martes, 18 de mayo de 2010

botas de lluvia

hoy estoy a 630 km de donde estaba ayer. pero mi ánimo sigue igual. me rodea el verde, pero la llovizna parece haberme acompañado todo el camino hasta acá. me regodeo en el calor de la estufa.
el campo estaba gris. amarillento y verde pero gris, manchado de invierno, a pesar de que todavía estamos en mayo. el barro ensució mi ropa, y mis pies se enfriaron en los charcos, aún protegidos por esas típicas botas amarillas. quizás el sentimiento más alegre fue abrir el ropero y descubrir, en medio de la semi oscuridad de las cosas guardadas durante mucho tiempo, esas botas de lluvia amarillas.
y con ellas puestas salí a recorrer el campo, las praderas, el rastrojo de arroz. me sentí un poco niña, como cuando con mis hermanas salíamos a chapotear después de la lluvia. y desafiábamos a nuestras pequeñas botas a vadear los charcos más hondos, logrando a veces que el agua se colara por el borde de la caña y nos ensopara las medias.
volví a casa con las medias secas y los pies fríos, algo de soledad en el alma y mucha nostalgia oprimiéndome del pecho.


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