viernes, 27 de julio de 2012

La guerra mundial un poroto

Yo tenía una alcancía llena de billetes de veinte y diez pesos, y monedas. En esa época los billetes de diez eran esos que tenían muchos escudos de los departamentos, y comprabas pila de cosas con ellos, así que capaz que mi edad rondaba los seis o siete años. Hacía frío y estaba la estufa prendida. Papá escuchaba la radio y mamá leía o tejía. Dejé toda mi fortuna arriba de la mesa y me fui a bañar. Volví, y sólo estaban las monedas. Recuerdo mi llanto al ver los restos de billetes chamuscándose en el fuego. Era tarde. Mi hermana había incinerado todo lo que no era metal de mis ahorros. Fue un momento desolador, y nadie me resarció por las pérdidas. Me dijeron que ella "era muy chiquita". Como si eso fuera un justificativo para la quema brutal de tantas remesas del Ratón Pérez.

La vida da revanchas, por suerte. Más cuando se trata de hermanos. Así que otra vez la mordí en la cara, de una forma que mis dientes le quedaron marcados por unos días. Y le corté el pelo a sus barbies. Pero ella me echó cascola en mi equipo de música y mi despertador. Y me robó la cédula subrepticiamente, sin importarle que hasta fui a hacer la denuncia porque pensé que la había perdido.

Y así sucesivamente, en un ir y venir de agresiones y treguas. Hasta que un día la tregua se hizo alianza y quedó más firme, quizás ante circunstancias adversas del afuera, o del interior mismo de la familia. Unirnos era más sano, y nos hacía más fuertes. Y seguimos así. Con las diferencias de siempre. Pero aliadas.

Así que, ex enemiga mortal, feliz cumpleaños. Que tengamos muchos años más de tirarnos de los pelos, pero cariñosamente, porque en el fondo te quiero mucho.


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