viernes, 30 de mayo de 2014

1001

No están. Salieron todos. Salió la señora de tacos tan altos como su alcurnia, salieron las hijas a bailar, salieron los gordos del tercer piso al teatro, salió la familia chilena, salieron tras sus vidrios negros los enamorados de abajo, salieron los perros a dar la vuelta a la manzana, salió el portero a fumar. Quedó alguna luz prendida, una tele autista, heladeras que zumban y un gato gris durmiendo sobre el respaldo del sofá. Los faroles de la azotea alumbran ventanas muertas. El tráfico se hamaca frente a la puerta principal. No hay nadie en el edificio, excepto la alarma pausada porque estoy yo, abrigada en la seguridad efímera que dan unas paredes altas y un balcón al abismo. El gato gris se estira y salta y viene, y somos dos anidando en la cama y respirando la noche desde acá arriba, donde la soledad se confunde un poco con la niebla.

domingo, 25 de mayo de 2014

No es sobre vos

A veces no escribo porque no quiero escribir sobre vos y tu risa y tus cosas y tu forma rara de ver el mundo y de comértelo en gigantescas mordidas llenas de miedo al hambre. Escribir es reconocer y no hace falta darle nombre o forma a esto que me sucede al saberme bocanada, aire entre tus dientes, viento en tu lengua, un trago más de vida deslizándose por los bordes ávidos de tu garganta. Así que silencio y distancia y hojas dejadas para siempre en blanco, arrugadas y sin propósito, porque no quiero ser el postre de otro banquete de euforia. 

domingo, 18 de mayo de 2014

Llueve y no estás acá

Llueve y no estás acá. A mí no me parece gracioso. No estás y me enfrento sola al zumbido de la tele y el sofocamiento sutil de la calefacción. No estás en los planes de viajes ni en las idas a cumpleaños. No estás en forma de regalo ni de carta ni de razón para llorar. No estás porque capaz que nunca estuviste y en una de esas seguís sin estar, y la televisión me va a dejar sorda y la edad me va a dejar loca y vos vas a andar en otra parte, descubriendo tu propia vejez sin mí. No estás y yo sigo sin conocer esa sección de mí que se activa en tu presencia. No estás y no es divertido. A veces me olvido pero en general tu ausencia me sacude como un mínimo terremoto perpetuo. No estás acá y me aburro. No sé muy bien qué hacer con algunos días. No estás y bueno, cuando hay sol no es tan grave. Pero ahora llueve. Y no estás acá.

Espiral

Siento que no escribo hace años. Que no vale la pena contar ni un suceso. Por qué, si acá todo sigue como si nada, como si lo mismo fuera nuevo y lo nuevo fuera lo mismo. Raro y turbio. Inexpresado. Random thoughts never written. Boludeces. Ese gigantesco sentimiento de no caber en los brazos de alguien. Esa minúscula sensación que asfixiamos bajo una almohada. Ese ruido a risa que asusta y libera. Esa mirada que no es nada y es todo y te abre las puertas del mundo. Música repetitiva y mística y adormecedora. Canciones para cada contexto. Muelas hartas de bruxar. Besos ahogados. Ideas frágiles. Espejos. Y una o dos explosiones internas cada tanto. Aparecer en pocas palabras, como para decir que estoy acá, al lado del teclado, sin saber qué hacer con la reiteración de ciclos que son mi espiral. Porque escribirlos otra vez cansa. Leerlos agota. Vivirlos mata. Y no quiero estar cansada y muerta. 

La noche aplasta. Mejor juguemos a que todavía es temprano y no perdimos las esperanzas en la cuesta abajo de la melancolina. 

lunes, 12 de mayo de 2014

El átomo

A veces todo se reduce a que alguien te acaricie la cabeza mientras vos decís incoherencias semidormida en el refugio discreto de la evasión y el encuentro. Esa mano revolviendo el pelo es como el átomo de la ternura. Es la base del mundo que al otro día nos va a ver irnos en autos distintos a rutas viejas, llevándonos un gramo de esa cosa intangible que nos hace sentirnos menos solos y más parte de una misma sustancia rara que se volcó en dos vacíos. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Yes I can't

Me comí un caramelo con gusto a fracaso y me dieron otro con gusto a consejo para equilibrar el sabor. Y lloré y después vi la luz prendida del baño y me di una ducha irresponsablemente larga y volví a ser yo y a querer hacer del mundo un lugar mejor, empezando por el rinconcito más enclenque del altillo de mi alma. 

martes, 6 de mayo de 2014

Nos miraba

Nos miraba agazapada en una caja de cartón a la que le hicimos agujeros para que pudiera respirar. Estaba asustada pero había desembocado ahí, en un rincón de nuestra azotea, chiquita y débil pero viva todavía, así que la atrapamos y la guardamos y le dimos de comer. Al principio no quería nada pero después, poco a poco, fue aceptando minúsculos bocados, no sé si por el hambre o el terror, y su cuerpo empezó a querer crecer y desplegarse. La sacábamos de la caja para que viera la luz y se llenara del viento ese que sopla desde la orilla, hasta que un día se animó a revolotear torpemente de mi mano hasta un banco, luego a una mesa, luego a un rincón y terminamos encerrándola otra vez con el miedito ese de quien no se atreve todavía a cortar ciertas amarras. Al final, una tarde de mayo, la consideramos lo suficientemente grande y fuerte como para escaparse al mundo. Abrimos con decisión las tapas de la caja y la empujamos suavecito sobre las baldosas grises, para que se familiarizara con la libertad antes de llenarse de aire y extenderse y desprenderse y alejarse. Lo último que vimos fue el surco que dejaba sobre los techos plateados el vuelo radiante de nuestra idea.

lunes, 5 de mayo de 2014

Ese edificio

Abrí una de las puertas y era una habitación enorme y oscura, con olor a humedad y a diarios viejos, con sensación de sótano y opresión de cementerio. No quise entrar; cerré lo más sigilosamente que pude y me aproximé a la segunda puerta, robusta y roja. Tras ella se escondía un pequeño jardín de cactus y un par de gatos naranjas se estiraban perezosos sobre un pedregullo claro acariciado por unos pocos rayos nítidos de sol que se filtraban por entre los gajos de una claraboya. Daban ganas de quedarse. Pero seguí abriendo puertas en ese pasillo en espiral, encontrándome con un cuarto repleto de globos de helio, otro que era un campo infinito donde unos caballos me miraron mirarlos, otro que parecía una modesta biblioteca, otro donde se revelaban fotos, otro donde se escuchaban murmullos y conversaciones, otro donde no había más que un lápiz y un papel en blanco, otro con un espejo y otro que era un depósito de frascos llenos de perfume. Al final, tras una puerta de hierro, me encontré con un freezer y, dentro, un corazón humano. Después, en silencio, salí, me fijé que todas las puertas de ese edificio que era yo quedaran bien cerradas y me fui a dormir, no fuera a ser que se escaparan a pulular intimidades por el corredor.