miércoles, 8 de enero de 2014

El oso de peluche rosado

Hoy decidí regalar el oso. No porque el oso sea feo, aunque tampoco es tan lindo. Simplemente porque perdió su significado. Porque su mirada ya no me da una punzada de melancolía. Creo que como elemento simbólico recordatorio cumplió su ciclo. A veces el problema no es con lo que fue sino con lo que no pudo ser. La historia es extraña y torpe, trunca y estéril. La retiene una neblina difusa. Un poco de rencor. Hilachas de rabia. Pero el oleaje del tiempo va tapando la grieta.

Hoy decidí regalar el oso porque hace rato que no es mío. Lo que no sé es si alguna vez lo fue. Trituraría al peluche, pero el pobre no tuvo nada que ver con que lo comprara un cobarde para regalárselo a una pelotuda. Así que más vale que lo abrace un niño o algo así. Que otro romántico se lo ofrezca a otra ingenua con más suerte o con mejor discernimiento. Capaz con lo segundo alcanza. Y allá ellos.

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