jueves, 12 de julio de 2012

Little dreams


Tengo una cama nueva, en realidad no, por ahora tengo sólo un colchón nuevo, hasta que me traigan la cama. El colchón es de dos plazas (un permiso milagroso de las autoridades paterno-maternas), duro, densidad 30. Verdaderamente me hacía falta. Así que hace cuatro noches que me descubro durmiendo en diagonal unas 10 horas seguidas, porque a eso de las 22 estoy ya en piyama y bajo las cuatro mantas y acolchados que me aíslan del aire polar que reina en mi cuarto. 

Y sueño. Como no podía ser de otra manera. Cada noche sueño cosas que después no recuerdo bien. Sé que el lunes amanecí con la clara idea de que un capo de la mafia me había asesinado reiteradas veces. Y ayer fue otro tipo de sueño. De esos con más angustia, porque de alguna manera son más reales. Era un hotel en la playa, y en un momento subía la marea de tal forma que se llevaba todos mis objetos, todas las cosas nuevas que me compré en España, mis recuerdos, mis pequeñas tonterías. Y quedábamos sólo las personas. Entre ellas, él. Con su irreverencia permanente, tan real, que me hacía odiarlo y quererlo a la vez. Conseguía trabajo en el hotel. Se me aparecía. Era él, riéndose de las mismas cosas. Y era yo, enamorada de todo eso que ya conozco, que no soporto, que extraño y a la vez quiero lejos.

Era la misma yo que soy ahora y que busca algo parecido, algo así de mágico, algo tan grande y tan hondo como eso que empezó un día de golpe y sigue repercutiendo hasta hoy, hasta en mis sueños. 

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