domingo, 17 de marzo de 2013

Viraje

Hay cosas que no podemos frenar. Podemos aceptarlas con más o menos estoicismo, podemos ayudarlas a seguir la vía más natural posible, podemos bloquearlas durante un tiempo para evitar (?) sufrir. 

Por ejemplo, nada va a cambiar que mi potrillo nació hace tres días condenado a morirse, porque su cuerpo no se desarrolló como debía. Pero alguien lo cuidó y ordeñó a su madre y se preocupó por salvarlo. Mi tío lo acarició, supongo. Me avisó, con tristeza, que no iba a tener suerte. Y bueno. Esta vez fue así. Mi yegua tuvo otros tres hijos sanos y fuertes, pero la vida decretó que el cuarto no galopara nunca. No hay nada que pueda hacer, ni siquiera estar ahí para acompañarlo a morirse. Puedo escribir esto y sentirme mejor o peor, porque lloro mientras lo escribo, y porque entiendo que la naturaleza funciona un poco despiadadamente pero en eso radica su éxito, aunque no significa que me duela menos. 

Hay cosas que no puedo cambiar, como la muerte de alguien. Hay cosas que sí, como la vida de algunos, y sobre todo, la mía. Hoy me desperté pensando en la vida de algunos. Pensando en mi forma de afectarlas. Pensando en que hay vidas que no tengo porqué estar afectando, y que tenía que tomar algunas riendas que había perdido de la mía. Tenía que volver a ser lo que me había enorgullecido de ser antes de tantas torpezas. Antes de dejarme llevar por sentimientos que si bien son lo más puro y verdadero que tengo, también son egoístas. Habia convicciones que yo había cosechado a lo largo de 26 años, no sin ciertos descubrimientos dolorosos, que estaba evitando recordar. Y eran lo que me hacía ser yo. Eran lo que me gustaba de mí misma. Y lo que me atraía de los demás. Básicamente, la sinceridad y el respeto. 

No creo que todo lo que hice en este tiempo haya estado mal. No me arrepiento. Simplemente, creo que es hora de tomar el timón del barco. Porque no se puede vivir siempre a la deriva, no se puede depender de los demás. De que los demás cambien el rumbo o tomen el control. Aunque estar un rato a la deriva tenga sus goces. En algún momento vamos a chocar contra algo y van a haber heridos. No quiero eso. No quiero eternizar mi vagabundeo. No quiero herir a nadie. No quiero olvidarme del mundo. El mundo está ahí y merece mi respeto. Hay gente que elige el puerto y hay gente que elige surcar las olas. Todo es legítimo. Pero no se puede hacer surf con las personas.

Hay cosas que elegimos, y después hay cosas que nos pasan y elegimos cómo pasarlas. No hay más que eso. Nada nos disculpa de lo que hacemos. Soy mis errores y mis aciertos. Soy lo que elijo, y a veces elijo mal. No siento que elegir mal sea equivocarse. Es aprender. No siento que necesariamente haya elegido mal, como que todo estaba en un limbo turbio y agradable, pero siento que ahora estoy haciendo bien las cosas. Siento que estoy poniéndome en un lugar donde si las cosas valen la pena, van a suceder. Y si no suceden es porque no valían la pena.

No sé si alguien me va a dejar de querer por esto, pero al menos yo me quiero un poco más a mí misma. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario