martes, 1 de enero de 2013

El gajo del ciprés


Analizamos las posibles formas de arrancarlo. Serrucharlo. Reventarlo. Hasta a papá se le ocurrió dispararle muchas veces para ver si podía quebrar la rama. Pero no llevamos ninguna a cabo. El gajo desparejo del ciprés, ese que se sale para afuera como si fuera una manito, está muy alto. El techo es inestable. No hay escalera que alcance tan arriba. A mí me molesta mucho, pero mi tío tiene razón. Está ahí para enseñarnos que no todo puede ser perfecto. Y que la belleza es extraña, asimétrica, inconstante. El ciprés es emblemático aun con su rama salida. Al fin y al cabo, es una rama valiente. Es la oveja negra de las ramas de ciprés, y debemos respetarla así. Algún día, el tiempo la va a arrancar de un soplido. O se caerá el árbol entero. Quién sabe. Mientras tanto, está ahí, agitándose burlona, para que aprendamos a convivir con su imperfección. Y con la nuestra. 

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