martes, 19 de junio de 2012

Magda vs. Inseguridad (Level 1)

Acabo de tener una experiencia de lo más emocionante.

Resulta que habiendo sol por primera vez en 400 días más o menos, decidí comer mi manzana de postre dando una caminata de 10 minutos alrededor de la agencia (zona Parque Rodó). Así que subí por una calle hermosamente soleada y a la media cuadra veo venir dos infantojuveniles de aproximadamente 15 años, uno flacucho de campera amarilla que llevaba una botella de pilsen chica en la mano derecha y tenía cara de ido, y otro más robustito de campera roja. El de rojo le venía diciendo al de amarillo, al momento de cruzarse conmigo, algo así como "Dejámela a mí".

Cuestión que nos cruzamos y medio me increpan. Bah, medio, no. Me increpan. "Tranquilita y dame toda la plata bo, sacá la plata y lo que tengas, te vamo a apuñalar, sacá la plata". Y así en un loop que proseguía repitiéndose eternamente mientras yo le digo "Pará bo, pará" y empiezo a revolver mi cartera y a mirar en todas direcciones. El de amarillo balbuceaba cosas que no entendí muy bien, calculo que estaba demasiado pastabaseado. Pero era el que al parecer tenía un arma (la botellita). El de rojo no me acuerdo de verle las manos, creo que las tenía en los bolsillos, pero era el patotero, el mandón. Todo esto habrá sido en aproximadamente 20 segundos. Yo miraba a una vieja en la vereda de en frente, que estaba paseando a un perro. Ella me miraba insegura. Yo le hacía como señas y los pibes me decían "Qué mirás, bo, no mirés a nadie, sacá la plata". Por suerte pretendían que abriera la cartera, abriera la billetera y les depositara en mano los 250 pesos que poseo, o algo así. Por eso medio que me tomé mi tiempo para rebuscar en la cartera.

Resulta que hace un mes, más o menos, a mi hermana se le ocurrió que papá nos tenía que comprar gas pimienta para llevar en el bolso. Y me compraron uno. El cosito es un poco más grande que un lápiz de labio, está camuflado como tal, y había rojo y rosa pálido. Yo elegí el rojo. Lo tuve dos semanas envasado arriba de mi escritorio, y hará un par de semanas lo metí en la cartera, en el típico bolsillo lateral interno que tienen para guardar el celular, pensando en que nunca iba a precisarlo. Y ahí quedó, variando a veces de cartera, hasta hoy. Cuando mis dedos lo buscaron, lo encontraron, lo destaparon, y le buscaron el lugar donde debía salir el spray, mientras los dos pibes chorros me prepoteaban y amenazaban con apuñalarme.

Mi cerebro iba a mil, no sabía si iba a salirme con la mía, pero los tipos no habían sacado ningún arma, y la mini botella de cerveza no me daba mucho miedo. Ayudaba el hecho de que me llegaban a la altura del hombro (una de las únicas veces en que ser más alta que un hombre fue factor de seguridad y no lo contrario). Y bueno. Disparé. Saqué la mano derecha armada de la cartera, y le apunté al de rojo. Una pena que no le dí de lleno en los ojos. Salieron corriendo en dirección rambla, y yo caminando a ritmo rápido hacia el lado opuesto. Inhalé un poco de la nubecita de spray que todavía flotaba en el aire, pero espero que el matoncito haya inhalado más. Caminé hacia la vieja que miraba en frente y le expliqué que papá me había comprado un gas pimienta, y ella se fue a alertarle a los vecinos.

Tuve que dar un rodeo para volver a la agencia, y tenía miedo de cruzármelos de nuevo (creo que si me los encuentro ahora sí me van a apuñalar). Y le conté a papá que estrené el gas. Y no me robaron nada. Y todo sigue normal. Y me siento algo valiente. Pero es triste. Impotente, patética y totalmente triste.



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