domingo, 25 de marzo de 2012

de capa caída

Hay días como hoy en que me dan ganas de mandar a mis amigos a la mierda.

Bueno, para ser justa, a todos no. Pero a algunos sí, mandarlos a embadurnarse bien en bosta fresca.

¿Por qué tienen tanta dificultad para responder mails? ¿Mensajes? ¿Invitaciones? Al final parece que en vez de agasajarlos estás tratando de torturarlos maquiavélicamente, y ellos sólo desean escapar. Y no entiendo para qué me esfuerzo en planear las cosas con tiempo, total, van a aparecer para cancelar cuando ya tenés la organización en marcha. Y encima, les importa todo un bledo. No ven que medio te están clavando, a vos y a los demás que sí aceptaron la invitación y están ayudándote a armar la logística vehicular.

No sé. Veo que cada vez se complican más con las cosas más estúpidas. Capaz que soy yo la que estoy mal, y no entiendo las prioridades absolutas del universo. Para mí, está bueno irte unos días con amigos al campo. Y está bueno que te inviten. Y está bueno que lo hagan con tiempo, para poder organizarte y poder responder sí o no con antelación. Y para que los demás sepan si cuentan o no contigo para armar el paseo. Y capaz tener que salir 15 minutos antes del trabajo no es una cosa terriblemente complicada. No sé, por lo menos en mi mundo, donde la gente dialoga y es medio pierna, conseguir eso no es tan difícil.

Mi mundo debe estar errado. Es que algunas actitudes ponen patas para arriba todas mis nociones de lo que debería ser importante, y de cómo deben actuar las personas. Y me cansa. No entiendo. Parece que le arruinás la vida a tus amigos si los invitás al campo. Les jodés la existencia si esperás que te respondan más o menos antes de una semana o dos de hecho el convite. Y encima si les insistís para que te den una respuesta, no sólo porque querés organizarte, sino porque de verdad querés que vengan, quedás como una perseguidora imbécil. Ni que hablar si tanteás la posibilidad de que salgan unos minutos antes del trabajo un miércoles de semana santa. Es casi lo mismo que pedirles un riñón.

Sólo sé que me siento la más pelotuda. Primero por abrir mi casa, cuando evidentemente muy pocos se sienten cómodos en ella (valoro a esos pocos!). Segundo, por invitarlos a algo que evidentemente les causa más trastornos que alegría. Tercero, por pretender que me respondan; aparentemente no estoy al tanto de que hay prácticas sociales que están demodé, como el RSVP. Cuarto, soy la más idiota por hacer todo esto con tiempo, porque al final estoy más semanas haciendo y deshaciendo planes. Quinto, que por las formas, algo me dice que capaz soy demasiado insistente, una dictadora que los está obligando a hacer algo que no quieren, y por eso no se animan a decirme cosas a la cara.

Pensé que no le estaba pidiendo peras al olmo, pero parece que sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario