jueves, 21 de junio de 2012

Incoherencia que sale por los porros

Hola. Me doy cuenta de que vivo en un país que no sabe para dónde va, qué quiere ni qué cosas son importantes en la vida. Y como un país es la gente que vive en un territorio determinado, estoy diciendo que la gente que vive en este cacho de tierra del sur de América ha perdido el rumbo y la cordura. Y no sólo eso, estoy diciendo también que la gente que esta gente que somos y vivimos acá elegimos para gobernarnos está mal de la capucha. Y que lo que veo en televisión y leo en los medios y escucho en mis entornos  y recorridos vitales es como un gran delirio colectivo, como una mirada agónica y desenfocada de la realidad, de lo que importa, de cuáles son los auténticos problemas.

Por cadena nacional, el señor que tenemos por presidente dijo que debemos tomarnos un mes para reflexionar sobre la inseguridad que aqueja a los uruguayos. Como si durante un mes las cosas fueran a paralizarse para que todos vayamos al rincón en penitencia a pensar sobre lo que hicimos. Cuestión que para variar no dijo mucha cosa concreta, pero después Subrayado va y dice que una fuente del Poder Ejecutivo le reveló que se prevé legalizar la marihuana como una de las acciones del plan que pensaron los gobernantes geniales para resolver la violencia social que nos fagocita.

Claro. De paso legalicemos el aborto, subsidiemos la producción de canicas y construyamos un parque de agua en Shangrilá. Como si el porro tuviera ALGO que ver con la inseguridad. Como si la gente que fuma porro fuera la que anda increpando jovencitas por la zona del Parque Rodó con amenazas de apuñalamiento a cambio de tres billetes de cien. Yo misma fumé dos pitadas de porro el sábado pasado, por primera vez en mi vida uruguaya. No robé a nadie, pero tampoco fui más feliz. Me cayó mal y me fui a dormir a mi casa.

Como si la pasta base se curara con más droga. Y encima el planteo gubernamental es registrar a los porristas, y controlar la producción y la venta. Mi duda es si mi padre va a tener que dejar de plantar arroz para cultivar cannabis. Capaz que es más rentable y todo. Le decretan esencialidad. Andá a saber. Tanto delirio, ya nada es imposible.

Yo ahora estoy re tranquila porque los dos pastabaseros que me quisieron afanar el martes van a quedar contentos con sus 40 porros mensuales y van a dejar de hacer bobadas en la vía pública. Las personas de bien, que no fuman porro ni se inyectan cosas ni inhalan pegamento, van a caminar en paz por las calles de la ciudad, porque todo quedará resuelto con la legalización de la marihuana. No sólo legalización, ojo. Papá Estado va a distribuirla cariñosamente, procurando que sus 300.000 consumidores queden pipones. Los campos uruguayos dejarán de alojar vaquillonas para ser espesas alfombras de chalas, y nuestra industria turística florecerá como una orquídea, al atraer millones de viajeros ávidos de fumanchar, lo cual sin duda es turismo de calidad premium.

No sé ni qué pensar porque todo esto me provoca una confusión y un escepticismo tremendos. Me salta la ironía como mecanismo de defensa, pero la verdad es que me deprimo. No entiendo dónde vivo ni qué corno de país estamos construyendo. Se emiten anuncios sin fundamentos, sin estudiar con cuidado las consecuencias, se tergiversa la opinión pública porque se fabrica una agenda desnorteada, alelada con temas nimios como la legalización de la marihuana, por lo que prima lo polémico por sobre lo necesario, lo vanguardista por sobre lo real, lo abierto por sobre lo urgente.

Me chupa un huevo si se legaliza o no la marihuana. Dudo que el rumbo social cambie en algo para mejor, y le sospecho mil inconvenientes a la hora de implementar la logística que se atisba en las declaraciones de los señores del Poder Ejecutivo. Pero bueno, hagan lo que quieran.

Lo que no me chupa un huevo, es decir, me importa, es que no entiendo qué tiene que ver la marihuana con que dos pendejos de miércoles me hagan tener que agredirlos con pepper spray. Me importa no caminar por la calle agarrando un pomito en el bolsillo para tenerlo listo para dispararlo a la vuelta de una esquina peligrosa. Porque ahora todas las esquinas son peligrosas si te roban un martes a mediodía en Emilio Frugoni y Piera.

Me importa, también, que todos nos enrosquemos hablando de esta pavada del porro, que será respetable discutirlo en algún momento de la historia de la nación, pero no es prioritario, de hecho le ganan bastantes debates en la carrera hacia la elaboración de una ley (por ejemplo el matrimonio homosexual). Me importa que el foco se haya desviado tanto que lleguemos a plantearnos si legalizar la marihuana va a hacer que cosas como las del empleado de La Pasiva no ocurran más. Claro que van a seguir ocurriendo, si no se aplican medidas serias y drásticas que tengan como objetivo resolver ese problema crónico de inseguridad, en vez de distraerse con trivialidades en forma de psicotropo.

Me importa que esté yo misma hablando de lo inútil que es hablar de esto ahora. Me asusta. Me molesta. Me desilusiona.

Mierda.

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