lunes, 28 de enero de 2013

caNsamiento


Con esto de que se casa una amiga y fue la despedida de soltera me descubrí pensando mucho en todo eso del matrimonio. El vestido blanco, el tocado, la canción para después del vals, las flores de la iglesia y un montón de parafernalias adornan la cuestión y terminan siéndola cuando, al final, lo que importa no lleva accesorios ni combina con los manteles. 

En el momento en que empieza a pesar más si invitar o no al amigo número 23 del hermano, algo se trastoca y la esencia se pierde un poco en elecciones como la marca del whisky y la cantidad de cotillón, a quién sentar en qué mesa y si agregar o no un living afuera, quién hace los mejores zapatos de novia o cuánto oro llevan los anillos.  

Lo que menos me gusta de los casamientos es todo eso. O sea, casi todo. Resulta más un rito social en el que cumplir con los compañeros de tu ex trabajo y la prima segunda de tus padres. Pero más vale que te hagan un buen regalo, porque cada cubierto cuesta y cada invitado significa como 70 dólares más.  

Entiendo que sea un día feliz. Pero veo los estreses previos y me da como alergia. Y la forma de banalizar algunas cosas. No sé. Como que el casamiento, al fin y al cabo, es la formalización de un pacto invisible que ya existía. No debería cambiar muchas cosas. La esencia, que es el vínculo, llamémosle amor, se diluye en todos esos detalles superfluos que al final hacen a la cosa, y por ende, la cosa termina siendo un evento magnífico, claro, donde todos se maman, los globos se pinchan y el vestido se ensucia, pero efímero como todo evento, y al día siguiente, lo que queda, aparte de la resaca y algunos recuerdos, es el vínculo de siempre, ahora desprovisto de adornos y, quizás por eso, vulnerable. 

Por eso creo que no me voy a casar. Porque me daría mucho miedo que el amor dependa de ese circo. Porque no sé si las cosas duran para siempre, y quizás, aunque el álbum de fotos se conserve perfecto, el vínculo se diluya o cambie. Y quizás también crea que el compromiso y el respeto no necesitan vestirse de blanco, y que el amor, si está vivo, no requiere el aval de un papel, o de un señor religioso, y mucho menos, de una parentela borracha. 

Pero quién sabe, y quizás mañana alguien me demuestre que sí vale la pena hacer una fiesta multitudinaria para celebrar un enlace. Aunque para mí sólo sería una forma de hacer público el vínculo, no de afianzarlo. Mientras tanto, me quedo del lado de acá, mirando con cierta reserva las cosas. Soltera, por supuesto.   

2 comentarios:

  1. Llameme descreído, desencantado, infeliz, puto, o escoja el denuesto que más le agrade; pero creo que el casamiento formal como trámite burcrático es un excelente punto de partida para el final de la relación.

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  2. Las normas que los hombres se dan para lograr vivir en comunidad son tan antiguas como nuestra especie. Son un invento que consiste en que todos ceden parte de su libertad en beneficio de todos. Así, el derecho viene regulando las relaciones humanas desde la noche de los tiempos. No creo que esté ni bien ni mal, es algo que es así. Entre las diversas relaciones humanas se encuentra el matrimonio. El matrimonio existió antes que la norma, pero ésta, al regularlo, lo convirtió en un contrato. De hecho, jurídicamente, es un negocio jurídico perteneciente al derecho de familia por el que dos personas proceden a la constitución de una unión legal para la plena comunidad de existencia. Y como cualquier otro contrato comporta derechos y obligaciones recíprocas para ambas partes, vertebrando la familia y los efectos personales (filiación) y patrimoniales que de él se derivan. La Iglesia lo convirtió en sacramento. Amén. De forma que se supone que dos personas firman este contrato porque se aman y desean formar una familia, sin desatender el aspecto legal de la unión en beneficio de ambos y sus descendientes. Celebrar esto tiene cierto sentido, aunque no nos gusten las bodas. Hasta aquí precioso. Pero el tema es que estoy harto de ver toda suerte de "componendas" por intereses bien distintos, o porque ya toca, etc... Hace falta cuajo para celebrar algo así. Lo siento, creo que me he extendido. Soltero, por si acaso. g

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