Creo que la mayor empatía del fin de semana la tuve con una cachorra de salchicha que primero me recibió alborotada, pero después notó mi cansancio y mi calma y fue bajando la intensidad hasta que enrolló sus patitas cortas y se arremolinó en mi falda, donde se quedó dormida durante una hora mientras yo le hacía caricias entre las orejas.
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