jueves, 29 de marzo de 2012

ni azul ni príncipe

Estoy en un momento en el que necesito que ocurra algo. Y cuando digo algo digo alguien. Y cuando digo alguien digo prospecto de compañero de aventuras.

No estoy pidiendo algo eterno. Sólo un remedio contra la soledad del otoño. No precisa que dure más de una estación. O dos. Me alcanza con un alma afín con quien compartir una película y una manta y alguna cosa más. Un chivito para dos. Un paseo pedorro por el shopping. Una rambla de domingo de tarde con sol. Diecisietemil risas. Horas de auto en silencio. Mimos. Algún escape de fin de semana. Ocho o nueve siestas. Cuarenta y seis discusiones tontas. Una borrachera y una resaca. Diez o quince fotos juntos. Ciento setenta besos furtivos. Alguna boludez como ir al Parque Rodó. Varias charlas telefónicas. Un par de abrazos de los que te dejan tembleque. Muchos días de perfume ajeno en la ropa. Un souvenir que no sea un peluche. Cuatro días de no hacer nada. Ocho millones de piropos. Una mano firme y franca. Una voz para oír cuando me despierto. Noventa mensajes de texto del tipo no apto para diabéticos. Algún susurro a tiempo. Tres peleas. Dos reconciliaciones. Algún proyecto en común. Varios terrenos en los que discrepar a conciencia. Unas semanas de estupidez total. Un conjunto de recuerdos para después.

No sé qué estoy pidiendo. Todo eso ya lo tuve. Pero me vuelve a hacer falta. Aunque venga como una ráfaga y se haya ido antes de que me dé cuenta. Tiene que pasar algo que me demuestre que todavía queda algo querible en mí.

2 comentarios:

  1. Y todo eso... ¿Sólo por 4 meses? ¿Y después?
    No quiero sonar sensiblero, pero capaz que es peor el remedio que la enfermedad...
    Por supuesto que queda algo querible en ti, sino no estaría leyendo tu blog.
    N

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  2. Hola N. Gracias por leerme y por el ánimo. Cuatro meses es un principio. Después se ve. Pero por ahora sólo quiero un principio :)

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