domingo, 8 de diciembre de 2013

El mono

Por la plata baila el mono, dicen. Hasta que el mono se cansó y se dio cuenta de que quería parar de bailar, y comer, y dormir, y que alguien lo abrazara. Como era rico, podía pagarse un banquete y una cama. Hasta podía comprar abrazos que no tenían gusto a verdad. Sentía la distancia eterna que lo separaba de ese cuerpo que se apretaba contra el suyo, ajeno. 

Así que el mono volvió a bailar. Y bailaba cada vez mejor, para ver si lograba comprar abrazos más hondos, porque de lo demás ya está saciado. Compraba abrazos más largos, mas efusivos, más físicos. Pero no se venden los abrazos en serio. El mono, en el fondo, lo sabía. 

Siguió bailando cada vez más perfecto, ganando más y más dinero. Llegó a ser un erudito del baile, millonario él, y solo. Un infeliz. Un mono como tantos otros, lleno de oro y falto de amor. Porque tampoco supo darlo. Porque nunca entendió por dónde iba la cosa, como tantos otros monos bailarines que creen que si son ricos, como consecuencia van a ser felices. 

Ojalá que alguien los salve y les dé un abrazo de oro.

1 comentario: