lunes, 17 de mayo de 2010

rambleces

hoy hace frío, pero no hay tanto viento. de todas formas, el agua de la playa pocitos no está como a mí me gusta: chata, como un espejo al atardecer, con la arena blanca y el cielo infinito.
igual salgo a caminar. necesito salir de mi casa y la rambla es mi refugio. no del frío, no del viento, sino de mí misma.
el otoño mete a la gente en sus casas y somos pocos los que, abrigados, recorremos los kilómetros ininterrumpidos de vereda ancha. me gusta sentir que el frío no puede con mi bufanda, pero que mis cachetes van perdiendo sensibilidad. mis manos no tienen dónde guardarse pero el movimiento mantiene el entumecimiento a raya. mis pies están calientes y golpean suavemente las franjas rojizas y blancas de la rambla. el mp3 ahoga los sonidos del tránsito. todo es mi cabeza y yo, mis pies y yo, mis ojos y yo.
porque observo. veo la mujer con el perro. alcanzo al hombre que camina a un paso para nada atlético. me cruzo con los que entrenan siempre. y además, no puedo dejar de darme cuenta de la gente sola. la gente sola es la gente que está sentada, sola, en un banco, y tienen los ojos perdidos en algo que no distingo. veo dos o tres cada vez que salgo a caminar. hoy había una mujer. estaba sentada a lo indio sobre el muro de la playa pocitos. miraba como hacia el agua. a veces es un hombre sentado bajo una palmera, que también mira al agua. están solos y yo pienso que son depresivos. que están pensando en un final triste. aparentemente, en montevideo abundan estas personas tristes. porque no se me ocurren más razones para estar solo mirando el agua.
pensé que la tarde no me iba a regalar un cielo rosado. la curva del golf, ahí donde está la ancap, siempre me soprende mostrándome toda la gloria del atardecer. pero hoy no. sólo nubes grises. así que volví a mi casa y entendí un poco a esas personas solas que miran al agua. pero en algún momento al final de mi caminata miré hacia atrás, y ahí estaba. el cielo bien rosado, con nubes rosadas, mágico y encantador, frío, pero que calienta el alma. y pensé que tal vez sólo por eso mi día valió la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario