sábado, 1 de junio de 2013

Dos a cero

A veces se gana y a veces se pierde. Y a veces aún perdiendo se gana. Y a veces se juega mal y se gana a pesar de ello, a pesar de que cada fibra de mi cuerpo sienta el sabor amargo de no haber sido digna de la victoria. Al final sólo importa el resultado. Puede ser. Y también puede ser que importen las pequeñas circunstancias, los diminutos méritos, el repertorio de errores, las gotas de sudor y todo el despliegue de acciones minúsculas que suceden no sólo en un partido, sino en meses de trabajo, que reflejan, o no, el puntaje que se anota en la tabla. 

Hoy se lució el equipo, no yo. Y está bien. Por algo somos una entidad colectiva. Hoy ganamos. Pero no puedo dejar de sentir esa desilusión personal en un recoveco del alma. Y quisiera poder jugarlo de nuevo para merecer ser parte de algo tan lindo. 

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