martes, 13 de marzo de 2012

father

Hace ya como 11 años que no está, pero nada va a borrar todo lo que sí estuvo antes.

Una de las mejores cosas de ir a visitar a mis abuelos era que él, cuando nos empezábamos a aburrir de las conversaciones de los grandes, nos llevaba a dar una vuelta a la manzana, a trepar el árbol, a tomar religiosamente un helado y a veces, pero como una excepción mágica, me compraba una ficha para el caballito que había en la Galería Roma.

Father era muy paciente con nosotras, por lo menos lo recuerdo así. Y le encantaban los perros, especialmente Bartolo, el golden retriever de los vecinos, que siempre se asomaba a la reja para que lo acariciara.

Me acuerdo que cuando caminábamos por las cuatro veredas perimetrales de su manzana, íbamos hablando todo el camino, muchas veces en inglés, y nos planteaba dilemas de todo tipo, que siempre empezaban así: "¿Qué preferirías..." y proponían, por ejemplo, diatribas tan polémicas como éstas: "¿Qué preferirías ser, un cocodrilo o una víbora?", "¿Qué preferirías comer, toda la vida dulce o toda la vida salado?", o sino, algo tipo "Where would you rather live, by the seaside or in the countryside?". No sé si a mis hermanas, pero a mí me hacía reflexionar como loca. Especialmente porque tenías que buscar la mejor forma de convencerlo. Él siempre iba a opinar lo contrario, y a debatir a conciencia las posibilidades.

Fue mi abuelo también el que nos enseñó a jugar al ajedrez, aunque en eso no fui una discípula demasiado aplicada. Me acuerdo que tenía una computadora, en las épocas en que las computadoras eran elementos de ciencia ficción, que sólo servía para jugar al ajedrez. Casi siempre le ganaba la máquina, pero alguna vez, cuando ganaba él, me lo contaba con un orgullo cómplice y juvenil.

El árbol de jacarandá siempre me va a traer su recuerdo, esperándome abajo, sonriendo paciente, mientras yo me colgaba y hamacaba de mi rama preferida. Después de un rato, yo saltaba hasta el suelo, él aplaudía, y pisábamos juntos las flores violetas hasta llegar a la casa, mientras me preguntaba si prefería hacer un viaje en nave espacial o en submarino.

Hoy habría cumplido 99 años. Me hubiera gustado invitarlo con el helado.

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