viernes, 17 de junio de 2022

Match

Primero pasaron horas. Pero fueron buenas horas. Quizás sí hubo análisis, diagnóstico, inspección. El vino amortiguó los filtros, pero la conversación los deshizo. Me caíste mejor que por chat. O fue que te hiciste real, no sé. Me pareciste lo suficientemente estructurado como para sentirme cómoda y lo suficientemente suelto como para considerarme desafiada. 

Llevarte a tu casa era una apuesta. Funcionó, aunque nos hicimos esperar. Tu casa fue reveladora. El fuego de la estufa era eterno y tu gata era más cariñosa que vos. Un vaso que cae, un trajo añejo, un rato más. Hasta que por fin, un beso. Un beso que fueron muchos o que fue muy largo, y que nos desenroscó las vueltas para envolvernos en una rosca de manos y cuerpos y espaldas y ropa. 

Me resultó fácil. Mejor que eso. Me resultó natural. Necesario, hambriento, inesperado y no. Nos tenía fe, pero me gustó más comprobarlo. Un lindo hallazgo al final del sábado. El principio de un descubrimiento. No sé quien tuvo más el control. No importaba, creo. Tu cama era el centro del mundo y tu sonrisa me hacía reír. Quedó todo pendiente y a la vez, nada. 

Quiero verte mejor. Quiero tener más tiempo. Quiero sentirte adentro y alrededor. Acariciarte fuerte, morderte lento y ver hacia dónde podemos ir sin ir a ninguna parte. Sin presas ni flechas, con ternura y rabia. Dialogando sin hablar o hablando todo, durmiendo de a ratos, encendidos. Que no sepamos donde termina cada cuerpo ni qué horas son. 

Lamento no tener tantas versiones de esta historia en mi cabeza. Tengo flashes, rastros de piel, un par de ideas. Tengo intriga y ganas. También tengo paciencia. Después, lo demás, está todo por hacerse. 

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