domingo, 13 de julio de 2014

Pa

Muchos de mis amigos más cercanos no celebraron nada hoy. Más bien vivieron la jornada con dolor, con resentimiento o con pesadumbre. No todo el mundo tiene un padre a mano para celebrarle el día. Hay padres que no están vivos y hay padres que no están presentes y hay padres que no están cerca y hay padres que eligieron no ejercer de padres. Alguien que quiero perdió a su papá esta misma semana. Por muchos motivos, para mucha gente hoy es un día complicado. 

Yo no sé muy bien expresarle afecto físico a mis padres. En algún momento de nuestra vida juntos se nos rompió el cosito de abrazar. Es difícil entonces decirles lo mucho que me importa que estén. Y cuánto los quiero. Pero es cierto. Los necesito y los quiero tanto como cuando me enseñaban a atarme los cordones o a dejar de usar pañal. Sé que debería hacérselos notar más seguido. Capaz que esta es una de esas notificaciones de afecto que me gustaría que recibieran.

A mi padre le debo casi todo lo que sé sobre el campo, los vehículos y las estrellas. A mis hermanas  y a mí nos enseñó a armar un fuego, a apuntar un rifle, a dominar una moto, a ensillar un caballo y a cambiar una rueda pinchada. A veces me gustaría que volvieran aquellos días de pararnos al borde de la quebrada y tratar de gritar como él, que hacía eco entre las palmeras, con nuestras vocecitas de niñas alborotadas. 

Sé que antes hablábamos más. Puede que ahora tengamos más diferencias. O menos puntos en común. Pero no me parece que estemos tan lejos. De alguna manera yo sigo tratando de alcanzar a ese caballo que va más adelante, con su silueta a cuestas y su calma y la música de su recado. Porque todavía no dejé de querer parecerme a él. 

Entonces supongo que sí tengo que celebrar y agradecer que hoy pude decir feliz día del padre. Y que no podía haberme tocado uno mejor.


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