jueves, 7 de marzo de 2013

Ella nos miraba

Alquilamos una cancha de fútbol cinco para jugar al hockey. Una cancha en pleno Pocitos, sobre la rambla, en un club de ligero renombre. Costaba 300 pesos la hora, y enseguida entendimos porqué.

Las gradas estaban casi tapadas por el pasto, y el pasto estaba casi tapado por la mugre. Vasos de plástico, envases, botellas, vidrios, telas sucias y todo tipo de deshechos poblaban los alrededores de la cancha. Olía mal.

Contra el tejido de alambre, del lado de afuera, colgaban unas lonas que funcionaban como carpa para una familia de indigentes. La madre bañaba a la hija en una palangana. Cuando le tiró un latón de agua arriba, la niña lloró.

Después, cuando estaba por terminar nuestra hora de práctica, la niñita se asomó a mirarnos. Se peinaba los pelitos cortos, castaños, y nos observaba desde la orilla de un silencio asombrado. Pensaría en lo rara que es la vida de niñas grandes como nosotras, jugando a un fútbol con palos.

Yo la miraba desde la orilla de mi propio asombro silencioso. Pensé en lo rara que debe ser la vida de esa niña sin casa, sin baño, sin hockey, sin amigos. Pensé en lo triste que es todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario