jueves, 21 de noviembre de 2013

Buda son los padres

No entendí bien eso del budismo y cómo encajaba lo de la vida interior y escuchar al cuerpo con la vida exterior y escuchar a los otros, sus trenzas, sus flores, sus ataques de pánico, cultivarse los vegetales y vivir de la caridad, del orden y la limpieza, pero qué fácil es que todo esté ordenado cuando uno no posee nada, cuando uno es túnica marrón y zapatos feos, cuando uno es calva y lentes y cuerpo y nada más, cuando uno deja todo y se va a vivir en un monasterio chino, porque aparentemente ahí está la felicidad, pero si la felicidad está dentro de uno, qué sentido tiene buscarla en China, y si las tripas son lo que define a la persona, donde se guarda la certeza de lo que cada uno busca, de lo que se quiere de la vida, de lo que se intenta para llegar a ese lugar, a ese lugar que, según la monja, es uno mismo, entonces por qué tantos viajes y tanta vuelta y tanto mundo y monasterio, tanto libro, tanta charla, si lo que a uno lo hace feliz es uno mismo, son sus entrañas, abrazar a sus entrañas y oírlas, iluminarse a través de un recorrido interior, una serie pormenorizada de respiraciones, una forma de sentarse, un ritmo, una campanita, por qué me suena egoísta y raro, centralizado en uno, abandónico, renunciante, casi una huida a un lugar desde donde es más sencillo lidiar con el universo, porque uno sólo trata consigo mismo en sus paseos hacia adentro, y si la mente se escapa hay que volver a atraparla, hacerla pensar en ese aire que entra y que sale, que llena el abdomen de un oxígeno viciado por la respiración de otras cincuenta mujeres, que se convierte en sopor incómodo, en calor, en entumecimiento, y no resulta en nada más que en la sensación de incomprensión de quien sospecha de esas filosofías orientales raras, y también de las occidentales raras, y del mundo todo y de la muerte, del karma, de que todo se explique por algo que pasó en otra vida, en un mundo paralelo que ni siquiera es justo y probablemente tampoco sea real, de que el sufrimiento sea un engaño mental propio, de que el cuerpo tenga tanto poder, de que el sistema esté tan errado y sin embargo sea fundamental para la existencia de todo, hasta de sus más rebeldes satélites, porque el mundo es así y la gente es así, y será muy cool despojado abierto irse a Asia a convertirse en discípulo de Buda, pero yo prefiero meditar así, soltando la mente en una página para ver cómo corre. 

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