viernes, 24 de agosto de 2012

Al escribidor

Ya no sé si leés. En una época me leías. Absorbías cada palabra como una esponja con sed. Me entendías creo. Era mutuo el interés, el hambre de conocerte. Después pasaron cosas. Cambiaron cosas. Desaparecieron cosas. No sé bien a dónde se fueron. Cada tanto había un atisbo de magia pero se perdía después de desayunar. No se va lo que nunca estuvo, dijiste alguna vez. Es cierto. Pero yo creo que sí estuviste y dejaste algo, no sé si una huella, o un poco del olor de tu cuello y tus rulos y tu abrazo. No creo que lo que quede sea algo permanente porque no dejé que se marcara muy hondo, tú no dejaste o no demostraste o no me diste razones que justificaran dejar que se marcara más hondo, a pesar de que las busqué. Fueron cuatro meses, o casi. Un poco más que un otoño. No me puedo quejar. Tampoco debería dolerme. Lo que yo había pedido era eso. Un otoño. Fue un poco más. Y fue darme cuenta de que no quiero un otoño. Un otoño no es ni frío ni caliente. Es un intermedio tibio, inestable, inseguro. Es un verano cansado y un invierno con pereza, o sea ninguno de los dos. Y yo quiero frío y calor y sensaciones. Quiero un precipicio sin red abajo. Y vos sos todo red. Sé que yo te hice red. Tejí muchas de tus dudas. No sé para qué o para quién escribo hoy. Supongo que para mí, como casi siempre. Excepto el autorretrato, que una vez sentí que lo había escrito para vos. Parece que eso fue hace mil millones de años. Decías que yo era predecible. Y yo casi que adiviné todo lo que iba a pasar ayer. Todo lo que ibas a ser ayer. No sé lo que pasa en tu cabeza, pero algunas cosas las puedo percibir. Se murió el encanto o algo por el estilo. Y está bien, yo que sé. Yo le asesté unas cuantas puñaladas. En algún momento se rompió algo, no dudo que haya sido a causa de mis ultimátums. Se rompió algo intangible. Pero se rompió. Y todo se me volvió más difícil, y más deseable. Porque aprendí a necesitarte. Y después quisiste que no te necesitara más, pero yo ya me había acostumbrado a necesitarte. No sos la persona ideal, no comparto cien millones de cosas contigo, pero me hacías falta. Incluso hoy me hacés falta. Por ahí es porque eras lo único que tenía tan cerca. Hubo un proceso, un camino. Te dediqué tiempo. Ganas, muchas. Y pensamientos, probablemente demasiados. Yo quería aferrarme a alguien. Sigo queriendo. No sé si te ahogué. Creo que vivís ahogado por ti mismo. Te desbordé, te embolaste. Quién sabe. No creo que lo sepa nunca. Después de un tiempo dejaste de contarme lo que te pasaba. O dejaron de pasarte cosas. Las dos, creo. Y todo aquello. Había demasiado silencio, y empecé a quedarme sorda. Y a sentirme más sola que ahora, cuando de verdad lo estoy. En fin. Lo mismo que ya te dije. Me alegro por todo lo que pasó. Creo que no hubiera hecho las cosas distinto, en términos generales. Me hubiera gustado asustarme menos al principio. Me hubiera gustado asustarte menos al final. Eso, nomás. Te sigo queriendo mucho. Te hubiera podido querer más. Creo que así estamos a salvo, tú de mi felicidad prepotente y mis ganas. Yo de tu pesadumbre y tu apatía. Te extraño, pero no sé muy bien quién sos. Así que te extraño como recuerdo. Te nostalgio. Y no imagino un qué hubiera sido si. Porque según vos, nunca lo hubo. Y duele ser tan poco. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario