jueves, 26 de septiembre de 2013

Planes

Tenía que escribir dos notas de prensa pero estoy acá, relatando miserias. Describiendo cómo voy a salir de la agencia y subirme a un taxi en el fresco de esta noche atrevida de setiembre. Cómo voy a descansar mi cabeza en el respaldo del asiento y desear con mucha fuerza interior que el conductor decida no hablarme. Voy a dirgirme a un refugio donde mi cabeza va a recibir mimos hasta ponerle pausa a la rutina. Voy a  ser una ameba y querer dormirme ahí, y no, voy a tener que irme a mi calle a mi casa a mi cama después de una ducha tardía y una cena insípida. O no. O voy a salir de la agencia y me va a estar esperando la noche en forma de abrazo, con su blazer negro y sus ojos que viajan entre dimensiones. Me voy a subir a su auto azul y a descansarme en la compañía. En un bar amigo vamos a pedir pizza y whisky y gin con pomelo hasta que el cuerpo me quede flojo y la conversación aturdida. Hasta que la banda toque Johnny Cash y el mozo nos traiga la cuenta mal hecha, porque justamente es un bar amigo. Hasta pagar y salir y reír y detener la vida en la vereda, y rodear la espalda que abriga el saco y desarmarle despacito la boca. Que el auto nos lleve a la oscuridad antes de ir a casa, y ahí sí, la ducha tardía, necesaria, que invita al sueño a instalarse. Y ojalá que los planes se rompan siempre si la espontaneidad propone una idea mejor, eligiendo un final más alto para la coronación de un día imprevisible.      

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