miércoles, 14 de octubre de 2015

Amor no era

Amor, lo que se entiende por amor, no era. Pero era lindo igual. Era suave, envolvía, apaciguaba. A ella le gustaba que la televisión los iluminara juntos y a él que ella respirara en calma a su lado. Apenas hablaban. A veces eran solo caricias en silencio, porque sus vidas ya las sabían y les costaba encontrar palabras para definirse. Se miraban sin planes. Se miraban seguido sin saber qué pensaba el otro o sin saber si valía la pena saberlo. Se tragaban preguntas y miedos. Era cómodo y mullido estar así, sin profundidad. Pero también era vacío. 

lunes, 12 de octubre de 2015

Llueve

De repente no podés dormir, a pesar de los bostezos y del silencio y del cansancio persistente y cotidiano. Porque algo se disparó, quizás en ese libro que acabás de cerrar con sensaciones mixtas, quizás en ese cúmulo de acciones que terminó siendo tu día, quizás en algo más profundo que se fue gestando semana a semana, con cada palabra que no escribiste, y que fue llenando un papel vacío y luego otro, hasta tener un libro mudo atorado entre los dedos y los ojos y la boca cerrada. 

De repente no podés dormir y no sabés si es por no haber escrito o por no querer escribir. Si es por negarte a algo que sólo se afirma en vos, o si es por estar desbordada de textos. Por algo no te acercás al teclado y reprimís la vida, reprimís la risa y la calma de saberte contada, no tenés quien apague la soledad de no ser leída, ni el sabor final de algo hecho, una constancia de que exististe una vez más en un resquicio digital de un mundo que no es nada pero contiene todo, y quizás no dormís porque seguís necesitando esa contención virtual, porque todavía no te sale escribir una historia que se imprima en árboles y se apile en mesas de luz, esperando el turno para revelarse ante los ojos de alguien.

De repente no podés dormir por casuísticas coyunturales que nada que ver, porque el clonazepam hoy no funciona, por ejemplo. O por la copiosidad de la cena o el miedo al estrés semanal, el olvido de un cumpleaños, la sensación de agobio y la multiplicación de actividades, la agenda insaciable o el frío que sigue vigente. Aunque estás casi segura de que es por haber dejado sin escribir cien mil cosas que te pasaron y que hubieran sido más fáciles de explicar en una sesión de teclado, porque la verdad que la terapia tampoco te está resultando mucho.

De repente no podés dormir y tampoco querés dormir sin haberte acercado a la compu y haber soltado algo de todo ese maremoto que ya te aburriste de silenciar. De repente la noche era esta y la hora era esta y no sabés si eran estas las palabras pero al menos son algo, una materialización pequeña de un gran alboroto, de un naufragio, de una promesa o de un duelo. De repente no tenés ni idea pero tenés cuatro párrafos escritos que son un atisbo de alma, un zoom in a una serie de inquietudes, unas primeras gotas de una lluvia que por fin se viene, después de muchos meses sin agua y de una vida con sed.