lunes, 30 de diciembre de 2013

2013

Estaba tirada sin saber si dormir o no, definiendo si después de una siesta de cuatro horas de la que desperté a la una de la mañana tenía que revivir o seguir muriendo, pensando que está empezando el último día de un año raro, lleno de cosas, en el que capaz viví más que otros años, dolí más que otros años y llegué a cambiar paradigmas en forma más radical que otros años, porque uno acomoda el cuerpo para hincharse con el viento o para hacerse chiquito y quedarse quieto, y yo todavía no sé bien qué fue lo que me pasó a mí. 

El ventilador suena más fuerte que mi razonamiento porque el calor, últimamente, se metamorfoseó en pereza y aplastamiento total de fin de año, entonces pensar es difícil y hacer balances todavía más, sobre todo desde el desequilibrio. Porque el desequilibrio fue una constante y todavía no encontré un eje calmo desde donde lanzarme a escribir, o a vivir, que para mí a veces vendría a ser lo mismo. Hay una novela esperándome pero yo me distraigo con otras cosas; patino, salto obstáculos a caballo, juego al hockey, me emborracho, trabajo en publicidad y tuiteo pavadas. 

Conocí gente, pero no tanta como otras veces. Quise amar y amé sin querer. Fue todo bastante complicado. Me embarqué en cosas estúpidas que me aportaron algo de sabiduría sobre la estupidez. Aparentemente, el miedo atrapa a los seres humanos. Yo, por lo menos, creo que sigo libre. También resulta que la gente se relaciona de formas caóticas. Cuesta aceptarlo pero una vez que estás en el baile, el caos es un ritmo interesante. 

Le di poca bola al blog. Serán etapas. Será cansancio. Será el tedio de repetirme. Una de las cosas que traté de aprender fue a ordenar las autoexigencias. A conformarme con no rendir bien en todas las áreas. Nunca se aprende del todo y la frustración reina, pero de vez en cuando le meto un jaque y por unos días la importancia de ciertas pelotudeces se disipa. Hay que rotar las prioridades cada tanto. Es como sacudir las sábanas. Y si no escribí porque estaba trabajando sin pausa o viendo amigos o escapándome a México o jugando al pool a las cuatro de la mañana, está bien. Quién soy yo para juzgarme.

Hay temas que siguen ahí, acumulándose en la pila de cosas para arreglar. No alcanza el poxipol para todo. Incluso, algunas veces, los mecanismos siguen funcionando a pesar de las averías. Se arrastra el tiempo y poco cambia. Uno llega a acostumbrarse a que no sea como debe ser. Sin embargo, no está mal gritar un poquito de vez en cuando. Che, vos, mirá lo que está pasando acá. Hacé algo. Y aparece un parche y seguimos, maltrechos pero temporalmente remendados. Llega un momento en que descubrís que eso es lo normal, y lo raro son los engranajes aceitados. Y aún así, te negás a aceptarlo. Está bien, porque si lo aceptaras, no habría gritos y, si no hubiera gritos, no habría parches. Porque un abrazo no arregla todo pero te fortalece como para seguir roto un poquito más.

La cortina se vuela porque se levantó un viento fresco, indispensable. Hay relámpagos. El cuarto no alcanza a enfriarse pero no importa. Es un inicio. No sé bien qué se viene pero, aún en el desequilibrio, estoy bastante firme. Y lo que aprendí con los patines es que si aparece un terreno complicado, lo mejor es acelerar y enfrentarlo con fuerza. No prometo escribir mejor ni con más frecuencia. No quiero prometer nada más que lo normal que uno promete al ir creciendo, que es básicamente no meter demasiado la pata respecto al resto de la humanidad. Pero no quiero quedarme en cumplir expectativas y completar formularios de existencia. Me gustaría desplegarme y llenar al viento de cosas lindas. A ver hasta dónde llego y a quiénes hago volar. 

jueves, 26 de diciembre de 2013

Perdón

A veces soy débil y tonta y me desbarranco y arrastro gente en mi caída. Después, abajo, entre los pedazos y las piedras, encuentro esos sueños que maté y, desparramados, los vínculos que los vestían. Son como pajaritos desnudos, aplastados por la impaciencia y el desasosiego. Entonces entiendo que ellos no van a volar nunca más y que yo no puedo trepar de nuevo ese cerro. 

domingo, 22 de diciembre de 2013

jueves, 19 de diciembre de 2013

A nadie más

Muchas veces me gustaría pedirle al tiempo una oportunidad más y un abrazo conocido. Una página fresca del mismo libro pero sin dolor, sin misterios, sin reservas, sin dudas, sin miedo. Ser valiente y decidida y dejarme atropellar por todo eso que es confiarle el grueso de tu felicidad a alguien. Rendirme, sencillamente, y querer. A nadie más que a él.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Mala hora

Hay un momento de la noche, más o menos a la hora que los canales de aire cierran la programación televisiva y un locutor enumera lo que se va a ver al día siguiente, en el que lo grande se vuelve inabarcable, lo gris se oscurece, lo difícil se retoba y lo lejano directamente desaparece. La noche se posa sobre todo y te aplasta. 

Es ahí cuando hay que apagar la tele con sigilo y arroparse bien para esquivar por unas horas esas tragedias, hasta que amanezca y parezcan franqueables otra vez. Hasta que se aliviane con el sueño la pena de sentirte chiquito y solo. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Pausa


"Amigos con el alma buena y el abrazo cálido,
amores de miradas limpias y de sueños ávidos,
millones de carcajadas empapadas en alcohol,
canciones a quemarropa derrotando al dolor.

Segundos de felicidad y tres o cuatro lágrimas".
Agarrate Catalina



Acá estoy, otra vez, rodando sobre las palabras. Otra vez navegando en lo que no fue, lo que pudo haber sido y lo que soy a causa de todos esos altibajos de la ilusión. Chocando con nociones nuevas y las permanentes incertidumbres. Tratando de saber qué carajo quiero. Rompiendo todo lo que toco. Tejiendo confusión a partir de la nada. Acordándome de algunas magias circunstanciales. De cómo una puede explotar y llover de euforia sobre todo lo que la rodea, para después lavar el suelo con un llanto incansable. De cómo se me quemaba la piel y se me erizaba el futuro. De cómo hoy no. 

Alguna vez aposté a correr por un camino que llevaba a un muro coronado por pedazos de botella. Era un callejón muerto, un rincón de cobardes, donde con jeringas de utopía se inyectan la vida que les falta en la rutina que eligieron. Me apuñalaron ahí, en el final de la calle, con una de esas jeringas enfermas de promesas sucias. Me dejaron perdiendo sangre y fuerzas. Y se fueron. 

Pero no me morí. Al menos no me morí toda. Las partes que quedaron sin pudrirse sobrevivieron como enredaderas hambrientas. Se abrazaron a un árbol y hasta florecieron en capullos tímidos. Se dejaron regar. Dicen que las plantas crecen mejor cuando alguien las quiere. No sé. 

La cuestión es que uno no pasa de agonizar a dar frutos de un día para el otro. Por eso estoy acá, otra vez, deambulando en el bosque que es mi cabeza y mojándome los pies en la catarata turbia que es la memoria. A ver si me lavo la cara y enjuago las hipótesis sobre para dónde tengo que correr ahora. O en una de esas tengo que quedarme un rato más acá, quieta, hasta que amanezca y vuelvan a escucharse los pajaritos.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Nirvana

Llegamos de la fiesta después de caminar esas diez o quince cuadras en la noche, en la solemnidad del pueblo, entre los árboles y la conversación y las dudas y las ganas de solucionar el cosmos. La oscuridad era nuestro motor. Nos subimos a los juegos para niños como quien se encuentra con un carrusel por casualidad y da una vuelta para celebrarlo. Después nos llamó la piscina tapada por el cielo en silencio y agujereado de estrellas. El agua estaba quieta, salpicada de flores amarillas. El desafío estaba ahí, el impulso estaba ahí, porque estábamos nosotros y estaba la chance de ser jóvenes y espontáneos y tontos. Cuando uno se sacó el pantalón, entendimos que iba en serio. En ropa interior, nos hundimos los cuatro en esa libertad helada. Yo no sabía cómo parar de reírme. La noche tenía sentido sólo por esa estupidez. Porque no importaba que después se nos congelaran los huesos, o recorrer el jardín enorme en calzoncillos, o mojar la camisa y aparecer en recepción a pedir la llave con el pelo ensopado y cara de locos, a las cinco y cuarto de la mañana. El momento era ese y la vida era nuestra.  

jueves, 12 de diciembre de 2013

Ahí

Ahí, alojado entre el pulmón izquierdo y las costillas, está ese pedacito de algo que hoy me falta. Ocupando aire y cuerpo, evocando episodios, necesitando ese contacto seguro y esa compañía mullida, redonda, sensata. Existiendo dentro de mí como un reclamo. 

Y no sé qué hacer con él. Cómo callarlo o cómo llenarlo. No sé cómo ocultar ese espacio que sobra de mí o que falta de alguien. Ese vacío que sólo me sale pensar que es la ausencia de vos. 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Tres deseos


Que esta gente siga conmigo siempre, y yo con ellos.
Crecer.
Reírme cada vez más.

martes, 10 de diciembre de 2013

Chau 26

Son mis últimos minutos con 26 años y los estoy viendo pasar con un poquito más de fe en las cosas.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Lost

Si alguien encuentra la manera de no sentirme esencialmente incómoda y sola y angustiada, que me avise, porque ayer se me perdió en algún lugar entre la tarde y la noche.  

domingo, 8 de diciembre de 2013

El mono

Por la plata baila el mono, dicen. Hasta que el mono se cansó y se dio cuenta de que quería parar de bailar, y comer, y dormir, y que alguien lo abrazara. Como era rico, podía pagarse un banquete y una cama. Hasta podía comprar abrazos que no tenían gusto a verdad. Sentía la distancia eterna que lo separaba de ese cuerpo que se apretaba contra el suyo, ajeno. 

Así que el mono volvió a bailar. Y bailaba cada vez mejor, para ver si lograba comprar abrazos más hondos, porque de lo demás ya está saciado. Compraba abrazos más largos, mas efusivos, más físicos. Pero no se venden los abrazos en serio. El mono, en el fondo, lo sabía. 

Siguió bailando cada vez más perfecto, ganando más y más dinero. Llegó a ser un erudito del baile, millonario él, y solo. Un infeliz. Un mono como tantos otros, lleno de oro y falto de amor. Porque tampoco supo darlo. Porque nunca entendió por dónde iba la cosa, como tantos otros monos bailarines que creen que si son ricos, como consecuencia van a ser felices. 

Ojalá que alguien los salve y les dé un abrazo de oro.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Tres

Tres de la mañana. Esto es lo más parecido a escribir dormida.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Sola

Música. Música intimista y extraña y ronca y suave y desolada, música que apague lo que pasa afuera, que ensordezca los auriculares y haga de la mañana un éter indefinido, una razón para aguantar la pena adentro, un escondite a la vista de todos. Acá estoy, pero no estoy acá, estoy ahí adentro y allá afuera. No sé bien dónde. Hace rato que estoy perdida. No hay contención ni muro, no hay tierra mullida en la que caer. No hay nada y tengo que fabricar pasión y afecto y buena educación y conversaciones. Tengo que armar con palabras deshilachadas un lugar coherente en la hilera de acontecimientos que significa existir. Y la canción dice que aunque no estés aquí, se escuchan los gorriones pero yo no escucho ni eso. Ruido. Desgano. Cosas rotas. Ausencias. Una veleta girando como loca sobre un eje que no existe. Y viento que llega de todas partes. Un verano árido que transforma en vacío cada cosa que toca. Un cielo enfermo. Y música para llenarlo de truenos.   

martes, 3 de diciembre de 2013

Al sol

Al sol se extraña la frondosa frescura del árbol al que vos misma le diste el hachazo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Otro blog

Un día voy a hacerme otro blog que no tenga una sola traza de mí, en el que escriba distinto, ascéptico y despojado, ajeno, sin alma, y ahí capaz algunos entiendan por qué vale tanto este blog, con sus lágrimas y su carne y su sudor, con el cansancio acumulado, con la rabia o la euforia aflorando cada tanto, con el dolor presente, con el miedo instalado, con la risa entretejida, con el sarcasmo y la duda y la rebelión recurrentes, con el aire viciado, con sus círculos repetidos, con sueños y derrotas, con grises y verdes y negros y rojos, con gusto a aventura, con noches locas, con días muertos, con aire a vida, con autocrítica, con lamentaciones y besos, con paseos y sol y fotos del cielo, con huecos mudos, con errores, con celebraciones varias, con gratitud, con pulsaciones y, en definitiva, con pasión y sangre. 

O quizás disfruten de esa escritura de robot y entonces yo ya no tendría sentido. 

viernes, 29 de noviembre de 2013

Don de gente

Me gustaría ser una de esas personas que tienen el don de saber cómo tratar con otras personas, aunque esas otras personas sean como yo, inseguras y torpes, brutas y taciturnas. Me gustaría poder hablar con desconocidos como si no fuera algo inexplicablemente difícil, como si entender a otros no se pareciera en complejidad a descifrar jeroglíficos egipcios. Me gustaría tener la palabra justa en el momento clave. Me gustaría no necesitar tres meses de compartir ocho horas diarias para sentirme cómoda en un grupo humano. Me gustaría entender los lunfardos de cada uno y saber cómo dar la mano. Me gustaría no sentir vergüenza. Me gustaría todo eso y, si no, me gustaría que la vida fuera por escrito.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Carlos Pérez

El ruido es constante y el tumulto, eterno. Por eso está bien rodearse cada tanto de gente que está sentada en una plaza en silencio, escuchando con avidez las palabras de alguien que está un poquito más despegado, un poquito más arriba, que cuenta cómo ve la cosa desde donde la cosa se vislumbra un poco más grande, menos aguda, más sensata, más callada. Humana, en definitiva. Universal. Intemporal y, a la vez, producto de su tiempo. Alguien con un poco más de amplitud para abarcar lo inabarcable. Y con la generosidad suficiente para contarlo y poblarlo de ejemplos. 

Y observar los signos de los tiempos y entender las verdades universales. 

Y ver para creer, pero sentir para asegurarse. 

Y buscar tercamente la perfección.

Y salvar delfines en comunidad.

Y no perder el amor.

martes, 26 de noviembre de 2013

Maniquí

No importa si mis zapatos son verde manzana o a lunares blancos sobre rojo. Tengo sólo un par de pies. Bailo igual de mal, tengo la misma torpeza. Camino en mil direcciones. Me tropiezo. Me lastimo. Me corto siempre las mismas veinte uñas. El jean puede ser oscuro o gris, la pollera puede ser larga, la blusa floja y el saco con flores. El cuerpo es uno, eternamente variable. La tendencia soy yo y el humor de cada día. El accesorio es el marrón de mis ojos, sus ojeras, sus pestañas imperceptibles. Las ganas de reírme. El cansancio. La adultez. Los nudillos gastados. El gritito de euforia. El ritmo. Los dos anillos de plata. Las ideas. El sol. El pelo lánguido.

La moda es lo que hay adentro. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

128

Qué ásperas suenan las frases hechas que pretenden ocultar que tienen todo un cosmos atrás. Como si nunca hubiera pasado nada. Como si esa lengua no te hubiera regalado palabras y esos dedos caricias y esos ojos promesas y esas historias vida. Como si no hubiera tejido un idioma propio con el que hablarte.

No existe ese idioma ya. No se trasluce en nada. La vida siguió muda o en otras lenguas. No lo escuches en cualquier lugar, no todos los autos lo hablan, ni todas las sombras que corren, ni todos los ritos del parque. Porque aprendiste otros idiomas y otras liturgias y otros caminos. Entendiste que había palabras más sanas y más suaves y más tenues. No te alcanzaron, tampoco, pero entendiste. Asomaste el estómago a ese pozo de magia y no supiste saltar. O no era un pozo tan hondo para tus ansias de abismo. Andá a saber. Estúpida. 

Al final, qué importa. Porque no sabés ni qué abrazos extrañás. Ni qué ausencias te duelen. O te duelen todas. No entendés de qué estás hecha. Quién te forjó más. Por qué se fueron. O los hiciste ir. Por qué no quiso quedarse. Por qué no le hiciste lugar. Por qué te alejaste vos. Por qué estás así, como desnorteada. Dónde hay que bajarse. Quién maneja el bus. Por qué no te tocó un boleto capicúa. Por qué elegiste dejar un asiento vacío al lado tuyo. Te dedicás a mirar por la ventana porque se te revuelve la panza. 

Y capaz tenés que marearte y dejar las tripas en algo, de una vez, aunque sólo sea el suelo sucio de un transporte capitalino. Vomitar sola mientras avanzás hacia alguna parte, sin que nadie te sostenga el pelo, sin que nadie te apuntale el alma, sin que nadie te acune el pecho. Y, después de eso, arreglarte la cara y la ropa y la vergüenza antes de tocar el botón, para bajar sin expectativas en alguna esquina del verano. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Pólvora

Estoy juntando palabras adentro, como quien carga un cañón.
Tengo miedo de la destrucción cuando dispare.

sábado, 23 de noviembre de 2013

jueves, 21 de noviembre de 2013

Buda son los padres

No entendí bien eso del budismo y cómo encajaba lo de la vida interior y escuchar al cuerpo con la vida exterior y escuchar a los otros, sus trenzas, sus flores, sus ataques de pánico, cultivarse los vegetales y vivir de la caridad, del orden y la limpieza, pero qué fácil es que todo esté ordenado cuando uno no posee nada, cuando uno es túnica marrón y zapatos feos, cuando uno es calva y lentes y cuerpo y nada más, cuando uno deja todo y se va a vivir en un monasterio chino, porque aparentemente ahí está la felicidad, pero si la felicidad está dentro de uno, qué sentido tiene buscarla en China, y si las tripas son lo que define a la persona, donde se guarda la certeza de lo que cada uno busca, de lo que se quiere de la vida, de lo que se intenta para llegar a ese lugar, a ese lugar que, según la monja, es uno mismo, entonces por qué tantos viajes y tanta vuelta y tanto mundo y monasterio, tanto libro, tanta charla, si lo que a uno lo hace feliz es uno mismo, son sus entrañas, abrazar a sus entrañas y oírlas, iluminarse a través de un recorrido interior, una serie pormenorizada de respiraciones, una forma de sentarse, un ritmo, una campanita, por qué me suena egoísta y raro, centralizado en uno, abandónico, renunciante, casi una huida a un lugar desde donde es más sencillo lidiar con el universo, porque uno sólo trata consigo mismo en sus paseos hacia adentro, y si la mente se escapa hay que volver a atraparla, hacerla pensar en ese aire que entra y que sale, que llena el abdomen de un oxígeno viciado por la respiración de otras cincuenta mujeres, que se convierte en sopor incómodo, en calor, en entumecimiento, y no resulta en nada más que en la sensación de incomprensión de quien sospecha de esas filosofías orientales raras, y también de las occidentales raras, y del mundo todo y de la muerte, del karma, de que todo se explique por algo que pasó en otra vida, en un mundo paralelo que ni siquiera es justo y probablemente tampoco sea real, de que el sufrimiento sea un engaño mental propio, de que el cuerpo tenga tanto poder, de que el sistema esté tan errado y sin embargo sea fundamental para la existencia de todo, hasta de sus más rebeldes satélites, porque el mundo es así y la gente es así, y será muy cool despojado abierto irse a Asia a convertirse en discípulo de Buda, pero yo prefiero meditar así, soltando la mente en una página para ver cómo corre. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

domingo, 17 de noviembre de 2013

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Siniestro

Supongo que cada tren tiene un secreto derecho a desbarrancarse y llenar las vías de los pedazos que le duelen.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Bambalinas

A veces tengo miedo de que demasiadas cosas dependan de lo que escribo acá. Por eso son tiempos de calma y telón cerrado. Algo parecido a un entreacto en el que los protagonistas se retocan el maquillaje y se cambian el vestuario, antes de salir, pletóricos de nuevo, a seducir audiencias y ganarse esa ovación que hace que la función tenga sentido. El show debe continuar, sí, pero dame unos minutos para mirarme al espejo. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

Tacuabé

A veces hay que concentrarse en esos pequeños detalles como el hecho de que hoy salté un obstáculo a caballo. Después de una buena dosis de frustración, el galope fue revitalizante. Y salté, no sé muy bien cómo, pero le dije que saltara y saltó, saltamos, y no importó nada tanto como esa fracción de segundo en la que Tacuabé y yo volamos sobre las barras. Saltamos juntos, aunque no habíamos conseguido entendernos muy bien el resto de la clase. Ahí, al final, él agarró mi ansiedad y la hizo despegarse del suelo. Y yo agarré su generosidad y la convertí en un posteo sobre saltar un obstáculo. Pero además la guardé donde van las microvictorias personales gloriosas y mágicas. Donde puedo volver cada tanto a revivir lo que es aferrarse a algo valiente que te lleva a toda marcha sobre los palos en cruz de la vida. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Afuera

Hoy había muchísima gente sentada en la loma verde mirando cómo el horizonte de azoteas se tragaba al sol en frente a mi casa. Después vi al viento levantar una cantidad de hojas, riéndose del calor esquivo y torpe de esta primavera. El gato lloraba por salir al balcón y los autos zumbaban incesantes. Los adoquines recibían mis pasos nerviosos. Las plantas se movían alocadas. El cielo se burlaba de mi pelo lleno de remolinos. En el parque pintaban las lanchitas. El perro de la casa abandonada quería un mimo. La tarde también. La rueda gigante estaba quieta y el barco pirata dormía bajo una lona oscura. Las personas trotaban despreocupadas. Los semáforos colaboraron. Una ráfaga histérica se colaba por abajo de la puerta del baño y nadie se quiso terminar el chocolate. 

Todo eso afuera.  

martes, 5 de noviembre de 2013

Sigo sin saber


Ojalá uno mismo pudiera configurarse en un canal humano y encenderse así para siempre. Ojalá los recuerdos no se empañaran de humedad triste. Ojalá las canciones no lo dijeran todo. Ojalá fuera nítido y sencillo. Ojalá pudiéramos no doler.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Shithead

Hoy me hizo caca un pájaro en la cabeza. Así que lo que olía mal en el auto, lo que olía mal en el ascensor, lo que olía mal en mi cuarto, era yo misma. Porque la vida es un comediante frustrado y porque, sinceramente, me lo merecía. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Desgano

No quiero escribir. No tengo ganas. O capaz que no tengo ganas de que me lean todos. De que me escudriñen el alma y el humor, de que me adivinen indecisa y torpe, de que intuyan los miedos. No tengo ganas de estar enferma otra vez. No tengo ganas de ver ese auto celeste parado en la esquina de mi casa. No tengo ganas de pisar el barro del cantero central de Ricaldoni. No tengo ganas de pizza con poca salsa ni de empanadas llenas de aire. No tengo ganas de más oroflogol y omeprazol y supradyn forte. No tengo ganas de perderme la vida de afuera. No tengo ganas de estar insensible y bruta, agria, frustrada. No tengo ganas de estropearme las uñas recién pintadas. No tengo ganas de salir ni de quedarme en casa. No me gustan las películas que veo. No me entusiasma el libro. No me veo reflejada en el zoológico de las redes sociales. No entiendo de qué se ríe la gente ni por qué el taxista porteño estaba tan enojado con todo, o por qué el taxista brasilero en Buenos Aires nos llevaba enloquecidos con esa música de mierda. No entiendo por qué ya ni siento el deber de llenar estos posteos. No sé si me quiero esconder o enfrentar al mundo. No sé si soy mala o pésima en lo que hago. No tengo criterio. No tengo noción. No sé si caigo bien o como el culo. No sé cómo volver a enamorarme. No sé dónde dejé algunos recuerdos. No tengo ganas de que me digan lo que tengo que hacer, pero a veces es más cómodo que sólo me den instrucciones. No sé si alguna vez se me va a ocurrir una buena idea. No tengo ganas de seguir engordando ni tengo ganas de parar de comer. No tengo ganas de escribir esto ni tengo fuerzas y sólo lo hago para que no se muera del todo esta bitácora inútil de emociones que alguna vez concebí con ganas. Para que todos lean exactamente lo que tengan ganas de leer. Lo que yo no tuve ganas de decirles. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Aleph


No voy a pensar más. Voy a orbitar y dejarme llevar por lo que pase, porque lo que no pasa no importa y no influye en el transcurrir de las cosas. Lo que vale es lo que sí, lo de hoy, lo que hace latir. Lo que se refleja en mí y destella interminable sobre la pared del mundo, donde la luz se disfraza de estrellas y enternece la noche. Donde el cielo deja de ser negro y repercute en el silencio estrepitoso de un abrazo ciego. De una perseverancia terca. De un presente vivo. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Best of

Dice "prejuicios" y leo "prepucios". Dice "parche" y leo "garche". Dice "organismo" y leo "organismo" porque ta, a veces leo bien.

Si te invita a cenar a su casa comida que él cocina, el postre sos vos. De nada.

La gente no es mala y comenta. La gente es mala, asume cosas, supone equivocadamente, rumorea, inventa, malentiende, complota y comenta.

Foto de ex con su actual en Fb y alguien les pone: "Lindicimos". Más vale sola que mal comentada.

Tengo miedo de enamorarme de alguien sin traumas ni miedos ni pareja estable y que de golpe no hayan impedimentos para ser feliz.

Todos somos la Nix de alguien que sólo toma Coca Cola Light, hasta que un día puede más la sed.

Ni todo lo que escribo es para vos, ni todo lo que sos para mí lo escribo.

Guardar un secreto implica la gran responsabilidad de elegir bien a quién se lo contás.

Señor, si no fuera molestia, me gustaría apretármelo contra el murito.

Hay gente que besa y hay gente que BESA Y TE DA VUELTA EL CEREBRO. Y ta.

Recuerdo con cariño la época en que tenía novio. Dábamos paseos por el bosque y alimentábamos juntos a los dinosaurios.

Superaste a un pibe cuando escribís la primera letra de su nombre en la barra de búsqueda de facebook y recién aparece en cuarto lugar.

Gané la campera, patiné y no me caí, hoy es sábado y hay chocolate en casa. Si eso no es estar en racha, no sé.

Que te piropeen el culo está bien, pero que te piropeen el alma es otra cosa.

No sos vos, son tus crocs con corderito.

martes, 22 de octubre de 2013

Premio

No es tanto el hecho de ganar sino el hecho de estar todos ahí riendo en la foto.

lunes, 21 de octubre de 2013

La solución a todo

Quizás la solución a todo sea un sillón en ele. O no. Capaz que es el vómito y el dolor y el veneno por los siglos de los siglos. O el silencio y la frustración que se adhiere al silencio. Puede que sea la ausencia. El abandono. O también podría ser la edad. Quién sabe. 

Mientras tanto, los puentes se aflojan y las piedras se caen, hiriendo el agua.

viernes, 18 de octubre de 2013

Lo que la publicidad descarta

Andar en bicicleta. Andar. Rodar. Andar en bicicleta como si fuera el único medio de transporte que existe. Andar con tus pies, con tus propios pies girando y no es caminar, es mucho más rápido y leve. Oír cómo la cadena engrana en cada pedaleo, cómo giran los círculos los rayos los círculos en círculos en rayas en curvas en bajadas. Oír el viento que surca los oídos. Velocidad. Las estelas en el aire. Respiración. Ritmo. Autonomía. Una forma personal y única de avanzar. Una extensión de mis ganas de ser libre. Un sueño. Un lugar en todos los lugares. Una ventana invisible para ver las cosas. Movidas, desplegadas, espléndidas. Cadenciosas cosas que habitan el mundo que rodea a mi bicicleta. El espacio que recorre mi bicicleta. La parte de mi alma que se mueve así, sobre discos que giran. Mis alas con forma de rueda. Mi camino. Mi independencia.  

miércoles, 16 de octubre de 2013

Yoyella


En el Puerto del Buceo había un barquito atestiguando que los pescadores también aman.

lunes, 14 de octubre de 2013

son depresiones mías

Iba a vomitar acá pero alguien me sostuvo el pelo en otra parte, y pude llorar sin ensuciar la página.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Envidia

Me gustaría escribir como ella, que pone los adjetivos perfectos donde la cadencia lo reclama. Como él, que tiene un vocabulario frondoso y serio. Como ese, que extrae humor de una catástrofe y se balancea con gracia por la cuerda floja de la ironía. Como aquella, que seduce sin lugares comunes, sin gestos obscenos, sin metáforas. Como ese señor, que dicta cátedra sobre la buena prosa desde una prosa excelsa. Como ese otro, maestro del diálogo y del boliche, con su lunfardo actual afinado para acelerar la narrativa con descaro milimétrico. Como aquel, dueño de la acción y dios del tiempo. Como esa de allá, que hace cotidiana la ficción hasta convertirla en vida. Como él, que se muere un poco en cada párrafo que hiere a la hoja. Como esos de ahí, que te hacen oler la basura con dos pinceladas de texto, que acuden a la sordidez como quien le habla a un amigo, que piensan como si tuvieran un monstruo encerrado en el cráneo, y probablemente lo tengan. Como ellos, que perduran en la evocación lectora de una infinidad de ojos. Como todos ellos, que respiran letras y transpiran sangre, que provocan hambre y logran magia, que despiertan rabia e inyectan miedo, que dejan eco y fabrican gloria. Que existen hasta que sus libros son polvo y vibran hasta que el recuerdo es vacío.

martes, 8 de octubre de 2013

Rodó

Al principio me pareció raro decirte de ir al parque. Era ese parque. Esos árboles ese pasto esa fuente esos cisnes esos caminitos de memoria. Toda esa vida trunca que había ocurrido ahí, esa trama desventurada que miraba las islas de conejos y recorría senderos de palmeras buscando certezas y encontrando miedos. Y sin embargo, nada, porque llegaste al parque y fue otro parque. El verde se sintió bien bajo tus pies, el sol te achinaba los ojos, y la vida era otra en este parque nuevo, que ya no era mío ni de la memoria, ni era tuyo aunque te quedara tan lindo desmigajado en pastos sueltos en tu saco negro. Tampoco era de los dos perros que se acercaron amistosos ni de los cuidadores ni del viejo que nos ofreció un banco ni de la chica que sacó a pasear al conejo. No era de ellos ni de nadie más porque hoy el parque era nuestro y todo lo demás era historia. 

lunes, 7 de octubre de 2013

Bisabuelos






No me acuerdo mucho de ella. Sé que tenía pelo blanco y cocinaba bien, pero cuando la visitábamos estaba recostada y tranquila. Sí me acuerdo de él, que fue el primero que me empujó a escribir y no sólo eso, me compraba los cuentos con galletitas, libros y hasta algunos pesos. Y tostaba maní y tenía perros y pájaros y una carpintería y nos hacía comer el pomelo con cucharas afiladas y le ponía curry a la sopa.

domingo, 6 de octubre de 2013

Matiné

En los últimos días vi dos películas de esas que después de un rato te dejan pensando. Una era Gravity, nuevita, con George Clooney y Sandra Bullock, y la otra era The Road, de 2009, con Viggo Mortensen y Charlize Theron. Si bien no se parecen demasiado al primer golpe de vista, las son historias de supervivencia. Y las historias de supervivencia se parecen en el sentido de que tocan fibras determinadas, asociadas al amor por la vida a toda costa, y a lo que hace que esa vida valga la pena por más duro y árido y desolador que sea el contexto, desde la soledad infinita del espacio exterior hasta la crudeza de un eventual fin del mundo. 

Lo que me pasó después de ver Gravity fue que sentí un agradecimiento poderoso por estar viva y por estar ahí en ese jueves y en esa sala de cine y con esa persona. En suma, por estar acá latiendo y por la gente que me hace reír durante la estadía en la Tierra que, por más paloma que suene, está llena de cosas lindas. 

Porque esas cosas lindas son las que faltan en The Road, donde el mundo se volvió frío y sangriento y la gente es caníbal y cruel. Donde es matar o morir, y probablemente aún matando el destino sea la muerte. Donde lo peor ahoga, agobia, abruma. Parece ocuparlo todo. Lo bueno sólo existe como una vela en la noche. Ínfimo, y aun así, sagrado. Por eso debe protegerse hasta en las peores circunstancias. 

Y en el medio yo, viendo películas y encontrando redenciones en dos horas de Hollywood. Amando la forma en que historias ajenas se vuelven propias y una puede vivir el apocalipsis o la deriva espacial sin daños físicos pero con sentimientos alborotados. Y cuando se prenden las luces, levantarme con la sensación de haber aprendido algo y con ganas de aprovechar el rato que me toca en este mundo, bendito sea él y toda su parafernalia humana. 

sábado, 5 de octubre de 2013

On track

A veces se me llena de agua la mente y olvido por un rato que tengo una suerte muy alta y muy serena caminándome al lado.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Carpe diem


Qué linda está la noche para dejarse morir de a poco entre las sábanas, y amanecer mañana con ganas de estar acá en la vida de nuevo.

martes, 1 de octubre de 2013

lunes, 30 de septiembre de 2013

Moneda

Soy una moneda y llevo recorridos cientos de lugares. Alcancías, monederos, cajones, cierres, latas, ceniceros. Decido la suerte con mi capricho. Soy pequeña pero dura. Innegable. Soy el precio de un manojo de caramelos. Caí y rodé inevitablemente más de una vez. Soy una razón para agacharse. Soy deuda, multa, ahorro, jornal, apuesta. Soy medio boleto de ómnibus, o ni tanto. Soy recompensa, changa, mesada. Soy instrumento de raspadita. Fui contada en mil ocasiones. Me guardan quién sabe dónde. Me encierran en frascos. Me hacen sonar junto con otras. Salto permanentemente de mano en mano. Habito en las registradoras. Soy la carne del materialismo. Soy una moneda de diez, una forma cilíndrica y achatada de pagar por las cosas. Y sin embargo, en mi cuerpo metálico se acuñó ingenuamente una paradoja. La utopía de esas horas fortuitas en que me sostendrán sus dedos o su billetera o el bolsillo izquierdo de su pantalón, entre que paso de ser cambio de quiosco a propina de taxi. Sueño con esos dedos de él. Con pertenecerle. Porque, después de eso, no me importará caer por el hueco de un ascensor o la rejilla de una boca de tormenta. Porque en sus manos habré valido algo.    

domingo, 29 de septiembre de 2013

Gluglú


No me importaría estar abajo del agua hoy, sin oír y sólo viendo a través del cloro, sin sentir nada excepto el líquido alrededor. Sin que me importe más que lo que me importaba cuando tenía 12 años. Olvidándome de las cosas que duelen.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Rojo sangre y oro

No importa si la lluvia te pega de frente en los ojos o si ese frío húmedo te perfora de a poco la piel, porque estás corriendo en una cancha y siendo parte de un instante en el que eso se olvida, y sólo importa que la pelota blanca vaya a donde tiene que ir, a golpear con ímpetu las tablas del arco cuántas veces sea posible. No importa que el cuerpo reciba impactos o que avance la noche, mientras haya focos prendidos y el tiempo corra. No importa que se me resbale el palo o que nos falte el aire. Estamos ahí para ganar o para jugar como si lo mereciéramos. Para mojarnos y caer y robar la bocha y reventarla hacia adelante para que llegue lejos. Y el dos a cero ensopado tiene un sabor más dulce y las piernas duelen pero duelen lindo, así que todo es perfecto y sacrificado y grupal. Todo es honroso y sano. Debe haber pocas cosas que se comparen con la sensación de pertenencia a una victoria conjunta y bien lograda, bajo la llovizna fría de una nochecita de principios de primavera.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Él

Es inexplicable lo especial que te hace sentir que un gato atorrante y desamorado elija tu cama para echarse, estirar sus patitas de terciopelo, extender su cuerpo brillante y hundir la cabeza en la frazada en un gesto de inequívoco desdén, demostrando de una misteriosa e indiscutible manera que su presencia sedosa y gris no sólo tiene personalidad, también tiene alma. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Planes

Tenía que escribir dos notas de prensa pero estoy acá, relatando miserias. Describiendo cómo voy a salir de la agencia y subirme a un taxi en el fresco de esta noche atrevida de setiembre. Cómo voy a descansar mi cabeza en el respaldo del asiento y desear con mucha fuerza interior que el conductor decida no hablarme. Voy a dirgirme a un refugio donde mi cabeza va a recibir mimos hasta ponerle pausa a la rutina. Voy a  ser una ameba y querer dormirme ahí, y no, voy a tener que irme a mi calle a mi casa a mi cama después de una ducha tardía y una cena insípida. O no. O voy a salir de la agencia y me va a estar esperando la noche en forma de abrazo, con su blazer negro y sus ojos que viajan entre dimensiones. Me voy a subir a su auto azul y a descansarme en la compañía. En un bar amigo vamos a pedir pizza y whisky y gin con pomelo hasta que el cuerpo me quede flojo y la conversación aturdida. Hasta que la banda toque Johnny Cash y el mozo nos traiga la cuenta mal hecha, porque justamente es un bar amigo. Hasta pagar y salir y reír y detener la vida en la vereda, y rodear la espalda que abriga el saco y desarmarle despacito la boca. Que el auto nos lleve a la oscuridad antes de ir a casa, y ahí sí, la ducha tardía, necesaria, que invita al sueño a instalarse. Y ojalá que los planes se rompan siempre si la espontaneidad propone una idea mejor, eligiendo un final más alto para la coronación de un día imprevisible.      

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Lo que escasea

No es que falte tiempo; el tiempo siempre es el mismo. Lo que sobran son tareas, actividades, eventos, rutinas, requisitos, encuentros, trabajo, ritos, planes, responsabilidades. Es todo bueno pero a veces agobia y cansa y frustra. Siento que me ahogo dentro del mismo tanque de oxígeno. Demasiado y a la vez muy poco. Mientras tanto, la vida se escabulle como si nada importara y, en realidad, la mayoría de todo eso que se acumula es lo que hace que importe. Desagradecida y veloz, ella cruza a la aventura siguiente ante de que hayamos recorrido los jardines de esta. La corrompe el hecho de que el tiempo es uno y puede hacer con él lo que más le guste. La salva la certeza de que la voy a perseguir a donde quiera que vaya.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Make a wish

 Quiero que el mundo siempre le quede chico a nuestra amistad.