lunes, 31 de diciembre de 2012

Chau 2012


Celebremos la excepcional cosecha.
Hagamos que todos los años sean así de buenos.
Y tratemos de no acostumbrarnos nunca a esta felicidad.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Recorrida



Somos la tardecita. El ruido de los cascos chapoteando en la tierra. El sol que parece un cristal naranja a través del cual ver todo. Las orejas inquietas de mi yegua tordilla. El olor a sudor, y a evaporación de agua. El ruido de las garzas al desplegar sus alas. El pasto, verde con crestas amarillas traslúcidas. El viento inexistente. El reflejo de las nubes en el tajamar sedentario. El crujido de la montura.

Mis pensamientos, mi caballo y yo siendo la penúltima tardecita del año.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Palabras prestadas



De golpe recordé que yo no soy la Tía Julia, sino el escribidor Varguitas. Excepto porque tengo chispa y rapidez para las réplicas, cuento cuentos colorados con gracia y tengo una risa fuerte, directa y alegre que me arruga los ojos. (Páginas 120 y 121.)

Soy Marito porque creo que la diferencia de edad no es tan terrible, y porque te quiero contar toda mi vida, no la pasada sino la que tendré en el futuro, cuando sea escritora, entregada totalmente a la literatura, la cosa más formidable del mundo. (Página 119.)

Nuestra relación se ha estabilizado rápidamente en lo amorfo, se sitúa en algún punto indefinible entre las categorías opuestas de enamorados y amantes. Éste es un tema recurrente de nuestras conversaciones. Tenemos de amantes la clandestinidad, el temor a ser descubiertos, la sensación de riesgo, pero lo somos espiritual, no materialmente, pues no hacemos el amor. (Página 122.) Y tenemos de enamorados todo lo demás.

No sé. Mirá si al final resulta que somos un radioteatro de Pedro Camacho, y terminamos divorciados y yo me caso con mi primo y vos sólo te quedás ahí guardado en un estante siendo el título, el corazón y la dedicatoria de un libro. 

Pero qué libro. 

jueves, 27 de diciembre de 2012

Festejemos


Porque podemos.
Porque queremos.
Porque tenemos muchas razones.

Festejemos más, que la comida es rica, la familia es grande y la vida es corta.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Un pacto para vivir

Paciencia. Distancia. Silencio.  
Y una extraña calma, porque entiendo que todo eso no significa ausencia.
De alguna manera seguís estando conmigo. 
Y yo con vos. 
 

martes, 25 de diciembre de 2012

Navidad y otros cuentos

Fue una Navidad feliz, en la que predominó en mí la idea de que tengo una suerte bárbara. En un momento, a las 12, cuando estábamos los 27 reunidos y saludándonos en el jardín maravilloso de mis tíos, y alrededor nuestro la ciudad estallaba en fuegos artificiales, pensé eso. Qué suerte que tengo, qué familia mágica, qué lindo lugar, qué cantidad de comida, cuántos regalos. El mundo no es así, ni la vida es así todo el tiempo, pero mi pedazo de mundo y muchas partes de mi vida recorren esos sederos de felicidad por lo que nos tocó en suerte. Y con la suerte, con ese halo de bendición general que flotaba sobre el jardín a la medianoche, se me volvió a manifestar ese agradecimiento gigante que me acompaña casi siempre, pero sobre todo en momentos así.

Y subyacente, lo otro. La lejanía, la incertidumbre insoportable, las infinitas dudas, el miedo. Y quizás un pelín de rabia hacia mi misma, un poco de enojo por dejarme caer en este lugar inservible, donde debo reprimir toda acción y la mayoría de los pensamientos. Un lugar en el que no puedo esperar nada. Ya sabía que estaba en ese punto impotente, pero no pensé que se me iba a hacer tan duro, ni tan amargo. No pensé que iba a necesitar tanto esas mínimas señales, ni que no me iba a conformar con ellas. No pensé que iba a dolerme. No pensé que iba a necesitar tanto más, tanto infinito más, y que los días no iban a terminar de pasar nunca. Me sentía fuerte como para sobrellevar la situación. Pero no. No la puedo sobrellevar. No puedo estar así enclavada en un pozo sin saber si me van a tirar una cuerda para salir. Porque ni siquiera sé si hay cuerda. Entonces tengo que salir yo sola, y no esperar nada. Salir y cortar cualquier otra cuerda que no sea lo suficientemente fuerte para sacarme. Para sacarme las dudas, el miedo, la incertidumbre, la lejanía. Porque será poco tiempo pero día a día es mucho tiempo, y ¿quién me dice que cuando esos días pasen algo va a cambiar? 

Tengo tan poco todo que no sé a qué aferrarme. Y creo que lo mejor para mí es no aferrarme a nada, y arrancarme lo que sea que se me incubó en el pecho con hachazos de olvido. O de adormecimiento. 

lunes, 24 de diciembre de 2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

Amigos que vuelven


Vuelven, y es como si nunca se hubieran ido. Como si la última vez que estuvimos juntos no hubiera sido en Madrid hace seis meses tomando un cappuccino frappé en un cafecito medio extraño de Chueca. Vuelven y vuelve una parte de mí que los acompaña a ellos en sus distintos rincones del mundo: Copenhague, San Francisco, Praga o donde el recorrido vital nos lleve a todos. Lo importante es ese rato que pasamos reunidos en torno a una mesa de bar, poniéndonos al día y dejándonos invadir por la sensación de que las cosas nunca dejaron de ser así de cercanas. 

sábado, 22 de diciembre de 2012

Reunión

Hoy observé bien las caras de mi familia. Era la primera vez en casi un año que estábamos los cinco juntos. Y a veces me olvido de las caras. Tengo que estar cinco minutos para tratar de armarme un rostro convincente y reconocible en la mente. Se me difuminan rápido. Y tengo miedo de olvidarme de sus caras, de olvidarme de los momentos felices, o que se me escabullan, que no los pueda armar por completo. Tengo miedo de que envejezcamos todos. 

Entonces los observé. Los recorrí con la vista. Los guardé, así como estaban hoy, en la caja fuerte de mi memoria. Nadie me los va a poder robar. Las caras que tienen ahora mismo son mías para siempre.


viernes, 21 de diciembre de 2012

Mejor callar

Otra vez lo mismo, Magdalena.
Así que mejor no escribas nada y desangrate un rato a solas.
Algún día vas a escribir gracioso de nuevo. Hoy no es ese día.
Hoy es día de evaluaciones, de ganas rotas, y de despedidas.


jueves, 20 de diciembre de 2012

Permiso

Permiso. Vine a desnudarme. Siempre vengo a eso, pero hoy vengo particularmente a eso. A quitarme la piel. A mostrar mi congoja en carne viva. A que se note cómo transpira cada uno de mis poros, evacuando miserias. Vine a sacarme la ropa, botón a botón, y depositarla junto a mis máscaras en el suelo. Vine a quedarme sólo con la transparencia puesta. Para que todos me vean. Para que descubran lo que oculto, que es muy poco, pero es parte de lo que esconde el algodón, el jean, el maquillaje, los anillos, la trenza en el pelo. Me vine a poner de pie bajo la luz que me vuelve nítida, imperfecta. El foco me mutila y me hace real. Me vuelve descifrable.

Permiso. Vine a desvestirme. Así como vacío los hojales, voy desabrochando mi cadena de certidumbres. Las desprendo de mí. Cae la tela. Cae hasta el perfume. Me quedo con mi olor, mi miedo, mis lunares. Es lo único cierto. Al fin y al cabo soy un conjunto de órganos envueltos en una bolsa de vida. Me desato los misterios del pelo, y lo sacudo, para que pierda la forma, para que gane el peso de su longitud. Nunca estuvo tan largo. Nunca brilló tan poco. Me sostengo erguida, con los pies firmes y las uñas torpes. Con la cabeza recta, con la espalda cubierta por los mechones libres. Me hago verdad y el espejo me devuelve ironías. 

Permiso. Vine a revelarme. Estoy acá para pisar las sombras descalza y evidenciar mi blancura. Para que no se dejen de ver las cicatrices, las marcas, el pánico. Para que el silencio se me enrosque en la lengua. El temblor de mi cuerpo a cada paso va a ser inevitablemente juzgado en cámara lenta. La sangre, clandestina, subcutánea y verdosa, va a aflorar en un rubor afligido. La sonrisa va a faltar con aviso. Los ojos van a abrirse nada más que para ser contemplados. Para ser vistos, sin ver. Voy a ser sujeto. Objeto. Víctima. El interior de una televisión desarmada. Voy a ser el acto de contar un secreto. 

Permiso. Vine a desarmarme. A mostrarme pieza por pieza, desencajada, sin repuestos, puzzle a medias. Un organismo pensante que se sacó las ideas, el llanto, las conjeturas. Me los dejé en otra geografía. Hoy vine a desnudarme, a quedarme así, loca, genital, harapo, constelación. A que me descubran animal y pobre. Con una limpieza tal que hace que los defectos brillen. Vine a que me golpeen con prejuicios y ellos se escurran por los pliegues de mi franqueza. Vine a ser despojo. A quedarme lo más cerca de la nada que puedo estar. Ser fibra, líquido, grasa, microcosmos. A dejar el vidrio del alma tan traslúcido que alguien lo traspase sin querer, y lamerle los cortes y curarle el ardor y llenarle el corazón de vendas para que el dolor se amortigüe. 

Permiso. Vine a dejarme querer. 


  


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hormigas

Llegar. Saludar en el camino hacia el segundo piso. Traspasar la puerta de vidrio, que es como entrar en casa. Prender la computadora con la punta del pie y toda la motricidad fina que eso me implica. Depositar la cartera. Sacar los lentes. Sacar el celular. Agarrar la comida y subir a ponerla en la heladera. Lavar los lentes. Ponérmelos. Ver en el espejo que no hay caso. Sentarme en mi silla. Contraseña. Abrir el mail y la intranet. Ver todo lo que hay para hacer. Generalmente es mucho. Hoy no tanto. Mirar a través de la sala. Múltiples veces. Levantarme. Ir a buscar agua y eso. Bajar las escaleras dando saltitos. Volver a sentarme. Cumplir con alguna orden. Pasar por el estrecho que se forma entre la silla de mi compañero de mesa y la pared. Percibir su molestia. Ir y venir. Subir, bajar. Bajar más abajo. Mirar la hora. A veces no, a veces no necesito mirarla. Espiar entre las computadoras, desde mi pequeño rincón. Hacer listas y tachar cosas. Atender el teléfono, poco, por suerte. Almorzar. Ir a Cuentas. Ir a Producción. Ir al baño. Juntar plata y encargues para ir al quiosco. Salir esos 10 minutos, tomar aire, tomar tres rayos de sol. Volver. Agarrar la pelota de rugby desinflada. Caminar por la sala tirándola para arriba, atajándola a veces. Charlotear. Sentarme. Parecer ocupadísima cuando vienen los jefes. Pensar alguna cosilla. Ver videos. Pasear. Corregir. Concentrarme un rato de ser posible. Chusmear lo que hacen los demás. Redactar avisos de último momento. Nunca hay un último momento. Buscar mis tuppers. Juntar mis cosas. Esperar mientras se apaga la pc. Saludar al portero. Abrir la reja. Subirme al auto y escaparme al parque.      

martes, 18 de diciembre de 2012

Tristecidad

Libreta diseñada por Paul Dansen

Estuve releyendo mis últimos posts. Creo que reflejan bien lo que me pasa, lo que pasa por mí, lo que no puede pasar, lo que no deja de pasarme. Es un enredo fenomenal de contradicciones. Por un lado todo lo mágico, por otro, todo lo triste. Las complicaciones. Los miedos. La desazón. La esperanza que se tambalea a cada rato. Y ahí, haciendo fuerza, la magia otra vez.  

Así que es una constante tristeza feliz, o una felicidad triste permanente que pesa sobre todo. De repente me ilusiono y de repente veo todo tan oscuro y largo y lento y difícil que pienso que lo mejor sería dejarnos en paz. Que abdicar sería una solución acertada. Especialmente porque mi posibilidad de acción es tan reducida. Puedo esperar, puedo recibir migajas, puedo quedarme en mi rincón aguardando que haya algún momento para mí. Pero no puedo ir a buscar nada. 

Nunca tuve tan poco margen ni me paré en un lugar tan impotente. No tengo miedo porque por ahora es algo inviable. Tengo pena, y me alegro cuando disfruto los instantes porque siempre son mejor que nada. Voy a tener miedo si en algún momento ese panorama se vuelve factible. Por la responsabilidad que encierra. Por la felicidad que promete. Porque a la misma vez, ese miedo es deseable. Es un miedo tierno, que asoma cada tanto entre las palabras. Como una idea intangible, hecha de espuma, hecha de sueños. O sea, como un futuro. Algo maravilloso y aterrador. 

No quiero llenar el blog de posts melancólicos. Pero es lo que tengo, es lo que me sale aunque de a ratos esté levitando. La mayoría del rato no lo estoy. Estoy pensando en abdicar. Estoy debatiéndome. Estoy desgarrándome un poco. Estoy sintiendo demasiadas cosas para lo que puedo demostrar. Estoy echando en falta rutinas que no tengo. Estoy doliéndome. Explotando. Necesitándolo todo. 

Un día voy a renunciar, pero no va a ser hoy. Hoy sigo acá. Hoy te quiero. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Azabache fue la noche

Le pegaron porque era oscura de piel y crespa de pelo. La prepotearon y la tiraron al piso. Le molieron el cuerpo a patadas, le horadaron el respeto, le acribillaron la dignidad. La hicieron trizas en la puerta de una discoteca, donde mucha más gente bailaba despreocupada, donde muchas personas salían a buscar taxis, donde muchos otros miraban la violencia con ojos ausentes. 

No se comprende la rabia, el desparpajo, la falta total de ubicación, de moral, de humanidad. No se entiende la patada indefendible. No se explica el silencio rodeando los insultos. 

Lo que más golpea es la indiferencia. 

domingo, 16 de diciembre de 2012

No estaba

Gente con cara seria, cara húmeda, como de tristeza cotidiana, como de apagón. Gente que camina de a dos con los pasos igualados. Gente con perros. Gente en bancos esperando a la muerte. Cerveza y besos. Abrazos oscuros de murito. Gente con motos y risotadas y porro. Gente en bici y gente cansada de sus propios pies. Gente enchufada por los oídos a un universo musical ignoto. Gente de negro, de gris, de blanco. Gente que aparece entre las sombras. Gente que persigue pelotas. Autos. Faros. Relojes. La noche entera rabiosa y cálida. Las baldosas elocuentes con su secuencia interminable, mi rodilla quejándose por la rótula, mi paso ensordecido y firme y mis ojos buscando. Gente en la rambla y yo entre la gente, sin dejar que nadie esquivara mi concentración.

Vi de todo, pero no estaba. No estaba entre la gente ni entre los perros ni me alcanzó corriendo ni escuché su respiración agitada al lado mio. No esperaba a la muerte ni a mí en ningún banco, tampoco andaba en moto ni tomaba cerveza, no se besaba con nadie en el amparo oscuro de un farol roto. Simplemente no estaba. No sé dónde estaba, pero no era ahí, donde yo recorría todo buscándola. No estaba en las caras serias de humedad ni en las parejas que acompasaban sus pasos. Tampoco estaba en el universo musical al que me unían un par de cables. No estaba en las baldosas, ni de blanco, ni en las bicis, ni en las sombras. Sólo estaba en mi concentración, en mi afán de encontrarla, en mi paso ensordecido de búsqueda interminable. Sólo estaba en mis pies cansados y en mis ojos rabiosos. 

La esperanza es esquiva y a veces pienso que sólo yo la persigo, como si fuera una pelota escapada que pisan los autos. 

sábado, 15 de diciembre de 2012

Quiebre

Qué día raro y mágico fue ayer. Con su agridulce sabor a pérdida como todos los días desde hace un tiempo, pero hermoso a pesar de eso, o por eso mismo.

Qué semana rara y mágica, también. Con sus secretos y sus ilusiones amontonándose por todas partes a pesar de las autoadvertencias.

Y qué sábado más vacío. Con su olor rancio a soledad instalándose otra vez en todo. En mí.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Abre paréntesis



Un descampado y el viento nocturno de golpe eran el mejor lugar del universo. Yo volaba.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Un post trunco


Tengo tantas cosas para decir y tantas para callarme que este posteo va a ser insuficiente para todo y va a morir trunco. Pero al menos nació; ese viene siendo mi lema estos días. Al menos nació y vive con fuerza este pequeño tiempo mágico que le tocó en suerte. Después veremos qué ocurre con él, cómo enterrarlo. Por ahora lo ocupa todo, lo toca todo, lo sostiene todo. Lo tizna de una alegría efímera y total. Me eleva. Me conmueve como hace años no me conmovía. Me florece entera. 

La euforia es mayor cuanto más amenazada se encuentra. Está en el corredor de la muerte ya, y sin embargo vuela la hija de puta. Es ciega. Es tonta. Es absolutamente embriagadora. Me envuelve en sus abrazos y me desarma, como si fuera un soplido sobre un castillo de naipes, cuando me invita a su boca. Me llena y a la vez no me alcanza. Quiero decir cosas inapropiadas. Quiero no dejar de sentirlas. Quiero poder pensar más allá del día maldito. La cuestión es que no. 

La cuestión es que ya no está en mis manos porque se distrajeron acariciándole la espalda. Nada está en mis manos. Está en las suyas, que con su ternura desgarran. Entonces eso. Un post de corta vida útil. Un miércoles de ratos que ojalá fueran infinitos. Un suspiro o cien. Un volcarme por completo. Y una esperanza que está viendo demasiados atardeceres como para creerse el cuento de hadas, pero no puede dejar de mirarlos.  




martes, 11 de diciembre de 2012

Hoy

Mi cumpleaños es una de las fechas en que me siento más bendecida.

lunes, 10 de diciembre de 2012

¿Qué querés?

La pregunta no es cómo querés que te vean o qué necesitás decir. La pregunta es qué querés y por qué querés eso. Y si vas a ser valiente como para conseguirlo o no. La pregunta es quién querés ser. La pregunta es si todo lo que hacés lo hacés para conseguir eso que querés, o si lo hacés para mostrarte de una forma, un medio sin un fin, una imagen que no persigue nada. ¿Querés que te vean siendo o querés saber que vos sos? La pregunta me la hago a mí misma. ¿Qué quiero? ¿Quién quiero ser? ¿Quién quiero que seas conmigo? No tengo todas las respuestas. Tengo algunas, y me asustan. La pregunta me la respondo de a poco, con lo que voy descubriendo sobre mí. ¿Qué quiero? ¿Estoy buscando algo, o simplemente me manifiesto sin pensar en consecuencias? Creo que no es exactamente así. Pero quizás debería pensar más en las consecuencias de lo que soy. Y si la pregunta es quién soy, la respuesta está en eterna construcción. Y si la pregunta es si te quiero, la respuesta, creo, es sí. 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Soy un nudo


"y en el medio vos, toda vos y tus ojos"


Y en el medio también vos.
Y alrededor, setecientas dudas.
Y adentro mío va ganando terreno una certeza. La cuido como si fuera un pajarito de ala rota.
El suelo está muy abajo ya. Despegué hace días.
Y me duelen los brazos. Me duelen de ganas. Me duele el miedo también.
Soy un nudo.
Un nudo que empieza en mi panza pero que tiene atada a mi cabeza y mis manos y mis rodillas y mi lengua.
Soy un nudo y cada vez me enredo más. Demasiadas palabras.
Salvame.


sábado, 8 de diciembre de 2012

jueves, 6 de diciembre de 2012

Desagüe

Mirá cómo llueve y el agua se escurre hacia las alcantarillas llevándose los despojos de la semana. Mirá como se mojan los sueños, las certezas. Mirá como se vuelve gris oscuro el pavimento y se te ensopan los pies. Creíste que eras inmune, que la humedad no te tocaba. Pero no. La lluvia nos moja a todos. Los truenos apagan mi voz y el barrio se entristece de golpe, pero con una tristeza calma de verano.

Lloran los vidrios de las ventanas. El ritmo de vida es lento, esquivo. Como la risa, que escasea. Las tardes así son para tener a quién agarrarle la mano. Pero no, obvio. Las tardes así son para reforzar la soledad y escatimar en calidez. Son para sentirse horrible. Para llorarse a uno mismo. Para ser charco junto con la ciudad.

Llegás a casa y nadie cerró tu ventana. Se te coló el agua hasta entre las sábanas. Se te inundó todo de silencio. Se te pudrieron los libros y las alfombras huelen a catástrofe. Tu vida se derramó sobre el parquet y lo manchó para siempre. Para siempre.

De a poco juntás los restos. Lo poco que quedó en pie. Porque intacto no quedó nada. Lo que el agua perdonó, el viento lo volvió recuerdo. Sos huérfana de objetos y heredera de lástima. Andás descalza entre ruinas, pinchándote los pies con lápices muertos. Sola, claro. Estéril de futuro. Vagabunda de puentes rotos.

No podés llorar, porque sería un aporte líquido a tanto océano desolado. No podés llorar ni gritar ni nada. Así que hacés lo que podés, y buscás un rincón medio seco donde sentarte contra la pared descascarada y esperar y ver el momento en que las nubes se desparramen. Por ahora no. Por ahora ves negro y ceniza y relámpagos. Entonces cerrás los ojos para no ver, y rogás que cuando los abras la oscuridad sea historia.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Las cosas chiquitas

Las cosas chiquitas tienen un encanto particular. Como el ruidito de las llaves de papá en la puerta, que nunca es el mismo que el ruidito de las llaves de mamá. O el resto de ensalada de fruta en la heladera. O encontrar un pelo de mi gato pegado a la manga de un buzo que me llevé de viaje. O que alguien te ceda su porción de toblerone. También que el caudal de agua de la fuente haya aumentado para tapar los caños, y ahora se vea importante y linda. Un mail de dos palabras y una carita feliz. Un "buen trabajo" de quien te mandó hacerlo. La rambla de mañana. Que te enseñen a tirar la pelota de rugby. Encontrar el regalo perfecto. Un secreto sólo para mis oídos. Acelerar. Una lista de tareas absolutamente toda tachada. Una idea chiquita que se cuela y la eligen. Un pelo que cae en el lavatorio formando un corazón. Una maxifalda roja. Una invitación a jugar al tenis. Una libretita. Un caramelo toffee de peaje. El vientito al escapar esos cinco minutos para ir al quiosco. Que mi padre irrumpa en mi cuarto a las doce de la noche sólo para saludarme, porque no me vio en todo el día. Una cortina que se mueve invitando al fresco. Ver el Río de la Plata mientras desayuno. Una flor en un lugar insospechado. La risa de mis abuelos. Una mano de niño buscando la mía. Estrenar un vestido. Cobrar. Un after office. Un tiro libre que me sale fuerte. Un prospecto de fin de semana. Mensajes de amistad. Empanadas bien infladas. Auriculares nuevos. Sentarme en el suelo con moquette. Dormir sin sueños. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Día de la publicidad

Hace casi seis meses que trabajo donde trabajo.
Así que hoy también fue mi día. Quién lo hubiera dicho.

lunes, 3 de diciembre de 2012

1:13 am

Es una linda hora para delirar. Porque hace tanto tiempo que estoy acá que ya el cerebro flota en un mar de incoherencia. Así que sí, se permite delirar. Se permite pensar en gente en la que en horas normales de la vida no es adecuado. Se permite soñar un poco. Se permite que afloren instintos asesinos, impulsos sexuales, risas descontroladas, pena insondable. Se relajan las defensas mentales que sostienen el edificio del pensamiento y construyo cosas locas arriba de una nube azul. Cosas locas de vos y de mí. Cosas inverosímiles. Construyo bolazos. Hace rato que se fue el efecto del Ibupirac Flex. Ahora sólo queda el efecto del cansancio. El efecto demoledor, acuciante y total del cansancio. La locura. Revivo el día desde otro ángulo, desde un lugar nuevo, irreal, estúpido. No me importa estar acá, en el fondo. Porque acá está todo. De día está todo y de noche está el recuerdo del día y la cercanía del día siguiente. Ya no funciono y mi cabeza va a explotar y sólo quiero que sea viernes y a la misma vez no, porque el viernes se muere, ¿verdad? Quiero vivir en un lunes a jueves eterno y morir en un viernes mártir. Porque también necesito morir y dejar de pensar y delirar y sentir impulsos y pena. Explotar para recogerme los pedazos. Aniquilarme. Y con eso, recuperar la fuerza. Dejar de delirar y de ser tonta y de tener presente todo lo que tiene que ver con ese rincón de la sala. Quizás, de paso, entender algo. No sé. No me gustan los enigmas. No me gustan los silencios con interpretaciones múltiples. No me gustan las miradas indefinidas. Las palabras que esconden otras palabras calladas. Me gusta saber. Y no sé muy bien. Me implanto un chip para no volverme un ser imbécil, pero no sé. Porque tampoco es una actitud grata ni cómoda. Es una distancia extraña autoimpuesta que no es natural. Pero es una defensa y es lo que tengo. Dije que no iba a escribirte más posts. Pero son la 1:46 ahora, y deliro. Dejame delirar que me abrazás de nuevo. Al menos hasta el viernes.  

domingo, 2 de diciembre de 2012

Hockey


Hoy jugamos el último partido. Éramos 11 justas, la golera no estaba, y nos tuvimos que arreglar como pudimos. Igual que casi todo el año. Empatamos cero a cero. Empezamos más o menos, después tuvimos varias chances, y terminamos el segundo tiempo con un quilombo en nuestra área. Tendríamos que haber ganado. Pero esa no es la cuestión. 

La cuestión es que a las 8 y media de la mañana de un domingo estábamos yendo a la cancha. La cuestión es que nos olvidamos de todo durante una hora y pico y sólo existía ese rectángulo de pasto bien verde, esos arcos como objetivo y las otras diez del equipo. Porque las contrarias se vuelven masa, enemigo difuso, simplemente palos amenazantes.  Las diferenciamos cuando las tenemos que marcar, pero son la misma cosa, y sólo existimos nosotras. Los árbitros son puras reglas de juego. Las personas vivas somos nosotras, en ese choque en busca de la bocha, en esa parada, en ese quite, en ese amague. La persona viva soy yo, pegando lo suficientemente fuerte para que el disparo llegue al área contraria, esquivando el bloqueo. Soy yo,  avanzando. Soy yo, cuidando el arco. Como si fuera mi casa. 

Porque resulta que soy buena cuidando el arco. Resulta que a dos partidos de terminar descubrimos con asombro que mi confianza rebrotó y puedo no jugar tan inestablemente si soy defensa. Si soy la última defensa. Si soy la que hace las salidas del área. Si quedo libre y ordeno a las de atrás. Resulta que el palo nuevo algo tiene, y me encontré con él, y puedo parar mejor y pegar mejor, y mis bochas llegan más lejos. Y resulta que jugué bien, o al menos no tan mal, y si bien a todas nos gusta atacar y tener la chance de meter goles (aunque no los metamos), a mí me gustó tener esa responsabilidad de cuidar el arco. De ser la última antes de la golera, y sacarles la bocha a las contrarias antes de que nos fulminen.

Me da pena recién haberlo visto. Me dan pena muchas cosas de este año en hockey, porque de verdad sobrevivimos a gatas. Pero el año que viene será otro año y voy con las ilusiones emparchadas. Sintético, capaz, y una liga más competitiva. Lo único que sé es que espero no perderme de nuevo. Me costó mucho este camino, después de un 2011 sin tocar una bocha, y ahora que le agarré la mano a cuál es mi rol en la cancha, no quiero dejar de jugar por el verano. Pero necesitamos un descanso. 

Mientras, terminamos en un no tan deshonroso 7º u 8º lugar, supongo, de 19 cuadros. Siempre se puede mejorar. Ganas tengo. Compromiso, todo. Y cierro este torneo contenta, a pesar de los cien mil baches que tuve, y que arrastramos como equipo. Sinceramente creo que este deporte me hace mejor.