jueves, 24 de abril de 2014

Corazón-nada

Hoy alguien me dejó una pregunta nueva planteada en un posteo viejo. Con tono desolado, leo: "¿cómo se hace para sobrevivir al desamor?". Me entristece, me halaga y me sorprende la pregunta. Como si yo fuera una referencia o una especialista en algo relativo al amor, aparte de sentirlo o sufrirlo como cualquier otro irrelevante ser humano. O, quizás, como si yo tuviera algo que ver con ese amor que no es. Espero que no sea el caso. Por ahí es una pregunta privada, teledirigida, secreta, que yo estoy exponiendo al escrutinio de otros lectores curiosos cuando pretendía ser un pedido de explicaciones personales. Pero supongo que estoy habilitada a divulgar algo cuya autoría está amparada en el anonimato. O no, pero ahora ya es tarde. 

El desamor. La puta madre. Qué curioso todo. El otro día alguien preguntó en twitter por qué las parejas terminaban y yo contesté: "Desamor. Incomunicación. Falta de compromiso. Engaño. Pero sobre todo desamor". No estoy tan segura de que sea una coincidencia inocente. Pero tampoco estoy tan segura de mi respuesta. Y mucho menos de cómo sobrevivirla. 

Entiendo desamor como una bisagra imperceptible pero real que articula el pasaje de un sentimiento que crece a uno que se empequeñece, como ese instante en que el amor empieza a deshacerse en el alma de uno y que provoca en el otro todo tipo de angustioso sufrimiento. 

La verdad sea dicha, creo que nunca tuve que sobrevivir al desamor de otro, así, propia y visceralmente. Asumo que la pregunta se refiere a la dolorosa situación de un amoroso frente a un desamorado. No sé qué responder porque, casi siempre, la desamorada fui yo, o fue un desamor simultáneo. Lo malo del rebelde del desamor es que no tiene mucho que ver con la voluntad ni con el control ni con el esfuerzo. Tiene que ver con una casuística indescifrable que hace que de golpe alguien se dé cuenta de que de a poco su forma de querer cambió y el otro ya no es el motor de su mundo. 

El desamor de la vereda de acá es este espacio hueco de ahora que hace rato me ocupa entera. Este desamor, creo yo, se sobrevive con sinceridad y respeto. Tratando de deshacer el amor sin deshacer el recuerdo y de dejarlo convertido en un afecto hondo que, por más afectuoso que sea, ya no es amor, pero es mejor que nada. Se sufre también, eh. Ser el recipiente donde el amor empieza a encogerse es doloroso. Para dejar de querer se necesita un poco de valentía. Lo malo es que a veces uno termina también dejando de quererse. Es difícil amar tu propio vacío.

Para el desamor de la vereda de allá realmente no tengo recetas. Lo que sí aprendí, no después de un desamor sino después de un amor frágil, es que es verdad que el tiempo tiene mucho que ver con la sanación. Y las distracciones y la actitud positiva ante el futuro y la apertura y el sentido del humor sin duda deben ayudar mucho. En realidad creo que la buena actitud y la risa son la solución a casi todos los problemas del mundo. Pero no me hagas caso. No sé. De verdad, no sé. Supongo que un día te duele todo y otro día también y otro día también pero salís a caminar y ves un pajarito cantando y así hasta que después de un tiempo podés hacer de cuenta que estás bien y otro tiempo después ya no necesitás fingir nada. 

Lo único que sé es que el sufrimiento encerrado en tu pregunta me arrugó el centro del pecho. Y que espero que salgas vivo de esto y cuando digo vivo digo herido pero de pie. 

1 comentario:

  1. Aunque en forma extemporánea, la felicito por este ensayo.

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