miércoles, 11 de abril de 2012

Señora de Vargas Llosa

El otro día soñé una cosa extraña que no deja de ser interesante.

Yo estaba en un lugar parecido a un aeropuerto, esperando que me vinieran a buscar. Aparece un auto, yo me subo atrás, y en el auto, además de un par de familiares que no recuerdo quienes eran, iba un hombre mayor (pero sexy) que manejaba.

El señor, para mi estupor, era Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, más conocido por su segundo nombre y su premio Nóbel. O sea, uno de mis ídolos máximos del universo. Y resulta que los familiares míos estos se bajaban del auto, y mientras Mario me paseaba por calles del centro de Montevideo, yo le decía que lo amaba y que me quería casar con él.

En la siguiente escena estábamos en un restorán con mantel blanco, yo insistiéndole con esto del matrimonio, diciéndole que iba a estar bueno, y él me decía muy cordialmente que no, que amaba a su actual mujer y que yo tenía edad para ser su nieta. Pero para mi amor no había obstáculos, y yo seguía pidiéndole que por favor se casara conmigo o me iba a morir.

Ahí medio me desperté con la hermosa sensación de haber tenido una relación breve y no correspondida con tan glorioso señor. No sé, fue lindo.

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