domingo, 11 de marzo de 2012

power out

No veo, no sé de qué escribir, me duelen los ojos, ya no sé lo que hago, quiero dejar de pensar un buen rato, un rato largo, que despacito se me vaya desagotando el cuerpo del cansancio, dejarme ir, reposarme, descansarme, empequeñecerme y sentir que floto, floto, exploto, morir de a poquito hasta llegar al sueño, lentamente, como una pluma que aterriza en el pasto, quiero ser esa pluma y aterrizar y que mi cuerpo esté flojo y suave, y que me envuelvan en algodón, estar recién bañada y envuelta en algodón, tangible, cálida, esplendorosa cama, que todo se vaya apagando como con un dimmer azul, hasta una semi penumbra hermosa, donde mis ojos no necesiten esforzarse, aniquilarse, exprimirse, cobrar vida en un sueño, no antes, y en ese sueño deshacerme en pétalos de margaritas, en olas de chocolate y música bien bajita, casi sorda, latente, para no escuchar los oídos zumbando, resquebrajados, y oler a jazmines, que todo huela a verano, así dejo de tener la humedad clavada en mi nariz, y hago las paces con el olfato, sumiéndome, consumiéndome, en un paseo plácido por perezosos páramos, elevándome hacia el fondo del dormir, hacia el inconsciete más absurdo y grato, donde todo es posible y donde todo es ridículo, en ese lago de inocencia que refleja las nubes, donde me mojo la cara, me lavo las manos, me enjuago la mugre del día, la desazón, me limpio toda y bebo para limpiar mis adentros, y me siento grácil, nívea, como un pompón de panadero flotando en el jardín, casi un corderito, una mariposa, floto, floto, exploro, y me apago frecuencia a frecuencia, hasta el off total, merecido, deseado, bendito game over del día, en el que todo se suspende por unas horas de acariciar la almohada que huele a mí, a shampoo y a rendención.

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