jueves, 28 de junio de 2012

Y todo aquello

Choques. Incomprensión. Muros. A veces siento eso y a veces siento ganas de decir te quiero. Me desmoronás y me hacés construir. Me cansás y me das fuerzas. El asma y el inhalador. El desacuerdo constante y la sorpresa que reconforta cuando surge una coincidencia. La incógnita de lo que pasa en tu cerebro. Los brazos míos alrededor de la espalda tuya que apaciguan temporalmente las dudas. Y después, otra vez lo incierto. Hasta que aparece alguna señal de humo. Y así y así. Y después vernos y la pared y esos gestos que en mi idioma son una cosa y en el tuyo otra. Choques, incomprensión, muros. Y se cansan los brazos míos de buscar la espalda tuya. Porque lo que buscan no se toca. Se oye, se siente, se percibe. Se huele. Se inhala. Se ve. Pero no se puede agarrar con una mano. No se puede sobrevivir sólo con cariño táctil y ternura materializada en dedos que se enredan y labios que se tocan. Necesito las palabras cálidas, los oídos tuyos, la paciencia. Me falta el diálogo sereno y la bandera blanca ondeando sobre los dos. Me falta la cosecha de las respuestas, la seguridad para avanzar, la desaparición de los miedos. Me faltan, sobre todo, las risas sinceras. El respeto latente. Los planes. La ambición común. No me faltan todo el tiempo, pero cuando se ausentan, me duele. Me asusta el motor apagado de tus sueños. El silencio. La intolerancia. El derrotismo constante. El no querer cambiar nada, o no poder. No puedo con tus no puedos. No puedo con el ya se va a solucionar. No puedo con el hola tristón de tu saludo. Puedo con muchas cosas, quizás incluso con todo eso. Pero no lo quiero. Aún a costa de perder el cariño táctil. Despidiéndome de tu espalda. Desmoronando lo que no era amistad. Rompiéndolo todo. Desarraigándolo para que no crezca. Que se quede en eso. Amistad. Y que no nos esforcemos más. Tú y yo somos tú y yo y no nosotros. Es entenderlo, aceptarlo, y todo aquello.   

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