sábado, 6 de abril de 2013

La cura es la risa

No esperaba un sábado como el de hoy. No esperaba tanto.

De repente la tarde me invitó a lo de un amigo con dos más, pero de esos amigos del alma, de la niñez, de la adolescencia, de la vida y de siempre. De esos que hoy recordé por qué quiero tanto, por qué los elegí como personas importantes y, la verdad, necesarias. 

Y creo que a los cuatro nos pasó lo mismo, y nos pasó la tardecita hablando de la vida y la noche hablando de todo lo demás, y sobre todo, riendo, como si recién descubriéramos la risa, como si la hubiéramos rescatado del fondo de un baúl oscuro. La risa, casi ininterrumpida durante cinco horas. La risa que nos salvó a todos. La risa que extrañábamos y ahora no queremos volver a perder entre los petates de la rutina. 

La mesa de Burger King se alió con nuestras carcajadas, y espero que nunca se me vaya esa sensación tibia que ahora llevo adentro. Esa recuperación de una parte de mí que hacía mucho que no sentía como mía. Ese ruido torpe y ronco que me sale de las entrañas en ataques sucesivos, espontáneos. Esa salud. Esa risa. 


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