jueves, 7 de octubre de 2010

mascotas y más

creo que no hace falta que diga que amo los animales. pero lo digo igual. amo los animales. especialmente los animales peluditos (no tanto los plumíferos, reptiles y bichos acuáticos, porque no provocan las mismas ganas de abrazarlos, y ciertamente no los insectos).

desde siempre quise tener un perro. un perro mío, que viviera en mi casa conmigo. pero hasta ahora no tuve esa suerte. todos los perros que tuvimos vivieron en el campo, y no se sentían muy nuestros, más bien eran casi libres. el mejor de todos fue panda. perro fiel si los había, con su cara de miseria, ese border collie nos seguía hasta el fin del mundo cuando era cachorro, aunque fuéramos en la moto y se quedara muy atrás, siempre aparecía, jadeando, y con ganas de perseguir ovejas al grito de "chúmbale, panda, chúmbale!".

las primeras mascotas siempre estuvieron en el campo. y no eran mascotas "convencionales". eran ovejas negras como tita y pata, o corderos guachos, o liebres bebés (gazapos), o hasta ñandúes que nos regaló una tía. el mío creo que se llamaba pirincho.

las mascotas de apartamento llegaron después. la primera, me acuerdo, fue un pez anaranjado que me regaló mi tío k. lo trajo a casa en una bolsa de nylon con agua (me acuerdo que me maravillaba el hecho de ver como a la bolsa llena de agua no se le salía el agua de adentro! fue mi primer contacto consciente con la impermeabilidad). a ese pez lo siguieron otros a lo largo del tiempo. me acuerdo que yo tenía varios en una pecera. un día uno desapareció sin dejar rastro y lo descubrí de casualidad, meses después, cuando su cadáver salió de un caracol gigante que adornaba el fondo de piedritas. el pez más duradero que tuve fue carbón, un pez negro con un ojo saltón (el otro ojo no). duró tanto que me aburrí de lavarle la pecera y se lo regalé a una prima, con la que creo que no duró mucho... pobre carbón, fue un pescado leal.

un tragicómico episodio de peces fue cuando volvimos del campo con un par de frascos lleno de mojarritas que habíamos pescado con calderín en una cañada. aguantaron todo el viaje de cinco horas los bichitos, sólo para llegar a montevideo a que los pusiéramos en una pecera con agua limpia. tan limpia que empezaron a saltar para afuera, porque recién habían limpiado los tanques del edificio, y el cloro las obligó a suicidarse de inmediato. no llegamos a tiempo con la botella de salus. 100% de mortalidad, y el piso de la cocina sembrado de mojarras muertas.

también tuve una tortuga. no se llamaba manuelita, no soy tan obvia. no se llamaba nada, era anónima. resulta que vivió bastante tiempo en su pecerita de techito enrejado verde. tanto vivió a pesar de mis magros cuidados que cada vez le limpiaba menos la jaulita. hasta que un día la fui a limpiar y habían transcurrido tantas semanas que la tortuguita estaba blanda y podrida.

mi hermana tuvo un pajarito, pin pon, un canarito amarillo de esos típicos. las novias que le compraron se morían, pero él subsistió bastante. se inflaba todo para dormir, y a veces cantaba. fue el único pájaro que superó la esperanza de vida plumífera media en mi hogar (una media bastante escasa, vale aclarar), porque mi otra hermana tuvo cotorritas que no duraron nada.

también hubo un ratón, gregorio. era un ratón blanco de laboratorio, muy gracioso el tipo. vivió en la misma pecera que los ex-peces, pero sin agua ni piedritas, y con aserrín en el fondo. nunca fue tan divertido para jugar, ni tan emocionante de tener como mascota, como lo fueron los hamsters. los hamsters merecerían un capítulo aparte, que hiciera honor a sus aventuras, pero voy a limitarme a relatar sus peripecias en sendos párrafos a continuación.

los hamsters fueron cuatro. empezaron siendo tres, creo. marrones, de pelo corto, dos de ellos, uno mío y uno de mi hermana y otro beige y blanco, bien peludo y despeinado, también de mi hermana. vivían en una jaulita metálica de dos pisos, con casita para dormir y ruedita de esas que los animalitos tan tiernos hacen chillar toda la noche. después, más tarde, llegó otro, peludo, gris y blanco, que era mío.

cuestión que jugábamos con ellos. es decir, los soltábamos en un cuarto cerrado y los hacíamos recorrer circuitos, los metíamos en latas, los hacíamos bajar por "toboganes" (generalmente libros en posición oblicua), los encerrábamos en lugares y los obligábamos a buscar la salida. no sé cómo no vomitaban los bichos, pero sí hacían caca y pichí por toda la moquette. quiero suponer que como efecto del mareo, no como venganza hacia nosotras.

entre tanto jaleo, los bichos lograron reproducirse. no sabemos de qué padre (es que no sabíamos mucho el sexo de ninguno), la marrón de mi hermana parió un cachorro. uno que hayamos visto, asomando su cuerpecillo rosado y pelado (totalmente pelado, parecía un chancho mínimo) entre la lechuga (devoraban la lechuga), porque suponemos que habría más. resulta que la madre tenía tanto instinto maternal, que para ahorrarles sufrimiento a sus niños se los comió todos.

se ve que los hamstercitos la pasaban mal. no los culpo por el final que eligieron. quizás el más feliz fue el grisecito mío, que se escapó un día en la estancia. por lo menos, antes de que se lo comiera un gato montés, habrá aspirado en su naricita el olor de la libertad. el machito peludo de mi hermana murió como mueren tantos infantes en las olas de calor en usa... atrapado en el auto al rayo del sol, abandonado allí por un padre negligente (mi padre, que se olvidó de él mientras supervisaba un tambo). pero sin duda el destino elegido por los dos marrones de pelo corto, hermanos hasta en la muerte se ve, fue el más dramático de todos. primero la mía, un día que los sacamos al aire del balcón, logró trepar inexplicablemente las paredes de la pecera (la misma que antes habitaron los peces y después el ratón) y en un salto a la eternidad aterrizó siete pisos más abajo, en un golpe seco contra la vereda. quedó chatita. la enterramos con todas las pompas fúnebres en un pedazo de la vereda sin baldosas, y siempre que pasé por ahí le rendí un silencioso tributo interior a nuestra infeliz mártir. su hermana buscó un final similar. logró escapar no sólo de la jaula, sino también de la casa, por la puerta de servicio en algún descuido. y su caída por el hueco de la escalera fue un poco más corta. por el tercer piso cayó frente a una vecina que bajaba, y que, atormentada por la visión del hamstercito kamikaze, empezó a gritar horrorizada "una rata, una rata!". creo que a ese lo barrió el portero sin misericordia.

desde entonces tenemos mascotas que pueden hacerse entender de alguna manera y viven con cierta independencia. es decir, tenemos a michelle, el rey del hogar, el hijo varón de mamá que nunca tuvo. es como un niño travieso, pero es un gato. ayer, por ejemplo, como estaba aburrido de noche, fue al baño de invitados, abrió un placard y sacó todas las toallas. mi hermana amaneció para encontrarse con un montón de toallas por todo el corredor. y no es raro ver las huellitas de sus patas en el borde de un water, o arriba de la mesada de la cocina. pero es lo más tierno del mundo, sobre todo cuando duerme (todo el día), hecho una bola entre las dos almohadas de la cama de mis padres.

algún día tendré un perro, pero cada vez me convenzo más de la idoneidad de los gatos como mascotas. no huelen mal, no hacen ruido, y saben pedir exactamente lo que quieren. como michelle, que en este momento me está haciendo soniditos con la garganta para que le abra la canilla del baño, así él puede tomar agua corriente a discreción (es que no le gusta el agua estancada). igual, no sólo quiero tener un gato y un perro. también quiero que mi futura casa tenga un estanque con gansos, patos y cisnes, una llama (o dos, porque así se hacen compañía), cabritos, nutrias, algún papagayo que hable, conejos, ardillas y un zorrino que no haga pis venenoso. y caballos, obvio. me parece que voy a tener que vivir en una casa con un jardín de muchas hectáreas.


(luli luli, la gata que te regalé, y regalaste -no me olvido de eso-)



(michelle aprendiendo lo que es el mundo exterior a un apartamento)



(uno de los bebés de luli luli. sí, es un gato recién nacido)

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