Capaz hoy, sin querer, o adrede, no sé, abriste un poquito la puerta de ese cuarto secreto, o de ese cuarto secreto que esconde otro cuarto secreto, como una mamushka de pequeños altillos del alma donde se guarda lo oscuro y lo íntimo y lo esencial, lo que puede doler si alguien lo toca o lo saca a la luz. Abriste y yo me quedé ahí, asomada, un ratito. Y puede que me quede un ratito más.
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