Yo escuchaba pero ya estaba todo dicho. El armisticio, como medida diplomática más que como solución, requería esa escucha. Sin embargo, ya no quería escuchar. Quería irme a mi casa y acostarme en mi cama y mirar el techo y no pensar en nada más que en el color del techo y la textura del techo y la altura del techo. Quería que el silencio nunca dejara de protegerme y que pararan de girar las desilusiones alrededor de mis ojos, como si estuviera borracha de tanta frustración. Quería no sentir. Así que escuchaba y trataba de no sentir, de que nada me importara. Y miraba hacia afuera, donde las hormigas hacían viajes sin fin. Y veía a las palomas comiéndose algo, desgarrando algo, peleándose por los trozos de algo. Y ese algo era yo.
Después de leer tu texto, me parece que la salvación está mirando al techo y escribiendo en el teclado. Lindo y triste texto. Saludos, mm.
ResponderEliminarGracias, y yo también soy mm :)
EliminarDemasiada pena en esas líneas para una sola persona.
ResponderEliminarMe erizó la última parte, y no me gustó.
No consuela en absoluto, pero abrazo de gol.-
Gracias detaq. Ya superaremos la pena. Me tengo fe.
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