viernes, 3 de febrero de 2012

dress hunting


Se vienen casamientos. Oh. My. God.

Para empezar,está todo el lío de la despedida de soltera. Por un lado me divierte y por el otro me da como una mega gigantesca pereza china. Pero ta. En grupo no es tan terrible, y confieso que como no tengo ni las más básicas de qué juegos son divertidos y qué se le regala a la novia, voy con la marea y no estoy ocupándome demasiado. Por un lado me parece medio choto eso de regalar manoplas de cocina o cepillos para el wáter. Por otra parte, lo de regalar lencería me parece todavía más raro, porque en quien menos quiere pensar una en esos momentos íntimos es en las amigas que te obsequiaron la tanga. Como aparte de eso no sé qué regalaría (en sí me parece un poco superfluo lo de regalar para la despedida, ya te estás gastando millonadas en pelotudeces como disfraces, silbatitos con forma de pene, alcohol y fotos tamaño real del novio para “ponerle la cola al burro”, es decir plantarle un pepino en el área genital, y encima después le tenés que regalar algo en serio para el casamiento), voy con la corriente y que se encarguen las demás de decidir las cosas. Pero si yo me casara, regálenme una buena celebración y chau. Parece que el único objetivo de estas uniones es fundir a los invitados, y por lo general los novios también se gastan sus buenos morlacos. Al fin y al cabo la comercialización de la Navidad es un poroto al lado de las bodas. 

Después está el tema de la fiesta en sí, y toda la cholulez pedorra de la ropa, los zapatos, el tipo de soutien (me morí cuando me dijeron “sí, encima tenés que comprarte soutien y medias”, o sea, ¿qué? ¿no vale uno medio potable aunque tenga cierta antigüedad?), el sol pleno (¡¿¿??!), peluquería, maquillaje y demás imbecilidades que se les ocurren a las mujeres para “estar diosas” en un evento social donde vaya uno a saber si no encuentra al “chico de familia” con el que protagonizar en el futuro un evento similar. Las comillas son reales, lamentablemente. Tengo amigas que piensan esas cosas y me obligaron a ir a comprarme un vestido porque “es el primer casamiento de una amiga” al que voy a ir. Iría con uno de los vestidos normalitos que tengo si no fuera porque veo la superproducción que están llevando a cabo algunas, y todo bien pero mi autoestima no está para aguantar sentirme un pato feo al lado de tantos pavos reales (o reales pavas…). Así que no seré un pato si puedo evitarlo y capaz que subo a la categoría de ornitorrico. 

Entonces bueno, asumiendo que algo tengo que hacer para no ser un esperpento, me zambullí en la búsqueda de “el vestido para mí”, que evidentemente no existe. Creo que fui a diez o doce lugares donde venden ese tipo de indumentaria, y entre la cortitud de las faldas, el brillo inusitado de las telas, los brillantes falsos inmundos que les ponen a las cosas, o la abundancia de las confecciones estilo patchwork en las que una se convierte en una colcha incandescente, no encontré prácticamente nada que me pareciera adecuado, mucho menos que me quedara bien. No digo que sea todo culpa de los vestidos. Evidentemente que hay un gran porcentaje de la culpa en mis no adecuadas formas y gustos. Allá yo. Tendré que recurrir a una modista para que fabrique lo que no existe.

De momento no sé qué voy a hacer conmigo. Lo que está claro es que sigo siendo un pato. 

   


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