lunes, 4 de abril de 2011

puntos varios

no es fácil encontrar de qué escribir todos los días. muchas veces tengo la sensación de que me repito eternamente, y la odio. pero soy yo, y es inevitable escribir desde mi punto de vista. y aunque no quiera que esto se convierta en un querido diario, muchas veces termina siéndolo. pero no quiero que sea un querido diario que aburra. en fin, hoy creo que aburro, pero quiero comentar algunas cosas sueltas. cosas que me quedaron en el tintero, o que nunca encuentran su lugar para ser comentadas.

una de ellas es el viaje a san sebastián. creo que va siendo uno de mis viajes preferidos desde que estoy acá. me gustó hasta la ida en ómnibus, las cinco horas y algo de ver desfilar por la ventana esos paisajes raros, con nieve, sin nieve, con bosque, con cabras, con los toros negros de osborne infaltables en las vallas al costado de la ruta, con molinos de viento de a centenares, con pueblos enclenques con nombres simpáticos.

y de san sebastián me gustó la playa. por momentos me confundía si ese mar era el mismo que veía en montevideo, me sentía bastante en casa. no hay como salir a la calle y sentir que hay mucha agua cerca. es otro aire y una especie de limpieza, un anti-claustrofobia feeling. y sentarnos en el jardín del palacio miramar a hacer eso mismo (mirar el mar), con el césped todo verde y las flores de todos colores, y la playa abajo, la ciudad alegre que se difumina entre las montañitas, era entender por qué los reyes antes veraneaban ahí mismo. y después curiosear en el centro histórico lleno de gente que camina en todas direcciones, bares de pintxos y la parafernalia vasca, el glamour de los del norte y los lugareños bailando el domingo en la plaza. además del igueldo, la vista soberbia, el agua turquesa y calma a nuestros pies, y la bajada por caminos enrevesados, desiertos casi, donde perdernos se sentía divertido y el descenso era infinito. no podía haber pedido mejor compañía para esos tres días en el norte. me gustaron especialmente.

también quiero hablar de otros recorridos. quiero hablar otra vez del retiro, y de correr por él de noche, y sentir que la cortina de árboles ahuyenta un poco el ruido de la ciudad y les da cobijo a los pájaros. es lindo verlo de día, pero con estas noches cálidas, el reflejo de los faroles en el agua del lago tiene otra magia. y los senderos se hacen míos cuando mis pies los pisan. la oscuridad me cae simpática, y lo único que se oye son los zapatos contra la grava de los que pasan corriendo a mi lado en los segundos de silencio cuando cambia la canción en mi mp3.

de la publicidad hoy no tengo ganas de hablar. ni del máster. aunque las clases a veces no sean fascinantes (y cueste mantenerse despierto), lo que lo salva es la gente que veo todos los días. estoy muy feliz con la gente que conocí en estos meses, y quiero que sigan en la vuelta muchos años.

y la semana que viene me voy a lanzarote, que es como el colmo del desenchufe. estoy cansada, pero estoy contenta. marzo fue un mes lleno de cosas y de amigas y paseos, y abril parece que va a serlo todavía más. como dice papá, esta es la época fermental. espero que dé buenos frutos. pero mientras tanto, la siembra va siendo inolvidable.

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