanos acosaron sexualmente a niñas y niños de edades incomprensibles, a pre adolescentes, a mujeres hechas y derechas. Muchos desconocidos abusaron de sus víctimas poniéndoles algo en la bebida. Muchos grupos de amigos irrumpieron en dormitorios de chicas solas. Incluso algunas mujeres tocaron a sus hijos, niñas violentaron a otras niñas, y profesoras forzaron a sus alumnos a tener relaciones sexuales. Y un variado, morboso y extenso etcétera.

Entre todo esto, el proyecto trata de arrojar algo de luz sobre tanta miseria humana. Se ve que lo logra, porque si bien Grace Brown lleva fotografiadas a más de 400 personas, son miles las imágenes que los lectores del blog envían contando un retazo de su tragedia personal. Es increíble cómo una pequeña frase delata años de abuso, formas impensadas de violencia o una traición fundamental a lo que debería ser el cariño de la familia. Es terrible como todo eso existe y convive y anida en la vida de tantas personas. Es tristísimo como afecta muchas fibras de lo que esas personas son. Quizás contarlo ahí, de alguna manera, sirva como exorcismo. Quizás leyéndolo, y rompiéndonos los ojos frente a esas fotos y esas palabras duras y amargas y llenas de mugre, frente a esa maldad obvia pero solapada, frente a ese dolor latente y crónico, podamos entender qué debemos aceptar y qué no. Cómo podemos ayudar. De qué forma nuestras reacciones destruyen o alivian. Quién tiene la culpa. Y, sobre todo, cómo se arregla a un ser quebrado por una experiencia tan devastadora como repulsiva y tan inverosímil como real. 

Por suerte nunca viví algo así, pero se me fue un poco el alma hacia cada foto, y hacia las miles de fotos de situaciones similares que debe haber sin exponer, ya sea por miedo, por culpa, por vergüenza, por el daño que algo así innegablemente deja, por el asco, por la depresión, o simplemente por la falta de fe en la humanidad, que ya es bastante. 

lunes, 24 de junio de 2013

Hola invierno

Puede que el invierno sea árido y gris y sin gente a la vista. Puede que la bufanda no abrigue lo suficiente y que el viento cortante se cuele por donde la ropa traiciona. Puede que la noche no invite a recorrerla. Puede que el cielo esté inhóspito, ambiguo, crudo, y que los parques sólo sirvan para que la niebla juegue a la escondida. Puede que a los árboles les duela su exhibicionismo impúdico, que las casas se encierren en sí mismas y que no haya más que ratas que corren para que no las alcance el frío de la calle vacía. Puede que nadie mire por los vidrios empañados y que la sensación térmica diluya el coraje. O que llueva como si un gigante extendiera un manto de hielo sobre las azoteas. Puede que ni los gatos asomen la nariz en la vereda escarchada. Puede que todo esto describa la más gélida temporada y, sin embargo, puede que adentro mío haya una chispa iluminando la vida. 

domingo, 23 de junio de 2013

Todo menos muerta

Estaba ausente acá porque estaba presente en otros lados, que es generalmente la razón de las ausencias. Exceptuando a la muerte, claro, pero esta vez estaba todo menos muerta.

viernes, 21 de junio de 2013

Beauty


La belleza depende del ángulo, de la circunstancia y de los ojos que la ven.

martes, 18 de junio de 2013

Me gusta

Me gusta la forma inquieta que tenés de tocarte el pelo, y cómo a veces no sabés qué hacer con la longitud de tus piernas. Me gusta tener que alzar la cabeza para mirarte y que tus ojos sean de varios colores, y aunque me ponga nerviosa, me gusta que deposites en mí esa mirada risueña. Me gusta que escribas. Me gusta que seas todo pureza y que podamos hablar y pensar a la vez, me hace sentir un poco adolescente y un poco anciana todo junto. Me gusta cómo me acariciás la espalda. Me gusta y me sorprende que sigas queriendo conocerme. Me gusta tu boca sincera y tu necesidad de abrazos. Me gusta cómo se pone el mundo de lindo cuando acompasamos los pies en una vereda aleatoria, y que el viento te acerque a mí. Me gusta extrañarte y esa pequeña barrera inicial que cada vez que nos vemos cuesta menos deshacer. Me gusta tu corrección que convive con mágicos destellos de locura, y que vos sigas viviendo como si no fueras perfecto. Me gusta gustarte aunque no termine de creérmelo. Me gusta cómo atrapás mis mitos y los tirás bien lejos. Me gusta pensar hacia adelante como si fueras a estar en muchas noches más. Me gusta el miedito de las cosas buenas y, más que nada, me gusta descubrir lo mucho que me gusta que me gustes como me gustás. 

lunes, 17 de junio de 2013

Día bisagra

No sé por qué, pero estoy segura de que hoy fue un día importante. Empezó con sueño y pereza, después con ímpetu y demandas, siguió con cambios de rutina, desembocó en una tarde agradable y llena de palabras, pasó fugazmente por un abrazo cálido en el medio de la ciudad helada, y terminó en un reencuentro y una serie de golpes leves que ya empezaba a extrañar, porque lo lindo del hockey también son las heridas de guerra. Y ahora se acaba acá, escribiendo que es un día bisagra, y pensando que soy feliz porque recuperé muchos entusiasmos distintos. Pensando que es un día bisagra porque tengo ganas de hacer cosas y mieditos lindos. Pensando que empiezo una página nueva y guardo en una caja las páginas viejas, para releerlas cada tanto. Pensando que quiero más días así, sencillos pero redentores. 

domingo, 16 de junio de 2013

Receptáculo

A veces la gente me regala historias, como quien regala un libro o un ramo de flores. Me escriben o me cuentan algo que no es lo que típicamente se le cuenta a alguien, especialmente si es una persona a la que nunca le viste la cara. Pero me pasa, y lo agradezco, y lo disfruto, y espero, algún día no tan lejano, poder usarlo bien. 

Será esa antenita de cuasi periodista que tengo, o que se me ve un aura de curiosa, o que por razones desconocidas irradio ganas de escuchar. No sé bien por qué, pero cada tanto alguien me ofrece un pedacito de su vida para que yo arme el collage de mi concepción del mundo. 

Y no son pedacitos random, sobras, retazos. Son eventos definitorios y sus repercusiones, son secretos turbios, son deseos tristes y prohibidos. Son historias de sordidez y soledad. O, en algunos casos, enseñanzas a partir de grandes errores. O maravillas que pudieron rescatar de un pozo patético. O dolores de alma. Miedos. Duelos. Gajos de experiencia expuestos. 

A veces la gente me regala historias que atesoro. Historias con nombre y apellido, con trama, con finales truncos, con lugares que conozco, con páginas borroneadas de llanto. Me hacen llegar, con desinterés patente y honestidad cruda, una historia real que parece de mentira. Me regalan cuentos hechos carne que, cuando el tiempo los vuelva olvido, voy a procurar escribir.

sábado, 15 de junio de 2013

Maní

¿Viste cuando te parás en el borde de algo, ves que nada te retiene, nada te impide saltar, y de verdad querés lanzarte? 
Bueno, así, pero con gusto a abrazo.

jueves, 13 de junio de 2013

Dudo

A veces me da miedo hablar de algunas cosas acá. De cosas de tipo más debatible. No me da miedo por lo que puedan pensar de mí por tener tal o cual opinión, sino que me asusta no tener del todo claras las cosas. No saber exactamente qué está bien y qué no. No tener la opinión férrea que veo que a mi alrededor muchos aparentemente tienen. Me alegro, en cierta forma, de que al no tener una postura marcada, también carezco de la ceguera intolerante que veo asolando el panorama diario de la conversación y el debate. Pero me pregunto si está mal dudar de las dos campanas, porque al fin y al cabo hay que optar por alguna. Y me paro en el medio de ese campo de batalla filosófico, social, cultural y hasta religioso que plantean temas como la legalización del aborto, muchas veces también cruzado por las flechas de la ideología, con sus sesgos y sus particulares y estructuradas formas de observar el mundo. Y me miro siendo atravesada por todos esos argumentos, y me veo dudando de todos, y encontrando certeza en ninguna parte. 

No me gusta la gente tibia pero tampoco me gusta la gente que se lanza tras una bandera sin conocer bien por dónde se le deshilacha el dogma. No me gusta la gente que golpea pero con falacias sin filo, descuartizando el diálogo con una violencia que hace sangrar pero no por tener argumentos más fuertes, sino una forma de hablar más dañina. No hay una postura respecto a la legalización o no del aborto inequívocamente clara. Por eso me asombra cuando escucho exposiciones que parecen revelar la absoluta verdad universal del asunto, sin hacerse cargo de las carencias lógicas que una posición determinada y radical sobre un tema así tiene, sin contemplar los casos que por fuerza se le escapan, sin tener presente que esto no es algo frío y despojado, sino que hay tantas variables y tantos seres humanos involucrados, que es realmente muy difícil, en mi opinión, que una ley sea justa para todos.

¿Cuándo es el niño un niño y no un manojo de células multiplicándose? ¿Cuánta opinión tiene la madre sobre la vida de ese chiquilín, y cuánta tiene el padre, que al fin y al cabo también tuvo algo que ver? ¿Por qué se centra tanto la discusión en la mujer? ¿Cómo llega alguien a tener que practicarse un aborto? ¿Cuántos escalones sociales fallaron en ese descenso hacia una situación así? ¿Cómo podemos mejorar la información, la anticoncepción, el apoyo en caso de decidir tener al bebé? ¿Por qué alguien que aborta es alguien que asesina? ¿Por qué algunos condenan a los médicos que recurren a la objeción de conciencia? ¿Por qué otros grupos condenan siquiera el planteo de una discusión así? ¿Qué vida vale más? ¿Quién tiene razón? ¿Cómo se juzga algo así?

La verdad es que yo no tengo la respuesta a ninguna de esas preguntas. Me desconsuela un poco que parezca que todos las tienen. Que se está discutiendo algo y todos gritan y nadie oye, o pocos oyen. Que algunas de las mujeres que se ponen pastillas de fosfuro de aluminio en la vagina no sobreviven para ir o no a votar el 23 de junio. Que los hombres que ponen hijos en los úteros de esas mujeres a veces no se enteran de que lo hicieron, y de que hay una tendencia de la sociedad a no requerirles demasiada responsabilidad en el tema. Que un día esa mujer puedo ser yo, o mi prima más chica, o mi mejor amiga. Y no sé cómo se vive después de decidir abortar. Y me da un miedo horrible tener hijos, y dudo mucho de poder criarlos sanos y felices, sobre todo si esos niños no tuvieran un padre en la vuelta. Entonces, de verdad, no sé. 

Pero admiro que todos sepan. Yo mientras sigo navegando en estas preguntas.

miércoles, 12 de junio de 2013

Prejuicio

Me empecino en que no.
Y me vas demostrando que sí.
Eso es lo que me encanta.

martes, 11 de junio de 2013

Saudade


La infancia ya no es lo que fue porque nosotros ya no somos lo que fuimos.

lunes, 10 de junio de 2013

Circo

Ponía un pie delante del otro, casi sin mirar pero con cuidado. La cuerda estaba lo suficientemente floja como para no perder esa flexibilidad que lo equilibraba sobre ella. Las manos sudaban pero iban calmas a los lados del cuerpo. Todo en su estampa indicaba experiencia y sosiego, pero el corazón le redoblaba escondido en ese pecho calmo. Caminaba sobre el abismo como si el miedo no fuera parte de su historia. Y sin embargo lo era. Pero no se notó hasta que trastabilló ligeramente, con el soplo del aliento de un fantasma, y sus pies perdieron la noción del apoyo. La cuerda dejó de ser firmeza y se convirtió en apenas algo que dividía la caída en dos. La única decisión que le quedó entonces, una vez perdido el balance, fue elegir hacia qué lado caer. Con el pánico envolviéndolo como una burbuja, optó por el lado izquierdo. Y se hundió en la red. 

jueves, 6 de junio de 2013

Quiero


Quiero ser veleta y dejarme llevar por este viento suave, tierno y generoso.

miércoles, 5 de junio de 2013

Sacudir el polvo del alma

Escribí, Magdalena. Escribí lo que sea pero hacé que haya palabras para hoy, porque este miércoles algo sórdido también merece tener palabras. Escribí sobre el frío o el parque desolado. Escribí sobre muros cada vez más blancos, sobre la silueta que deja algo que estuvo mucho tiempo colgado en la pared, sobre el olor a pintura fresca o los cartones protegiendo el suelo. Escribí todas las palabras que ya dijiste cien o doscientas veces y sin embargo no te condujeron más que a la frustración y se llevaron tu entereza. Escribí sobre los lugares donde buscás la alegría, sobre el calor amigo o el deporte terapéutico. Escribí porque te sale lindo nomás. Escribí sobre los cierres y los finales y toda esa mierda que viene con ellos, y por qué no, también escribí sobre la ilusión de los principios y el miedo horrendo a quebrarlo todo. Escribí sobre el cansancio que te ronda y te pesa, sobre los choques, los desgarros, sobre el corazón desparramado en una mesa de carnicero. Escribí para decirle a alguien que quisieras darle el mundo y no sabés si sos capaz. Escribí sobre los sueños que nunca llegaste a tocar y sobre verlos apagarse en una hoguera de resentimiento. Escribí, mija, sobre lo que sea, pero escribí algo porque la vida se va y vos un día vas a querer acordarte de hoy, cinco de junio de dos mil trece, cuando recorrías la rambla esquivando autos más lentos como si fueras la heroína de alguien. Escribí como si te leyeras a ti misma dentro de cien años y quisieras recordar que tu hermana se sentó en la mesa contigo cuando ya todos habían cenado. Que hiciste puré con verduras de puchero y hablaste de Boston. Escribí para seguir sobreviviendo, para que duela menos la muerte y para expulsar los narcóticos de la rutina. Escribí como ejercicio y alimento, como dinámica de orden, como manifestación de deseo. Escribí para no herir más, para agradecer el alto el fuego y para doblar los trapos sucios y guardarlos en el cajón, hasta que un día todos olvidemos que estaban sucios. Escribí para que mañana haya sol y de noche haya cielos, para que las olas lo cubran todo y no te ahogues, para que no te desvíes por caminos viejos. Escribí porque te sale como un regador nocturno en un jardín sediento. Escribí porque es tu trabajo y tu misión, porque no sabés hacer otra cosa, porque hasta el viento te dijo que escribas y porque sabés que si callás te morís más rápido. Escribí como si te quedara poco y fueras a dejar un testimonio válido, una evidencia de que un día viviste así, torpe y angustiada, queriendo creer en que las cosas van a asentarse en un recoveco de paz en cualquier momento. Escribí para confiar en los abrazos. Escribí para empezar a desalojar algunos pensamientos y nostalgias. Escribí para sacudir el polvo del alma. Escribí para que el gato despierte y te mime. Escribí porque escribir te cura. Escribí para recordar el humo de un cigarro que envolvía al desaliento. Escribí lo que sea, contá una historia o una mentira o un chiste verde. Una carta, un verso, un tuit. Escribí para dejar constancia de esa sombra de tristeza que evita la lámpara de la mesa de luz. Escribí porque nadie te lo pide. Escribí porque esto queda y porque el pasado también se arma con textos. Escribí para cuando seas famosa. Escribí porque al fin y al cabo nunca vas a estar tan joven y, sobre todo, escribí porque nadie va a tejer jamás esta misma combinación de vivencias, así de tuyas y así de tantas, en un textito infértil para la internet. 

martes, 4 de junio de 2013

Basta

A veces creo que estoy tan rota que me corto con mis propios fragmentos.

lunes, 3 de junio de 2013

Caos

Quiero volver a estar en orden alguna vez.

Poder sonreír de aquella forma.
Que el silencio no hiera tanto.
Confiar en que valgo la pena.
Lanzarme sin terror.
Querer sin pánico.
No perder en cada jugada.
Armar el puzzle de pedacitos rotos.
Abrir las puertas como si fueran brazos.
Besar sin lágrimas.
Mirar sin preguntas.
Creer en alguien que cree en mí.
Hablar para siempre.
Caminar con pausas.
Descubrir refugio.
No esconderme nunca más.
Apostar con todo.
Abrazar con fuerza.
Romper cuerdas para atar nudos nuevos.
Respirar en calma.
Desear con resultados.
Saltar más alto que nunca.
Y existir sin vacíos.

Quiero volver a estar en orden. Ya.

domingo, 2 de junio de 2013

Chau domingo

Se fue ya. Siento que lo vencí esta vez. Lo llené de cosas lindas y de gente querida y le planté ilusiones en la ventana y lo acaricié y lo invité a comer cosas ricas y lo saqué a pasear y lo cansé y brindé con él y llegué tarde a todo pero no importó tanto. Porque son las 2 y media de la mañana y yo me voy a dormir sintiendo que le gané a esa melancolía dominical. Y quizás también a la del lunes y a la del martes. 

sábado, 1 de junio de 2013

Dos a cero

A veces se gana y a veces se pierde. Y a veces aún perdiendo se gana. Y a veces se juega mal y se gana a pesar de ello, a pesar de que cada fibra de mi cuerpo sienta el sabor amargo de no haber sido digna de la victoria. Al final sólo importa el resultado. Puede ser. Y también puede ser que importen las pequeñas circunstancias, los diminutos méritos, el repertorio de errores, las gotas de sudor y todo el despliegue de acciones minúsculas que suceden no sólo en un partido, sino en meses de trabajo, que reflejan, o no, el puntaje que se anota en la tabla. 

Hoy se lució el equipo, no yo. Y está bien. Por algo somos una entidad colectiva. Hoy ganamos. Pero no puedo dejar de sentir esa desilusión personal en un recoveco del alma. Y quisiera poder jugarlo de nuevo para merecer ser parte de algo tan lindo.