domingo, 21 de julio de 2013

Moribundo


Qué cansador llegar a esta hoja en blanco y necesitar llenarla de algo y no tener la energía o la dedicación o el entusiasmo necesario para hacerlo, y ver cómo el blog se va drenando de calidad y de sangre y va quedando soso y tonto y hueco, pobre y estúpido blog, que nunca aspiró a nada hasta que aspiró algunas cosas, inhaló, se drogó y se volvió ambicioso, qué va a hacer con sus delirios de grandeza y sus objetivos estéticos y sus requisitos fotográficos y sus aires de bitácora de artista, él, tan desnudo y fetal, meciéndose ahora en un mutismo vago que absorben las paredes de cemento grueso, balbuceando un día sí y varios no, olvidado requeche de palabras, moribundo y torpe, cajón de feria vacío, cartón en migajas, papel de diario viejo y polifón mojado, qué va a hacer con sus engendros y sus monstruos y sus hadas, sus estelas de luz y pajaritos, sus árboles muertos, sus faroles en llamas, sus tímidos acordes de rocola, sus historias de diván, sus personajes locos y ausentes, su curiosidad, los mil y un rincones donde se pierden las llaves del alma, los ómnibus, el amanecer, sus destellos de vida útil, su pereza lacónica, su erudición remota, callejera o de burbuja, los veintiséis años de estupidez, la buena suerte, el calor y las cometas, o cómo seguirá su rumbo entre tantos tambaleos, si acaso se recupera, se yergue, se sacude la ropa, se asienta sobre sus pasos de una vez, y camina o trota o salta o vuela, pero que por lo menos camine, porque es un blog, no se le puede pedir tanto, y quizás con un caminar suelto llegue más lejos que con dos o tres saltos histéricos o un vuelo suicida.

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