lunes, 30 de septiembre de 2013

Moneda

Soy una moneda y llevo recorridos cientos de lugares. Alcancías, monederos, cajones, cierres, latas, ceniceros. Decido la suerte con mi capricho. Soy pequeña pero dura. Innegable. Soy el precio de un manojo de caramelos. Caí y rodé inevitablemente más de una vez. Soy una razón para agacharse. Soy deuda, multa, ahorro, jornal, apuesta. Soy medio boleto de ómnibus, o ni tanto. Soy recompensa, changa, mesada. Soy instrumento de raspadita. Fui contada en mil ocasiones. Me guardan quién sabe dónde. Me encierran en frascos. Me hacen sonar junto con otras. Salto permanentemente de mano en mano. Habito en las registradoras. Soy la carne del materialismo. Soy una moneda de diez, una forma cilíndrica y achatada de pagar por las cosas. Y sin embargo, en mi cuerpo metálico se acuñó ingenuamente una paradoja. La utopía de esas horas fortuitas en que me sostendrán sus dedos o su billetera o el bolsillo izquierdo de su pantalón, entre que paso de ser cambio de quiosco a propina de taxi. Sueño con esos dedos de él. Con pertenecerle. Porque, después de eso, no me importará caer por el hueco de un ascensor o la rejilla de una boca de tormenta. Porque en sus manos habré valido algo.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario